Entre la localidad madrileña de Fuenlabrada y Belgrado, la capital de Serbia, hay más de 2.500 kilómetros de distancia. Y, sin embargo, se trata de dos lugares que, desde 1992, son uña y carne gracias al baloncesto. Así quedó atestiguado, para siempre, este miércoles, en un partido amistoso al aire libre entre los fuenlabreños y el Partizan. Las imágenes virales en las redes sociales, que ya son historia y que resultan simplemente espectaculares, se produjeron a consecuencia de un ambiente sobrecogedor junto a la fortaleza y el parque de Kalemegdan: bengalas, fuegos artificiales, cánticos, una grada a rebosar… ¿Lo mejor de todo? Que el resultado fue lo de menos: sobre la cancha, había dos equipos hermanos.
“Sobre todo, me voy a quedar con el respeto y el amor que se tienen Partizan y Fuenlabrada. Sabía la historia, pero no que el vínculo era tan fuerte. La verdad es que es alucinante ver cómo nos animaban incluso a nosotros también. Cómo animan. No paran de apoyar durante todo el partido. Es algo que no había visto nunca y es una barbaridad. Ahora, a toro pasado, lo empiezas a pensar y fue una locura”, reconocía, aún en tierras serbias, uno de los jugadores del Fuenla, Edu Durán.
“Todo el equipo ha estado a gusto en Belgrado. Nos han recibido y tratado como en nuestra casa. La afición es algo increíble. Nos lo hemos pasado muy bien, hemos disfrutado del partido […] Cuando en los primeros minutos del tercer cuarto se llenó todo de humo y el pabellón se volvió loco, estuvo muy guay”, le sigue su compañero Rodijs Macoha.
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El madrileño y el letón, junto al resto de la plantilla que competirá esta temporada en LEB Oro (segunda división de la canasta española), recogen los frutos de una semilla que se plantó hace 31 años. Entonces, la guerra de Yugoslavia afectó de lleno a todos los ámbitos en los países de la zona, incluido el deporte de la pelota naranja. Cuando el conflicto estalló, había tres conjuntos balcánicos en la Liga Europea de la FIBA: dos croatas, KK Slobodna Dalmacija (vigente campeón: la Jugoplastika, para entendernos) y Cibona, y uno serbio, Partizan.
“Nosotros, en ese momento, acabábamos de inaugurar el Pabellón Fernando Martín. Como consecuencia de esta situación, estábamos un poco obligados a celebrar o producir algún tipo de eventos que tuviesen una actividad allí”, recuerda para Infobae España José Quintana, expresidente del Fuenlabrada y entonces alcalde del municipio (lo fue entre 1983 y 2002). Entonces, llegó el ofrecimiento, por parte de la Federación Internacional de Baloncesto, de albergar los partidos como local en la máxima competición europea de alguno de los equipos afectados por la contienda yugoslava. Split y Cibona también acabaron en España (La Coruña y Puerto Real, respectivamente). En el caso de Fuenlabrada, se optó por el Partizan.
“Éramos la ciudad más joven de Europa y la elección fue para el Partizan porque era también el equipo más joven de los tres”, resalta Quintana. Ya en el segundo entrenamiento de los serbios en su nuevo hogar, se vio que aquella situación podía ser realmente especial: “Zeljko Obradovic (entrenador, entonces y ahora, del Partizan) nos dijo que si queríamos traer a niños o cualquier persona de la ciudad a ver los entrenamientos. Fue lo que hicimos. Empezamos a traer colegios. El hecho de jugar un torneo europeo motivó mucho. También la guerra estableció un modo de solidaridad y apoyo”.
La gente acudió en masa a los partidos desde el principio. “En el primero, prácticamente tenemos un 85-90% de asistencia. En el segundo, aquello ya nos desbordó. Incluso tuvimos que poner unas gradas en la zona norte. A partir de ahí, aquello fue una especie de hermanamiento entre los aficionados y el Partizan. Se convirtió en el Partizan de Fuenlabrada: la gente lo animaba como si fuese un equipo propio, a nivel español”.
