Los potenciales riesgos de que una dictadura como Arabia Saudí compre una empresa clave de España como Telefónica

La probable entrada de Arabia Saudí como principal accionista de Telefónica trae consigo algunas preguntas y tal vez la relación de Qatar y Francia y el ejemplo del fútbol puede servir de idea

Telefónica, Empresas España, Arabia Saudí

En 2017, Bryan Fogel parecía intocable. Estrenaba su documental Ícaro, sobre el dopaje en el deporte ruso y conquistaba el Oscar al Mejor Documental. El director estadounidense se adentraba en una red de corrupción que le elevó a la cima y le daba carta blanca para afrontar cualquier historia, con la venia de Netflix, empresa que financiaba sus producciones. Fogel tuvo la ocurrencia de investigar la muerte de Jamal Khashoggi, periodista saudí asesinado por agentes del país. Ese documental no tuvo cabida en Netflix, terminó perdido en plataformas de segunda y pese a la buena acogida entre la crítica, no apareció entre las nominadas de ese año. La prensa especializada no dudó en vincular ese fracaso cinematográfico con los vínculos de Bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí, con Hollywood. “Creo que confirma lo que decimos en la película”, apuntaba el director.

Ahora que Arabia Saudí aspira a convertirse en el accionista mayoritario de Telefónica, a no ser que el Gobierno lo impida, ha habido voces alarmadas ante los riesgos en materia de seguridad que puede suponer para España que una de las dictaduras más ricas del planeta se adueñe de una empresa estratégica del mercado nacional. Las leyes del libre mercado han dejado de hacer gracia y son muchas las cuestiones que se lanzan al escenario mediático.

“En el fondo, Arabia Saudí lleva presente desde el principio de la democracia en España. La corrupción de Juan Carlos I nos quitaba soberanía porque si él está sobornado, te condicionaba la política de defensa y de seguridad. Es de las peores dictaduras del mundo en tema de derechos humanos y España nunca podría ser contundente porque su política exterior estaba condicionada”, apunta Hugo Martínez Abarca, autor del ensayo La alternativa republicana y diputado en la Asamblea de Madrid.

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La libertad de expresión, siempre frágil y delicada, no parece beneficiarse con la llegada del gigante árabe: “No hay que ser alarmistas, porque es un paso más dentro de ese intento que siempre han demostrado de tener atadas las reacciones de los gobiernos europeos frente a una dictadura, pero la impunidad democrática puede ser muy grave. Se pone el énfasis en la protección de datos, que es muy importante, pero Telefonica debe ser de los máximos anunciantes de los medios de comunicación. ¿David Broncano podrá hacer bromas sobre Arabia Saudi en La Resistencia?”, se pregunta Martínez.

Qatar como ejemplo de qué hará Arabia Saudí

De un tiempo a esta parte, la presencia de los países árabes ha tomado más presencia en el debate público y su normalización, a pesar de sus condiciones autócratas, ha sido completada. Con el fútbol como puerta de entrada mediática y empresas tecnológicas como fuentes de inversión, Oriente Medio ha dejado de ser para Europa un espacio de guerra para aparentar una tierra de oportunidades.

Juan Corellano, periodista de La Media Inglesa que viajó hasta Nepal para conocer de primera mano las condiciones laborales de los trabajadores migrantes en el Mundial de Qatar 2022, ve en la estrategia de Arabia Saudí una réplica del modelo qatarí. “Arabia Saudí está replicando todo lo que ha hecho Qatar. Si te fijas, Arabia Saudí es una península entera y tiene el pequeño anexo que es Qatar, pero ellos se movieron mejor y más rápido. Consiguieron el mundial, habían invertido en futbolistas como Xavi... Arabia Saudí intentó sabotear la candidatura mundialista e hizo un bloqueo terrestre y marítimo precisamente porque en Arabia sentían descontento porque los pequeños les habían sobrepasado”, asevera Corellano.

Prueba del tráfico de influencias que generan estos países gracias a sus inversiones estratégicas quedó reflejada con la compra por parte de la familia real qatarí del equipo de fútbol PSG, donde Messi y Mbappé han estado como estrellas estos años. “Platini, presidente de la UEFA, había acordado votar por EEUU y no a Qatar en la candidatura del Mundial 2022. Unos días antes de la votación, le llamaron a una reunión con el presidente francés, Sarkozy, en el Palacio del Eliseo. Al salir de allí llamó al presidente de la FIFA y anunció que votaría a Qatar. Eso es solo una idea de la dimensión de su poder. Francia estaba en deuda con Qatar porque había prometido que si había ayuda para lograr el Mundial, ellos harían inversiones estratégicas en el país. Luego compraron flotas de aviones, se volvieron accionistas mayoritarios del PSG y entraron en empresas del IBEX-35 francés”, recuerda Corellano, que ante esta anécdota cuestiona donde reside la verdadera soberanía: “Si otro es dueño de todo, hasta qué punto tu país es tuyo”.

Cristiano Ronaldo en un partido de la liga de Arabia Saudí. (Fayez Nureldine / AFP)

Jugar al libre mercado y luego pedir protección

Esa duda de sospecha en torno a la compra de Telefónica, el economista Juan Torres, del Consejo Científico de Attac España y catedrático de Economía aplicada en la Universidad de Sevilla, la cristaliza con más desconfianza añadida: “Los capitales no tienen más ética que el lucro. Hay un mayor riesgo porque no es solo un gobierno autócrata, sino criminal. Poner intereses estratégicos en capitales especulativos siempre es arriesgado”, apunta el economista.

Sin embargo, Torres hace dos apreciaciones de la compra saudí y echa la vista atrás para desmontar ciertos mitos del libre mercado: “Ha quedado demostrado que los argumentos que dieron en su día Felipe González y Aznar para privatizar empresas públicas eran falsos. Afirmaron que había que privatizar empresas porque no convenía que los gobiernos fueran propietarios de grandes empresas y resulta que otras han terminado en manos de otros gobiernos”, alega.

Torres remata el asunto y muestra una mirada muy negativa ante la operación: “Son sectores estratégicos que pueden generar dependencia y pueden afectar a la seguridad. Los argumentos que se dan para privatizar empresas son puramente ideológicos, al servicio de intereses comerciales. Cuando los mercados han empezado a funcionar y otros capitales se adueñan de estas empresas es cuando se pide protección. Estamos hablando de telefonía, que junto a las energéticas nunca debió haberse privatizado y solo se hizo para regalar capital a grupos de interés privado”, zanja.

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