Entrevista | Luis García Montero: “Se sabe nuestro deseo y por qué heridas sangramos. Los bulos tienen que ver con lo que queremos creer”

Hablamos con el autor y director del Instituto Cervantes de la cancelación a las ‘fake news’, pasando por el desencanto generacional y el peligro de la pérdida de las libertades sociales en España

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El escritor y director del
El escritor y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero (Télam)

El escritor Luis García Montero, además de uno de los poetas más importante de la generación de los ochenta (hasta la actualidad), catedrático y actual director del Instituto Cervantes, siempre ha sido una mente lúcida a la hora de radiografiar nuestro tiempo. En los últimos años ha asistido con perplejidad a la radicalización de las posturas ideológicas, al estado cada vez más crispado de la situación política, a la polarización que han creado las redes sociales a través del odio y a las consecuencias nefastas que todo eso ha tenido en la cultura, el ámbito al que, al fin y al cabo, siempre ha dedicado su carrera.

En Infobae España hablamos de todos estos temas de actualidad que nos llevan de la cancelación a las fake news pasando por el desencanto generacional y el peligro de la pérdida de las libertades sociales.

Pregunta: Estamos viviendo un momento de crispación política en el que todo se ha radicalizado. Quería preguntarle sobre cómo ha asistido a estos tiempos enrarecidos. Hace poco declaraba que se necesitaba una derecha democrática.

Respuesta: Es una reflexión que tiene que ver con el contexto que vivimos, y también con el ejercicio de conciencia sobre qué está haciendo mal la democracia progresista para facilitar el surgimiento de brotes no ya crispados, sino autoritarios. Cuando uno mira el mundo y ve cómo va evolucionando es inevitable pensar en eso, en que algo se está haciendo mal para que todo desemboque en la crispación, en la ley del más fuerte y en llevar el pensamiento neoliberal al extremo hasta el radicalismo, en el que cualquier Estado es desprestigiado, cualquier valor público. Todo se reduce al ‘sálvese quien pueda’.

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P: ¿Cuándo cree que empezó esta deriva radical en nuestro país? ¿Cuándo se creó ese cisma?

R: Son procesos lentos, que tienen que ver con recuerdos del pasado y la realidad del presente. Nos hemos insertado en una dinámica donde se favorece el beneficio de las grandes fortunas a causa del empobrecimiento de las mayorías. Esa es un poco la lógica que viene dominando Europa, el mundo desde hace tiempo. Y eso crea un sentimiento de rencor, de desigualdad, de ofensa y, finalmente, de crispación.

P: ¿Qué papel cree que han jugado las redes sociales y las ‘fake news’?

R: Las redes sociales se llenan de bulos, que en su mayoría proceden de las mentiras de la prensa y poco a poco se crea una dinámica que sustituye la información veraz por una comunicación manipulada que no solo va a justificar la mentira interesada, sino que crea un ejercicio de opinión en el que nada es verdad, todo es dudable, nada tiene ningún tipo de realidad que merezca respeto. Así se crea una dinámica visceral muy nociva, grave y peligrosa. ¿Por qué galopan en las redes sociales las mentiras? Porque está demostrado que una afirmación verdadera tiene menos recorrido que una mentira.

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Luis García Montero, en una
Luis García Montero, en una foto de archivo. EFE/Chema Moya/Archivo

P: Parece que cada parte sienta la necesidad de refutar su opinión como sea y a costa de lo que sea

R: También los mejores estudios dicen que, como los individuos se sienten tan solos, necesitan compartir algo para tener un sentido de pertenencia. ¿Y qué comparten? Pues aquello que le agrada a su propio instinto, a su propio rencor, que casi siempre suele ser una mentira. Estamos todos muy fichados. Se sabe cuál es nuestro deseo y por qué heridas sangramos, y nos buscan. Los bulos tienen que ver con lo que queremos creer o con lo que necesitamos odiar para sentirnos parte de un colectivo que consuele nuestra realidad solitaria.

