Era el año 1984, cuando el director Hayao Miyazaki, después de obtener una enorme popularidad en el campo de la animación televisiva gracias a su colaboración con Isao Takahata en series míticas que han pasado a formar parte del imaginario colectivo como Heidi o Marco, estrenaba el que sería su segundo largometraje y el primero realizado a través del célebre Studio Ghibli, Nausicaä del Valle del Viento.
Han pasado casi cuarenta años desde su estreno y, con la aparición de su nueva obra, El chico y la garza, quizás la última de su carrera, es el momento de analizar la obra seminal de su carrera.
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Una fábula ecologista que se adelantó a su tiempo
Nausicaä del Valle del Viento es el germen de todo: de la capacidad fabuladora de Miyazaki a la hora de crear metáforas acerca de la condición del hombre en el seno del entorno natural que le rodea, de su preocupación por los problemas medioambientales vertidos dentro de fábulas ecológica y humanistas de tintes mitológicos, de la creación de criaturas legendarias, de su fascinación por los artefactos voladores y de su capacidad para condensar atmósferas llenas de magia y elaborar argumentos impregnados por un ritmo aventurero casi épico.
El personaje de Nausicaä, además, también iniciaría toda una nómina de heroínas independientes, valientes y decididas, nobles y fuertes, capaces de hacer lo imposible por llevar a cabo sus propósitos ¿Como Ahsoka Tano y Sabine Wren en la nueva serie de Star Wars?
El film narra las aventuras de la princesa Nausicaä, que vive en una pequeña región en la que, gracias al viento que sopla, sus habitantes permanecen a salvo del veneno que emana un bosque cercano contaminado con gases tóxicos.
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Así, Miyazaki configura una naturaleza tan bella como peligrosa: la jungla mortal resulta tan exuberante y atrayente que termina erigiéndose como el elemento fundamental sobre el que los personajes canalizan sus emociones. Unos la quieren destruir, mientras que Nausicaä y su pueblo luchan por proteger la estabilidad del ecosistema.
El mensaje de índole pacifista impregna todo el sustrato significativo de la película, convirtiéndose en una afilada reflexión en torno al uso indiscriminado de la tiranía nuclear de las grandes potencias, muy en consonancia con el espíritu crítico que se perfilaba en otras películas de acción de los ochenta de carácter post apocalíptico (que abarcan desde Mad Max hasta Dune). Sin embargo, Miyazaki impregna su obra de un profundo humanismo poético y de una precisa armonía espiritual que entronca con sus creencias taoístas.
Nausicaä del Valle del Viento se erige así como una obra maestra temprana, el precedente directo de películas tan complejas y profundamente inspiradoras como La princesa Mononoke (1997) y, confirma lo que es más importante, que a pesar del tiempo transcurrido, no ha perdido ni un ápice de su frescura y su poder de fascinación.
No es de extrañar que ficciones contemporáneas, como Ahsoka, de Disney Plus, insertada en el universo de Star Wars, todavía beban de ella en muchos aspectos casi copiados, como la configuración de sus heroínas o de sus personajes subsidiarios, como el gato de Lothal, directamente calcado en Teto, la pequeña mascota que acompaña a la protagonista en esta película inspiradora para tantas generaciones.