Campeones de Europa con el famoso triple de Djordjevic
Los de Belgrado accedieron en cuarta posición de su grupo, “seguramente el más difícil”, a los cuartos de final europeos: Joventut de Badalona, Estudiantes y Milán les precedieron. “Ganaron todos los partidos, menos uno, en Fuenlabrada. Curiosamente, esos cuatro se clasificaron para jugar la Final Four en Estambul”, apunta Quintana.
El Partizan aceptó la hospitalidad de Fuenlabrada de forma inmejorable en todo momento. “Ellos se portaban excepcionalmente bien. Después de terminar un partido, pasaban por la cancha, porque así lo pedía la gente, para que pudieran tocarles, aplaudirles, apoyarles… Se quedaban firmando autógrafos”, resalta el que fuera regidor fuenlabreño, que se queda con un encuentro por encima del resto: la victoria por 76-75 frente al Joventut, un 6 de febrero del 92.
“Se le gana de una forma muy parecida a como se le gana en la final. Me parece que quien mete el triple es Danilovic, a pase de Djordjevic, cuando quedaban unos seis segundos o algo parecido. En la segunda parte, el Partizan había estado tres-cuatro-cinco puntos abajo”, vuelve sobre aquello Quintana. La “sorprendente animación de apoyo al Partizan” provocó un enfado de los que hacen época del que era técnico de la Penya en esos momentos, el mítico Lolo Sainz.
“Se cabreó y, por la noche, en el programa de José María García, vino a decir algo así como que no éramos españoles, porque estábamos apoyando a un equipo extranjero. Al día siguiente, muchas emisoras me llamaron a mí y dije que eso era no entender nada, que aquí se les había adoptado como equipo de Fuenlabrada y que la gente había tenido un comportamiento coherente. Como cuando tú te echas una nueva amistad. En un momento determinado, si entiendes que apoyarle es defenderle para que intente ganar el partido es lo que haces”, defiende Quintana.
El rifirrafe se zanjó, pero el futuro duelo por el título continental, entre idénticos equipos, concluyó de la misma manera: triunfo del Partizan y triple icónico, en este caso de Djordjevic. Un éxito que bien pudieron haber seguido, en Turquía, los paisanos de Fuenlabrada, tal y como revela quien encabezaba su Ayuntamiento: “Estuvimos a punto de fletar un avión. Había cerca de 300 personas que querían acercarse a Estambul, pero la gente se enfrió cuando nos dieron un precio superior al inicial, con el que sí nos salían los números”.
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Finalmente, no se viajó desde Fuenlabrada, pero sí se festejó el hito. “La gente estuvo viendo el partido y se acercó a la Fuente de las Escaleras, bastante grande. Hubo más de 800 personas celebrándolo. El hermanamiento era total”, nos cuenta un Quintana que, gracias a esa experiencia, se llevó un amigo para toda la vida: Obradovic, que acabaría convirtiéndose en la persona con más Euroligas conquistadas en los banquillos (9). “Todos los años nos vemos en dos o tres ocasiones. El contacto no lo perdemos”, asegura, orgulloso.
El legendario Zeljko protagoniza, precisamente, una anécdota que ratifica, por si alguien todavía tenía dudas al respecto, su disciplina a la hora de llevar a los suyos hasta la gloria. “El día del Joventut, un jugador del Partizan, con todavía ocho segundos de posesión, tiró un triple desde unos ocho metros. Esto no le gustó nada a Obradovic. Al día siguiente, habíamos quedado a comer. Era una recepción que le hacía yo en el Ayuntamiento. Íbamos a ir juntos. Al acercarme al pabellón, veo que ya está terminando el entrenamiento. Estaban todos estirando y demás, pero todo el equipo tuvo que esperar a que este jugador tirase triples durante una hora”, detalla Quintana.
Una escena memorable entre las muchas que, en tan sólo unos pocos meses (de noviembre de 1991 a febrero de 1992), dejó, de forma imborrable, el Partizan de Fuenlabrada. “Que yo sepa, no se ha vivido una experiencia de este ámbito en ninguna parte de Europa. Nos cambió la vida a todos”, sentencia uno de los artífices de un nexo que va mucho más allá de lo puramente deportivo y que nunca, por mucho que pase el tiempo, expirará.