El independentismo mide su fuerza en la Diada: las cifras de una marcha cuesta abajo desde el referéndum

La ANC ha criticado las negociaciones entre Junts, ERC y PSOE. El poder de convocatoria servirá para confirmar la pérdida de fuelle del movimiento a dos años de las elecciones catalanas

El año pasado, la ANC cifró en 600.000 el número de asistentes a la manifestación de la Diada. (Pau Venteo / Europa Press)

El independentismo llega a la Diada de este lunes con la amnistía en el centro del debate y la llave de la gobernabilidad en el bolsillo. Los resultados del 23J han dejado un escenario a priori favorable para los partidos soberanistas, que tienen en su mano la oportunidad de facilitar la investidura de Pedro Sánchez y evitar una repetición electoral. No obstante, el movimiento ha perdido fuelle en los últimos años, tanto en las calles como en las urnas. La convocatoria de este 11 de septiembre se presenta, por lo tanto, como una cita crucial para medir la salud del movimiento y su conformidad con un nuevo Gobierno de PSOE y Sumar.

El baile de cifras entre la Assemblea Nacional Catalana (ANC), que organiza el acto masivo de esta tarde, y la Guardia Urbana, dependiente del Ayuntamiento de Barcelona, ha sido casus belli durante toda la década. Los registros de la primera siempre están por encima de los que ofrece la administración pública, sin embargo, los dos muestran la misma realidad: lejos quedan las marchas multitudinarias de los años culmen del procès. En 2017 y 2018, con el referéndum como protagonista, el número de asistentes llegó al millón, mientras que en 2019 bajó hasta los 600.000. En 2022, tras dos años de pandemia, la convocatoria no tuvo más de 150.000 participantes, según datos de la Guardia Urbana. La ANC, en cambio, habla de 600.000.

De forma paralela, se ha consolidado el apogeo del PSC y la caída del independentismo en términos electorales. Este 23J, los socialistas obtuvieron 1.213.006 votos y 19 escaños. ERC y Junts per Catalunya fueron tercera y cuarta fuerza respectivamente, con 462.883 y 392.634 votos cada una. Los republicanos perdieron seis diputados con respecto a las elecciones generales de hace cuatro años, mientras que los de Carles Puigdemont se dejaron uno. El PSC ganó siete representantes y estuvo cerca de duplicar el número de sufragios. Sumar, por su parte, fue segunda fuerza y el Partido Popular, quinta.

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La expresidenta del Congreso, Meritxell Batet, junto al líder del PSC Salvador Illa. (Alberto Paredes / Europa Press)

La cita se deja un millón de participantes en 10 años

La marcha por el 11 de septiembre tocó techo en 2014, cuando se concentraron 1,8 millones de manifestantes en la Ciudad Condal, según estimaciones de la Guardia Urbana de Barcelona. El año del referéndum se detectó un ligero repunte, que fue recibido como un balón de oxígeno tras el pinchazo de 2016, pero la tendencia a la baja continuó durante las dos últimas convocatorias. Entre 2014 y 2022, el movimiento se ha ido desinflando hasta perder más de un millón de adeptos —1,2 según los datos de la ANC; 1,6 según el Consistorio—. El año pasado, el independentismo llegó más dividido que nunca, con un recorrido más corto de lo habitual y la guerra declarada entre las fuerzas soberanistas. Los representantes de ERC, de hecho, no participaron en la cita estrella del secesionismo catalán.

Este año, Junts y ERC tienen un papel decisivo en la aritmética parlamentaria. Pedro Sánchez, que ha conseguido teñir de rojo el mapa político catalán, tratará de sacar adelante su investidura —tras el previsible fracaso de la de Feijóo— con el de ambas formaciones. La ANC no ve con buenos ojos las conversaciones de los líderes independentistas con el Estado y tratará de agitar las calles para frustrar cualquier posible negociación. La Diada, además, transcurrirá con medio ojo puesto en las elecciones catalanas de 2025, que, de seguir la estela de los últimos comicios, podrían dejar la Generalitat en manos de Salvador Illa. El candidato socialista fue el más votado en las autonómicas de 2021, aunque el pacto de ERC, Junts y la CUP dejó el Govern en manos de Pere Aragonès.

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