P: ¿En qué cree que ha fallado el pensamiento progresista?

R: Primero en no afianzar la solidaridad social, no dejar que la libertad sea la ley del más fuerte, sino un banco de convivencia, un espacio que permita la realización personal de los individuos, pero vinculados al bien común, a la sociedad. Y claro, la libertad tiene que ir unida a la igualdad y a la fraternidad, y cuando se sustituye la fraternidad por el odio, pues se dinamita el sentimiento de igualdad.

Por otra parte, se ha perdido la conciencia de lo gradual. Decía el poeta Antonio Machado que, a veces, se nos olvida que cuando se dispara la culata del arma, tiene un retroceso y a veces un paso adelante supone dos pasos atrás.

(Crédito: Mariano Roca)
(Crédito: Mariano Roca)

P: Y eso ha pasado con algunas reivindicaciones recientes, desde el feminismo a la lucha por los derechos LGTBIQ+

R: Eso ha pasado con reivindicaciones que son propias del movimiento progresista, pero que también son fácilmente manipulables en un ámbito de crispación, cuando existe el sentimiento de abandono de la mayoría.

Yo creo que muchas de nuestras luchas tienen que ver con los derechos cívicos, con la igualdad, con el respeto a la diferencia. Pero son fácilmente manipulables por un señor que está preparado para decir que para qué apoyar al 0,01 de la población que ha nacido en un cuerpo de hombre y que quiere ser mujer cuando el índice de pobreza sube. Te pongo un ejemplo llamativo de lo que ha sido una clara manipulación en los últimos tiempos. Y la izquierda no ha sabido jugar con la estrategia para seguir defendiendo lo que debe defender, pero sin dejar que los discursos se conviertan en reacciones de rencor que afecte a un sector amplio de la población.

P: El otro día, hablando con Nanni Moretti, que ya sabe es un director comprometido y acaba de estrenar El sol del futuro, decía que el ascenso de la ultraderecha era distinto en España y en Italia porque ambos países habían construido su democracia sobre regímenes fascistas. ¿Están saliendo ahora algunos monstruos de las cavernas?

R: Nanni Moretti es una persona comprometida políticamente y eso me gusta, porque una de las claves del pensamiento reaccionario, del extremismo del pensamiento neoliberal es desprestigiar la política. Entonces, parece que meterse en política está mal y que estar politizado es malo, cuando lo que yo creo que lo malo es ser sectario o ser fanático. Todo individuo nace en sociedad, el ‘yo’ tiene una dimensión social y, por tanto, la política es un valor imprescindible no ya para el bien común, sino para el desarrollo de una personalidad cívica. Y los ejemplos que la cultura puede dar son muchos.

Además, eso se junta con que advierto que hay algunos sectores de nostalgia hacia el pasado. Pero esa nostalgia no tiene solo que ver con el pasado, sino con el presente. Porque el nacimiento de la derecha autoritaria del fascismo es un sentimiento antisistema que de pronto cala en muchos jóvenes y cala como una reacción de rencor en un mundo lleno de valores desprestigiados. Y dentro de ese desamparo, se refugian en un líder que grita, que va de fanático y que incluso convierte la política en chulería.

Viejos cascarrabias, y jóvenes adánicos

P: En los últimos tiempos también hemos asistido a otro fenómeno: que los intelectuales también se radicalicen y muchas veces leamos opiniones de personas a las que admirábamos que nos dejan perplejos

R: Eso es así. Vivimos en un mundo que lo mercantiliza todo, y también los valores culturales, incluso el concepto del tiempo, del usar y el tirar. En vez de tener conciencia del pasado, se santifica el instante y todo va demasiado deprisa. Yo creo que hay gente que no tiene tiempo de pensar ni lo que va a decir. Por eso hay tanto bulo y tanta falta de responsabilidad.

