La incidencia de las conductas de acoso escolar decae y alcanza su cifra más baja en años. La percepción de los estudiantes de Primaria y Secundaria sobre el maltrato en las aulas se sitúa en los niveles más bajos de los últimos ocho años: un 11,8 % percibe que en su clase hay alguien que sufre bullying, frente al 24,4 % del curso anterior. Esta es la principal conclusión de “La opinión de los estudiantes”, un estudio que realiza cada año la Fundación ANAR junto a la Fundación Mutua Madrileña.
El estudio, basado en las respuestas de 9.616 alumnos/as de entre 11 y 14 años y 356 docentes de 209 centros de Madrid, Comunidad Valenciana, Castilla y León, Castilla-La Mancha y Baleares, refleja la cifra más baja de percepción de acoso desde que empezó a realizarse el informe en el año 2015, cuando uno de cada dos escolares pensaba que había un caso en su clase (50,1 %). La cifra ha ido bajando cada año, y ahora, la percepción es que uno de cada diez sufre los abusos de sus compañeros.
Los profesores no son tan optimistas respecto a la mejora de la situación en las aulas. Según el estudio, cada vez tienen más constancia de casos de acoso. Más de la mitad de los docentes encuestados (53,9%) han tenido conocimiento de algún caso de acoso escolar o ciberacoso en su colegio, una cifra que se sitúa ocho puntos por encima que en el anterior curso.
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Baja el daño físico, pero no el psicológico
Los alumnos ubican las tres principales forma de acoso dentro de daños psicológicos. Por un lado, la, violencia verbal: los insultos, motes y burlas siguen siendo la forma de agresión más común mencionado por un 88,1% de los preguntados. El segundo tipo de maltrato que perciben es el aislamiento (31,4%) y, el tercero, la difusión de rumores (25,9%). En este último curso, las agresiones físicas caen casi 20 puntos respecto al año anterior.
Benjamín Ballesteros, director técnico de Fundación ANAR, recuerda que no deben minimizarse los daños que el acoso psicológico puede producir, como la baja autoestima, la ansiedad, la agresividad, las autolesiones e, incluso, ideas de suicidio.
Abigaíl Huertas, miembro de la junta de la Asociación Española de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia, explica que los daños a nivel psicológico pueden variar en función de la edad, el tiempo que se prolongue la situación o del temperamento de la persona que lo sufre, entre otros factores. “No se puede saber a priori qué va a ocurrir en el cerebro de un niño o niña si le acosan sus iguales, pero sin duda tendrá impacto en el desarrollo de su autoestima, su personalidad y condicionará cómo se relaciona con otras personas en el futuro”, explica.
Uno de cada cuatro estudiantes implicados
Casi uno de cada cuatro estudiantes (23,3 %) reconoce haber participado sin darse cuenta en una situación de acoso, un porcentaje ligeramente inferior (1,1 puntos porcentuales menos) que el del curso anterior. En cambio, el 72,7 % segura que no ha participado en estas situaciones.
Entre los motivos más frecuentes para meterse con la víctima figuran su aspecto físico (64,6 %); por las cosas que hace o dice (56%); cultura, raza o religión (27,1 %); huele mal/viene sucio/a (25,1 %); quien se mete con él/ella es agresivo (22,5 %); tiene problemas de lenguaje (21,5 %); por sus notas (21,1 %) y por su orientación sexual (19,4 %).
Huertas señala que los colegios han ido elaborando protocolos que reciben el visto bueno de Inspección Educativa y que una vez que se activan, protegen al niño acosado y trabajan con él que acosa. “Realizan sociogramas y consideran si algún niño ha sido excluido de la clase, aunque sea inconscientemente”, cuenta. Pero añade que es necesario trabajar con todo el aula. “Lo más importante es que los niños aprendan que conductas no son apropiadas y que desarrollen empatía para valorar cómo su comportamiento afecta a los demás, darles oportunidad de reparar y trabajar con ellos y sus familias y explorar el estilo educativo y las experiencias vividas”, comenta.
En ese sentido, el estudio muestra que la mayoría de los alumnos entrevistados (93,4 %) no le seguiría haciendo daño a la víctima, si se da cuenta de que está sufriendo, más en primaria (91,3%) que en secundaria (87,1 %).
Señales de alarma
En el informe se hace hincapié en la necesidad de fortalecer todos los mecanismos de prevención del acoso escolar y estar atentos ante cualquier mínimo indicio de abuso en las aulas, Según ANAR, más del 70% de las víctimas tardan de media 11 meses en contárselo a sus padres.
Sin embargo, los padres, profesores y personas del entorno de los niños pueden ver algunas señales que alertan de la situación que sufre el menor. “Puede ser que un niño acosado no manifieste a priori ninguna señal, salvo que si le preguntes, te lo cuente”, señala huertas, que recuerda la importancia de mantener “una relación abierta, sincera y con una comunicación fluida con los hijos”.
No obstante, la psiquiatra infantil determina que hay algunas señales de preocupación que pueden ser útiles para detectar un caso como son “cambios bruscos de humor, cefaleas y dolores abdominales los días de colegio, sentirse enfermos o débiles por las mañanas antes de ir a clase, golpes o marcas en el cuerpo, apatía, mayor tristeza, pérdida de peso, mentiras, problemas de sueño, pesadillas o insomnio, somnolencia diurna, explosiones de ira.”
Estos comportamientos pueden indicar que algo pasa y dar pie a pedir una tutoría o explorar con el niño afectado o sus amigos , explica Huertas, que añade que “es muy recomendable una valoración por un psiquiatra infantil por si hubiera un trastorno de ánimo”.