En los últimos años hemos asistido a un pequeño boom de las películas que abordan el MeToo de una forma consciente y reivindicativa. Ahí están para demostrarlo obras tan contundentes que han escarbado en las miserias del sistema y que dialogan directamente con nuestro presente, como Una joven prometedora, de Emmerald Fennell, en la que se abordaba la violencia machista subvirtiendo el rol de la mujer de víctima a verdugo, o El escándalo (Bombshell), que recogía los numerosos casos de acoso sexual por parte del magnate de la cadena Fox hacia sus presentadoras. El caso Weinstein, que de alguna manera se convirtió en la punta de lanza primigenia del movimiento, también se ha visto reflejado en la pantalla. En 2019 se estrenó The Assistant, de Kitty Green, en la que Julia Garner encarnaba a la secretaria del magnate de la producción y era testigo silencioso de sus fechorías hasta que, asfixiada por la situación, decidía tomar distancia.
Ficciones post Me Too
Pero resulta curioso que, en la pasada temporada de premios, las dos películas más significativas dentro de esta corriente feminista estén basadas en libros escritos por mujeres que se han encargado de poner en la mesa los abusos sistemáticos de poder de los hombres hacia las mujeres ya sea en formato de investigación periodística o a través de la reflexión literaria. En Al descubierto se adaptaba el Pulitzer de Megan Twohey y Jodi Kantor, dos de las responsables que sacaron a la luz en las páginas de The New York Times el caso Weinstein a través del testimonio desgarrador de sus víctimas.
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La adaptación del guion corrió a cargo de la prestigiosa dramaturga Rebecca Lenkiewicz y de la dirección se hizo cargo la alemana Maria Shrader, con la colaboración activa de las actrices Zoe Kazan y Carey Mulligan, muy implicadas dentro del movimiento. Su estreno en Estados Unidos coincidió precisamente con el segundo juicio al productor después de haber sido condenado a 23 años de cárcel. Todas las responsables del proyecto hicieron hincapié en la responsabilidad a la hora de contar historias que nos interpelaran y que nos hicieran avanzar como sociedad. Los monstruos existen, pero quizás lo más perturbador es de qué forma todo el sistema se encarga de protegerlos si son poderosos.
Al descubierto tenía como título original She Said, y precisamente la otra gran ficción del año también hace referencia a la necesidad de hablar, de poner en palabras todas las injusticias históricas a las que han estado sometidas las mujeres y que han callado por miedo durante demasiado tiempo. Se trata de Women Talking, Ellas hablan, y es la adaptación de la novela de Miriam Toews que se centra en hechos reales sucedidos entre 2005 y 2009 en una colonia menonita en la que las mujeres de la comunidad eran sistemáticamente drogadas y violadas por los hombres hasta que tomaron conciencia de la situación y decidieron enfrentarse a ella.
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Contra la ley del silencio
Ellas hablan fue la única representante con un sustrato reivindicativo feminista en la última edición de los Oscar, y también la única premiada, convirtiendo a Sarah Polley en en una de las pocas mujeres en conseguir el galardón por el mejor guion adaptado. “Gracias a la Academia por no verse ofendida por aquellas mujeres que cuchichean a espaldas de los hombres”, dijo la directora nada más recoger el galardón, que también dedicó a la autora del libro por “escribir una novela extraordinaria sobre la democracia activa donde las mujeres defienden su futuro libre de violencia, y lo hacen no solo hablando entre ellas, sino también escuchando”.
A algunos no les ha gustado el tono excesivamente didáctico de la película, algo que se difumina cuando al comienzo de esta se especifica que nos encontramos frente a un ‘acto de imaginación colectiva’. Lo cierto es que Ellas hablan pone sobre la mesa un sinfín de cuestiones fundamentales sobre la lucha contemporánea, en la que también hay espacio para el papel de la educación, de los derechos fundamentales y la necesidad de tomar las riendas de nuestras vidas.
Está protagonizada por un estupendo grupo de actrices capitaneadas por Rooney Mara entre las que también encontramos a Claire Foy (The Crown), Jessie Buckley (La hija oscura) y Frances McDormand y en ella asistimos a una asamblea de mujeres que deciden dar el primer paso a la hora de acusar a los hombres de la comunidad por los crímenes que cometen con ellas desde hace años cada noche.
La película nos adentra en este espacio cerrado y asfixiante y nos da la oportunidad de que ese gineceo femenino tenga la oportunidad de exponer sus preocupaciones alrededor de su cuerpo, de su sexualidad, de sus miedos, convirtiéndose en un alegato necesario y emocionante.