Cuando El The New York Times acusó a Donald Trump de decir treinta mentiras diarias, él contestó que no decía mentiras, sino realidades alternativas. Y lo decía sin pudor ninguno, porque al día siguiente había otros mil focos de noticias y se olvidaba lo que había dicho. Así que hay esa dinámica de la prisa.

En cuanto a lo que comentabas, hay una ruptura generacional extrema, entre jóvenes y viejos. Yo creo que cada vez hay más viejos cascarrabias que creen que los jóvenes son tontos. Y, al mismo tiempo, cada vez hay más jóvenes autoafirmaticos que piensan que no tienen nada que dialogar con sus mayores. Así que se da la figura del viejo cascarrabias y la de los jóvenes adánicos.

Los viejos están ya en edad de jubilación y tienden a pensar que todo está en descomposición, que todo se hace mal, que España está a punto de saltar por los aires, que todo es un problema, que se va a destrozar lo que se había hecho. Y ese sentimiento cascarrabias suele facilitar las identidades cerradas, el dogmatismo y el fanatismo. En el caso contrario, los jóvenes adánicos piensan que lo van a refundar todo, que van a provocar ellos solos una ruptura generacional porque no tienen que aprender nada del pasado. Y ahí también hay un pensamiento dogmático. Así que estamos ante un panorama de viejos cascarrabias que se fanatizan a la derecha, y jóvenes que quieren lo contrario, autoafirmarse.

P: Y, en medio de todo esto, ¿dónde queda la cultura?

R: Pues sí. Habría que recordar que la cultura crea comunidad, da conocimiento, nos hace libres. Me gusta repetir siempre que la libertad no está solo en decir lo que se piensa, sino en poder pensar lo que se dice. Ha habido mucho interés en confundir la cultura con entretenimiento superficial. Y la cultura es algo que nos hace pensar, que nos hace preguntarnos por nosotros, por nosotras, por nuestras relaciones con la sociedad, que nos hace dudar de los dogmas, que nos prepara para tomar decisiones no desde el engaño superficial, sino desde la propia conciencia. Y eso es muy, muy importante. Por eso es tan importante comprender que la cultura nos prepara para la imaginación moral. Cuando leemos, cuando asistimos a una obra de teatro, nos permite vivir por dentro la vida de los demás. Y eso es fundamental para entender el dolor ajeno y también la alegría del otro, de manera que la cultura nos hace dueños de nuestras propias opiniones y nos hace gente común.

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P: Pero la cultura sigue siendo atacada por la ultraderecha (también por la derecha)

R: Hay una corriente de opinión, de desprestigio de la cultura en redes y debates. Si uno analiza objetivamente lo que invierte España en cultura en comparación con Francia y Alemania, se daría cuenta de que nuestros presupuestos son de lo más humildes, a nivel de Gobierno, pero también a nivel de comunidades y municipal. Y mientras hay campañas diciendo que todo se trata de chiringuitos, de amiguismos, que se derrocha el dinero. Pero nunca se dice nada de la actividad privada, que es donde están los grandes sueldos.

P: Y después está el tema de la censura por parte de Vox de obras culturales

R: Es terrible censurar una obra de Lope de Vega o de Virginia Woolf, o censurar a una actriz porque se considera enemiga política. Yo creo que se han erigido en talibanes, pero en realidad trabajan en servidumbre, son siervos con máscara de talibán. Porque como decía, nunca los verás criticar a los bancos, a sus beneficios y a la pérdida de los derechos de los usuarios. Que uno se estremece cuando una persona mayor va a un cajero y no hay personal en el banco que lo trate personalmente y luego le cobra por hacer una transferencia. Esa deriva de las atenciones bancarias es un verdadero ejercicio de explotación a los ciudadanos.

Ninguno de esos talibanes se meterá con un banco, ni con una empresa que sube la gasolina o la electricidad. Y, sin embargo, sí se meten con el Ministerio de Cultura, con el Ministerio de Educación o con el Ministerio de Sanidad para que haya personal cualificado y bien pagado que atienda los cuidados de una comunidad.

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