Entre entrevista y entrevista, se come un plátano para recuperar las fuerzas. “Es muy Instinto básico”, bromea mientras ingiere la fruta de una forma juguetona y escénica con las piernas cruzadas. Lleva un mono negro de lentejuelas y unas madreñas (el calzado tradicional asturiano que se asemeja a los zuecos holandeses). Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1985) se ha convertido en un referente en nuestro país por su forma de entender la vida, la música y la cultura popular.
Afincado en Asturias y con la irreverencia como método para encontrar (y mantener) la felicidad, el intérprete y terremoto artístico atiende a Infobae España con motivo del lanzamiento de Manual de Romería, un álbum que recopila su espíritu folclórico. “Pasáoslo bien que igual mañana estáis en el hoyo”, dice sobre la idiosincrasia de un disco que se podrá escuchar el 22 de septiembre.
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“La música tradicional, la música electrónica y el espíritu libertino”. Esos son los tres pilares que definen un proyecto artístico en el que el Cuevas hace una defensa férrea de las virtudes de un país diverso. “La variedad y la frescura es, para mí, la España más real en contraposición a todo ese mundo tan anquilosado”, sugiere. Por ello, cantar en asturianu tiene “mucha importancia” para él, pues es “la mejor forma” de preservar la lengua y de “mantenerla fresca”.
Pregunta. ¿Qué partes de ti vuelcas en este proyecto?
Respuesta. Me lancé a escribir muchas letras y melodías, entonces vuelco todo. Lo que fui acumulando durante bastante tiempo en lo musical, lo personal y también en lo profesional. Ahí está todo el aprendizaje que me dio el folclore, todas las vivencias, la gira, las fiestas, la vida en general.
P. En uno de los temas de tu nuevo álbum dices que los artistas sólo cantan a dos cosas, al amor y a la libertad. Afirmas que de lo primero ya tienes... ¿y de lo segundo?
R. El amor, por suerte, nunca me faltó. La libertad es algo que nunca hay que dar por hecho, porque en cualquier momento te la quitan. Es algo que no depende tanto de ti.
P. ¿Qué te evoca el folclore y la música tradicional?
R. Es una forma de entender la música y el arte, además te genera mucha autoestima y libertad creativa. El folclore une a muchas personas. Compartimos, nos guste o no, una lengua. La cultura popular une a todo el mundo, no importa la escala social, es muy aglutinadora.
P. ¿Qué definición le otorgarías a la cultura popular española?
R. Creo que lo que más nos podría definir a todos es la variedad y la frescura. Eso es, para mí, la España más real en contraposición a ese mundo tan anquilosado. Este rollo de la bandera, de definir a España como una cosa u otra... me da tanta pena. Si conocieran todo lo que yo conozco, que es tan diferente a esa mierda, a esa cosa tan limitada que tienen en la cabeza. Tienen una idea de España tan horrible, tan zafia, tan estructurada, tan enana. Yo conozco a un país variado y grande.
“La cultura popular une a todo el mundo, no importa la escala social, es muy aglutinadora”
P. Como artista, ¿cómo has vivido la censura del Partido Popular y Vox a obras, películas y, en general, a la cultura?
R. Es un drama que esté ocurriendo esto a estas alturas, además todo está emborronado, el debate está tergiversado y tan fuera de lugar. Evidentemente, la razón te dice que no tiene que haber censura, pero ahora se puede negar prácticamente todo, entonces, la gente que provoca la censura es negacionista de su propia censura. Es una luz de gas política constante. Te están censurando, pero a la vez te están diciendo que no te están censurando y que eres tú el loco que ve la censura donde no la hay. ¿Contra la luz de gas qué haces? Es un encierro, un secuestro emocional.
P. ¿Te molesta que se ponga en duda que la gente no pueda ser feliz en un enclave que no sea una ciudad?
R. La duda siempre me aborda en el sentido contrario, ¿cómo voy a ser feliz en una ciudad? Necesitaba encontrar la forma de volverme al pueblo y de ser feliz.
P. ¿Consideras que la gente, en general, no está contenta con su vida en la grandes urbes?
R. No, creo que sería muy condescendiente, pero sí que es verdad que no sé cómo se divierten. No me gusta ser integrista, aunque a veces diga frases que son muy radicales, no lo soy. Me parece que te lo puedes pasar muy bien en todos los sitios, es más, creo que el ser humano es capaz de adaptarse y de ser feliz en cualquier circunstancia. Pero sí, me parece un rollo. No sé qué hace la gente en la ciudad, ¿friegan los platos y luego van a gastar dinero? Luego, cuando la gente se jubila en las ciudades, entra en depresión.
“La gente que provoca la censura es negacionista de su propia censura [...] Es una luz de gas política constante”
P. ¿Consideras que tu apuesta musical es arriesgada?
R. Yo siempre quise ser arriesgado, eso no me preocupaba, lo que me sorprende es que la gente lo haya entendido así, como una propuesta tan guay. Al principio fue una sorpresa muy grande para mí.
P. ¿Cómo te enfrentas, o encuentras tu espacio, en una industria musical que tiende a la homogeneización?
R. La propuesta [artística] habla de no tener miedos ni pensar en los límites de la música tradicional. Intenté vivir sin esos complejos.
P. ¿Te gustaría presentarte al Benidorm Fest?
R. Uy, calla, calla. No. No me presentaría ni de coña, yo no quiero ser tan famoso. La fama es un peaje que no te da nada y que te quita mucho, sobre todo a esos niveles de fanatismo.
P. ¿Siempre te quisiste dedicar a la música?
R. No, fue algo que surgió, yo quería ser veterinario. Tenía un profesor de tuba, que se llamaba Pablo Merino, que me dijo un día: ‘¿Te quieres dedicar a la música?’. Y yo pensé, ¿existe esa posibilidad? Lo veía siempre como algo que formaba parte de la ficción, algo semiprofesional, y él me respondió que sí, que sí se podía. Y ahora, y desde hace unos años, vivo de la música.
P. ¿Cuál es tu proyecto soñado?
R. La Benéfica, en mi pueblo [Piloña]. Hace tres años nos compramos entre tres amigos y yo un antiguo teatro que ahora estaba abandonado, era un parquin. Ahora lo estamos convirtiendo otra vez en teatro. Está siendo un proyecto muy ilusionante para todo el pueblo, para nosotros también. Ese es el proyecto vital.