La selección femenina de fútbol lleva semanas intensas de negociaciones con la RFEF, quienes lejos de llegar a un acuerdo, consiguieron, todo lo contrario, tensar todavía más la relación. El estreno de la nueva entradora, Montse Tomé, no ha servido para apaciguar los ánimos, dado que en su primera intervención se ha puesto a todo el equipo en contra con la lista de convocadas. Aunque en medio de toda la tormenta parece que comienzan a asomar los primeros rayos de sol. Las jugadoras han llegado a un acuerdo con el presidente del CSD y la RFEF tras la ‘cumbre de Oliva’. Esta polémica no es del todo nueva para la Federación, ya que recuerda en gran medida a los acontecimientos que se vivieron también en La Roja hace 8 años, en 2015.
Tras la Eurocopa de Inglaterra 2022, las futbolistas que en ese momento formaron parte del conjunto nacional decidieron que era el momento de analizar la situación, de analizar cómo se estaba gestionando el equipo. Una preparación mejorable y la falta de ambición por parte del entrenador, quien, además, no llegaba a conectar con las internacionales, fueron algunas de las razones que llevaron a las convocadas a dar un paso más allá y trasladar la situación a la RFEF. Este sentimiento de malestar fue creciendo entre algunas jugadoras, en concreto 15, ‘Las 15′, quienes decidieron firmar un comunicado donde trasladaban que los hechos acaecidos en la selección estaban afectando a su “estado emocional” y a su “salud” y presentaron su renuncia a acudir con el conjunto nacional.
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Poco después, los aires fueron calmándose y algunas mostraron su predisposición a volver al combinado nacional. Y, entonces, llegó el Mundial, y todas, excepto siete de ellas, pidieron ser convocadas, pero solo lo fueron tres. Las jugadoras hicieron historia en Australia al ganar por primera vez la Copa del Mundo. Una hazaña que fue enturbiada por el ahora conocido como ‘caso Rubiales’, es decir, por el beso no consentido del entonces presidente de la RFEF a Jenni Hermoso. Una polémica avivó también los problemas del equipo con Vilda y diferentes cargos dentro de la RFEF.
Las jugadoras comenzaron a mantener reuniones con la Federación para trasmitirles los cambios que consideran que son “básicos para poder avanzar y llegar a una estructura que no tolere ni forme parte de hechos tan denigrantes”. Los cambios que especificaron a la RFEF se basan “en la tolerancia cero ante personas que desde un cargo dentro de la RFEF han tenido, incitado, escondido o aplaudido actitudes que van contra la dignidad de las mujeres. Creemos firmemente que se requieren cambios contundentes en los puestos de liderazgo de la RFEF y, en concreto, en el área del fútbol femenino. Todas estas personas entendemos que deben estar lejos del sistema que debería protegernos y que por desgracia se aleja mucho de una sociedad avanzada”, rezaba el comunicado. Por este motivo, solicitaron una reestructuración del organigrama de fútbol femenino, del gabinete de la presidencia y Secretaria general, la dimisión del presidente de la RFEF (algo que ya se ha producido), reestructuración, también, del área de comunicación y marketing y de la dirección de integridad.
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La ‘cumbre de Oliva’, que se llevó a cabo en la noche del martes al miércoles, se extendió durante varias horas, siete para ser exactos, pero dio sus brutos. Llevaron a acuerdos que tienen que ver con el desarrollo de la Ley del Deporte en lo que respecta a las políticas de igualdad, en igualdad salarial y calidad de infraestructuras. Sin embargo, esta no es la primera vez que la selección comienza una cruzada contra el entrenador y la Federación para luchar por sus derechos.
Hace ocho años que comenzó la cruzada con la RFEF en la selección femenina
Los problemas con la selección vienen de largo. Exactamente ocho años. Entonces el equipo disputó el Mundial de Canadá de 2015, pero cayeron eliminadas en fase de grupos y las jugadoras estallaron contra el entonces entrenador, Ignacio Quereda. No por el Mundial, no por la eliminación, ya que esto solo fue la gota que colmó el vaso, sino por todo lo que había detrás. Entonces decidieron publicar una carta haciendo balance de la situación, donde analizaban la gestión que se había llevado a cabo con el equipo (igual que hicieron las ahora internaciones tras la Eurocopa de 2022).
“Después de terminar nuestra participación en el Mundial, es el momento de hacer balance y sacar conclusiones. Tanto a nivel individual como de grupo, las 23 jugadoras hemos hecho autocrítica y sabemos que nuestro rendimiento podría haber sido mejor. Esta generación tiene talento y compromiso para haber llegado mucho más lejos. A pesar de esto, y una vez asumida nuestra responsabilidad, también queremos hacer público el sentir del grupo, de las 23. Es evidente que la preparación del Mundial no ha sido la correcta, los amistosos inexistentes, la aclimatación escasa, el análisis de los rivales y la forma de preparar los partidos insuficientes... y esta ha sido la dinámica durante mucho tiempo.
Creemos que se ha terminado una etapa y que necesitamos un cambio. Así se lo hemos transmitido al seleccionador y cuerpo técnico. Si se pierde la confianza y no se es capaz de llegar a un grupo, es difícil alcanzar objetivos. Queda mucho camino por recorrer y muchas puertas que abrir. Este es un gran momento para nuestro deporte, con muchos retos y sueños por delante y es responsabilidad de todos marcar el camino a seguir. Ver hacia dónde vamos y cómo lo hacemos.
Toronto, 19 de junio de 2015. Selección española femenina”.
Esta fue la carta que enviaron las jugadoras. Tras ello, las futbolistas comenzaron a desvelar todo lo que ocurría de puertas hacia dentro en la Selección, todo lo que hasta ese momento nadie había contado, ni había salido a la luz y todo era contra el entrenador, contra Ignacio Quereda. “Nos trata como niñas pequeñas. Nos llama chavalitas”, “Quereda es como un jefe que te desprecia”, “varias compañeras acabaron llorando por sus correcciones”, “hemos aguantado muchos años por miedo a represalias”, “Esto no viene de la eliminación, sino de mucho tiempo atrás”, “cuando alguna estaba pasada de peso, te machacaba: no juegas porque estás gorda”, “nos trata como niñas pequeñas. Nos llama chavalitas”.
Ignacio Quereda llevaba 27 años de humillaciones y vejaciones a las jugadoras y ante las protestas de las jugadoras, fue rotundo: “Mi deseo es continuar. Ahora, como hemos perdido, sale toda esta porquería”, alegó tras aterrizar en España después del Mundial. Pero, las jugadoras no pensaban detenerse y continuaron la presión contra el técnico, dado que no estaban dispuestas a seguir aguantando sus humillaciones, a la que se suma su planteamiento arcaico en los entrenamientos y preparaciones de las competiciones internacionales.
Entonces, las futbolistas de La Roja tienen una cosa clara: no querían a Quereda. Además, también consideraban que era necesario llevar a cabo cambios en el cuerpo técnico, con el fin de llevar conseguir sacar la mejor versión del equipo y despegar todo su potencial. Y sí, llegaron los cambios, el entrenador presentó su dimisión y en su lugar llegó Jorge Vilda. Y el resto... Es historia.