Cayó la noche en Singapur y con ella el imperio de Verstappen. Antes de lo previsto, pues los resultados en los entrenamientos libres auguraban una batalla feroz entre él y Sainz por la pole. Sin embargo, la luna de Singapur tenía una sorpresa preparada en forma de eliminación. No en cualquier sesión y no a cualquier piloto. La vivió Max Verstappen en la Q2. El neerlandés evidenció sus problemas a lo largo de todo el fin de semana en un circuito donde la mecánica no tiene tanta importancia como en el resto de trazados.
El de Red Bull se humanizó en Singapur. Tanto que acabó siendo vulgar. Tuvo constantes problemas con el cambio de las marchas que se tradujo en falta de tracción a la salida de las curvas. “Ha sido una experiencia absolutamente impactante”. Así describió Verstappen la sesión de clasificación. Durante toda la temporada había tenido entre manos un cohete, pero por primera vez este año se ha encontrado con un monoplaza normal. Y curiosamente, certificó su eliminación el ‘rookie’ Lawson con un Alpha Tauri, piloto y escudería dentro del organigrama de Red Bull. Superó también de Pérez que finalizó 13º tras sufrir un trompo cuando venía en vuelta rápida personal.
Sainz aprovecha el batacazo de los Red Bull
Los aficionados llevan deseando toda la temporada que Red Bull tenga un día malo para que Alonso lo aprovechara. Se sucedieron los grandes premios con el asturiano cumpliendo con su trabajo, pero sin consumarse la otra parte de la ecuación. Y cuando Verstappen tuvo problemas, Fernando no estuvo ahí para aprovecharlo. Sí lo hizo un inconmensurable Carlos Sainz en estado de gracia. Se llevó la pole por segundo gran premio consecutivo, quinta en su carrera deportiva. La más dominante de todas. Este domingo buscará romper la hegemonía de Verstappen con una victoria que tiene a tiro. Russell se coló entre los dos Ferrari y saldrá segundo. Por detrás de Sainz y delante de Leclerc.
La Fórmula 1 es uno de los deportes más cambiantes en menos tiempo. Lo que hace una semana tenía un gran valor, siete días después pierde importancia y la relevancia pasa a otros factores. Así ha ido sucediendo en los últimos dos grandes premios, tres con el de Singapur que ya ha recogido el testigo de Zandvoort y Monza. Hace dos semanas las miradas de todos los pilotos e ingenieros de equipo estuvieron más puestas en el cielo que en su garaje. La lluvia amenazaba el trazado de Zandvoort y dificultaba la elección de los neumáticos.
Aston Martin, en un segundo escalón
Siete días después, el Gran Circo se trasladó a Monza, cuna de la velocidad, y las prioridades cambiaron. Los ojos ya no estaban puestos en el cielo, sino en el trazado. Los viejos fantasmas de los límites de pista volvieron a entrar en juego. Y dos semanas después, en Singapur, otro intangible salió a escena: la temperatura. Los monoplazas tuvieron dificultades para alcanzar el punto óptimo de los neumáticos. Alguno, como Fernando Alonso, tuvo que dar dos vueltas de aclimatación antes de comenzar la cronometrada y saldrá desde el séptimo puesto. Mal menor teniendo en cuenta el rendimiento en los entrenamientos libres.
El mayor damnificado fue, al igual que en Monza, Lance Stroll, compañero de Alonso. Hace dos semanas le suprimieron su mejor tiempo por exceder el límite de pista y no pudo superar el primer corte y bajo la luna de Singapur, sufrió un accidente en la última curva que le impidió pasar a la Q2. Por algo al trazado de Marina Bay se le conoce como el Mónaco de alta velocidad. Un circuito revirado en el que los muros están muy cerca y donde el talento de los pilotos cobra mayor importancia. Dos carreras, y dos últimos puestos de Stroll. Para olvidar. La carrera se presume abierta, emocionante, indescifrable. Quizás todo lo que no ha tenido la F1 en 2023. Pero cuando lo tiene, como este sábado (y probablemente este domingo), ningún deporte iguala el espectáculo.