José María Aznar lo ha puesto todo patas arriba y no era sencillo. Se lleva hablando de la amnistía varias semanas y la maquinaria política y mediática ya estaba quemando las balas. Felipe González, Alfonso Guerra o Emiliano García-Page en entrevistas radiofónicas. Hasta Tomás Gómez, dando forma todos ellos, junto a la oposición a Pedro Sánchez sin carnet del PSOE, a la imagen de un presidente dispuesto a la medida de gracia más trascendente desde los balbuceos de nuestra democracia por el mero interés urgente y particular de ser investido.
Pero hablábamos de Aznar: cuando el debate sobre la amnistía ya daba signos de cansancio o repetición, agotado el lenguaje técnico y el grueso, el expresidente se pronunció en la inauguración del Campus FAES 2023, este martes. De su exposición, este extracto: “Yo creo que España acumula energía cívica, institucionalidad y masa crítica nacional para impedir que este proyecto de deconstrucción constitucional, que este proyecto de disolución nacional, se consume. Pero es preciso activar todas esas energías en el marco de una contienda democrática y de afirmación del estado de Derecho”.
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Aznar había dicho “contienda”, pero añadió “democrática”, animando a una confrontación se entendió que dentro de los márgenes, pero sea por los términos, por su orden o por el momento (saltó horas antes la rebaja de pena a uno de los miembros de ‘La Manada’), el discurso puso fin a una prematura pero ya monótona acumulación declarativa y dio lugar a una escalada en la trinchera enemiga pero también en la propia. Isabel Rodríguez, desde el Palacio de la Moncloa, acusó al expresidente de “comportamientos antidemocráticos y golpistas” y llamó a Alberto Núñez Feijóo, no por casualidad, a poner orden y amonestar a su significado compañero. “¿Qué sería lo siguiente? ¿La llamada a un alzamiento?”, se preguntó en alto.
Isabel Díaz Ayuso se adhirió a la causa de Aznar y anunció su asistencia a una manifestación en Barcelona el 8 de octubre convocada por Sociedad Civil Catalana. Y de pronto, Génova estaba fuera de todo, sin foco, bajo dos de sus estrellas con más acólitos. Se le estaba yendo de las manos. Peor que Génova, a Núñez Feijóo, en plena crisis de liderazgo, como bien sabía Rodríguez. Así que ni 24 horas después de la sonada apertura del Campus FAES, Cuca Gamarra, miércoles, compareció para informar de “un gran acto en Madrid” el 24 de septiembre contra la amnistía. Sonaba a manifestación. El resto del día el PP se afanó en asegurar a la prensa, para que así lo hiciera saber, que la idea era previa a la irrupción de Aznar, sin poder negar que de no haber abierto la boca el expresidente jamás habríamos escuchado a Gamarra.
De un baño de masas a otro de realidad
En todo el miércoles no fue capaz dirigente popular alguno de aclarar en qué iba a consistir ese “gran acto”, al que pronto vieron el doble filo: ¿y si se sumaba Vox? Porque Vox coqueteaba con sumarse. La temida foto de Colón, de la que solo sobrevive, no sin daños, Santiago Abascal. De modo que nuevo giro este jueves y nueva aparición de Gamarra para puntualizar que será un “acto de partido en el marco de la investidura”, pero también que será “abierto” y que “cualquier ciudadano que quiera acudir podrá hacerlo”. ¿Entonces, puede ir Abascal? El PP no quiere sorpresas, o sustos, vino querer a decir la portavoz con esta frase: “Si hay otros ciudadanos, otras organizaciones que dicen que quieren acudir, nada impide que alguien acuda... Pues que nos lo comuniquen”.
Y aún quedaba un volantazo más, se desconoce si el último, este viernes. El lugar elegido había sido la Plaza de España de Madrid, pero “por aforo, disponibilidad y accesibilidad” será finalmente la Avenida Felipe II. Allí arroparán a Núñez Feijóo el propio Aznar y también Mariano Rajoy. El 24 a las 12:00 horas se verá en qué termina.
Aznar descosió por unas horas a su partido, pero el daño era involuntario. Este jueves se sentó con Carlos Herrera y echó una mano a Núñez Feijóo, al que ha recuperado para la causa y devuelto el protagonismo: si el hoy presidente del PP se lo pedía, acudiría al “gran acto” el 24 de septiembre. “Sé muy bien que hay personas que intentan buscar resquicios en la relación mía con Feijóo, y cuando no los encuentran porque no los hay, los inventan, porque inventar es gratis. La relación no puede ser más sólida”, zanjó.
Una preocupación menos en Génova, que tiene varias. Encara el principio del fin de un tortuoso e improductivo mes negociando la investidura y lo hace contra una amnistía que podría detener en caso de haber sabido articular una mayoría, pero de los determinantes solo ha convencido a Vox. Yolanda Díaz ni quiso reunirse con Núñez Feijóo, delegando en su portavoz parlamentaria; tampoco el BNG. Encima, el líder ha enfadado al número 1 del partido en Cataluña, Alejandro Fernández. “Que alguien me diga qué hay que hablar con ellos”, lleva días repitiendo. Lo dice porque el mismo PP que clama contra Puigdemont ha mantenido contactos con Junts. También los mantuvo con el demonizado Sánchez (para gozo del PSOE, que se mofó) y con otros tantos con los que no cayó que podría acabar necesitando. Sistema parlamentario.
Felipe VI encomendó a Núñez Feijóo formar gobierno y el encargado de la tarea no apurará los plazos en despachos, sino en la calle, en lo que todo apunta acabará siendo un mitin, por las dimensiones del lugar, con pocos problemas para dar imagen de lleno, de baño de masas. La venda antes de la herida, y la herida será otro baño, pero de realidad en el Congreso de los Diputados solo dos días después. La protesta preventiva es la antesala a entregar a Sánchez la iniciativa, y Sánchez no titubea. Ya avanzó hace unas horas: “Me voy a dedicar en cuerpo y alma a buscar una investidura auténtica”.