“Había que terminar con Felipe González, ésa era la cuestión. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado. Eso es verdad. Tenía razón González cuando denunció ese peligro, pero era la única forma de sacarlo de ahí”. Son palabras del periodista y académico Luis María Anson, hoy presidente de El Imparcial, a la revista Tiempo en 1998. Por no hablar de la en aquel momento oposición formal al PSOE, más allá de la periodística. Es posible que Pedro Sánchez se sienta víctima de algo similar, a tenor de sus repetidas alusiones a una supuesta campaña orquestada para sacarle del poder. Lo seguro es que recuerda aquello y de hecho lo sacó a colación este miércoles. Lo extraño, que lo hizo para defenderse del propio González, con quien no guarda relación ni parece que simpatía.
Este miércoles será recordado por una imagen: la de Felipe González y Alfonso Guerra juntos en un acto público 30 años después de la última vez. Fue en el Ateneo de Madrid con motivo de una suerte de memorias del segundo y el acto estuvo a la altura de las expectativas, que ya eran altas. La presencia más relevante, y relevantes fueron varias, resultó la de Emiliano García-Page, blindado por una mayoría absoluta en Castilla-La Mancha desde la que no tiene problema en cargar contra su secretario general y presidente del Gobierno por sus alianzas y por su estrategia ante el independentismo. El acto dio lo que de éste se esperaba: “La amnistía es una humillación deliberada a la generación de la Transición”, proclamó Guerra. González fue ovacionado cuando, en el clímax de su intervención, pronunció: “No podemos dejarnos chantajear por nadie, ni mucho menos por minorías -sobre los separatistas- en vías de extinción”.
“La vejez es un problema de neuronas también”
En la presentación del libro, ‘La rosa y las espinas. El hombre detrás del político’, las referencias a Sánchez fueron constantes, aunque no se le nombrara una sola vez. El aludido se encontraba lejos, en Nueva York, donde horas después subía al estrado para dirigirse a la Asamblea General de la ONU. Allí, horas antes, en una comparecencia ante los medios de comunicación, el presidente fue preguntado por las voces disidentes en el seno del PSOE, por esa llamada vieja guardia que estos días alza la voz contra una nueva medida de gracia para los procesados o ya condenados por el referéndum ilegal celebrado el 1 de octubre de 2017 en Cataluña. Para Sánchez es una cuestión incómoda, pero recientemente ha avalado una decisión que muestra que no le va a temblar el pulso con los socialistas que considere obran en contra de los intereses del partido, caso de Nicolás Redondo, al que se vio en el Ateneo.
Sánchez estuvo hábil, o no quiso entrar en la confrontación con los históricos de sus siglas y dirigió el foco hacia el PP, que con frecuencia alaba a González, Guerra o García-Page y habla de ellos como “buenos” o “auténticos socialistas”. Recordó Sánchez en Nueva York que “los que ahora elevan a los altares” a dirigentes “de ayer” son los mismos que en el pasado “los ponían en la diana”. “Yo sé que al PP de hoy no le gusta el PSOE de hoy, como al PP de ayer no le gustaba el PSOE de ayer, y el PSOE de antes de ayer pues tampoco era una organización que contara con el apoyo y la complicidad del PP de antes de ayer. Es decir, al PP nunca le gusta el PSOE” concluyó el presidente.
Sobre esto, González tuvo unas palabras en el Ateneo hacia quienes lo consideran alguien “de otra época” que acabaron en dardo: “Algunos creen que la vejez es un problema de edad, y es un problema de neuronas también”.