El barrio de las Letras, La Latina, Chamberí o el Retiro son algunos de los muchos lugares que regala Madrid. En sus calles se puede respirar el olor a chocolate con churros, una vida pasada rebosante de arte, espacios donde la imaginación no tiene límites o terrazas donde tomar el aperitivo es tarea obligatoria.
Madrid es de esas ciudades que lo tiene todo y mucho más, tal y como expresan estos versos de Luis Quiñones de Benavente: “Pues el invierno y el verano, en Madrid solo son buenos, desde la cuna a Madrid, y desde Madrid al cielo”. La ciudad permite llegar a lo más alto casi sin darte cuenta. Y es precisamente en las alturas donde reside parte del encanto de la capital, pues si uno se fija con detalle puede vislumbrar secretos que muy pocos conocen.
Algunos son tan solo rumores, pero otros se alzan en forma de dioses que guardan y protegen una de las principales arterias de la capital: la Gran Vía. Estas figuras normalmente pasan desapercibidas, pero cada una de ellas esconde una historia que merece ser contada. Por ello, Infobae España ha hecho un repaso, junto con Isabel Lucas, historiadora y directora de Arte X Madrid, de las esculturas que adornan las fachadas de algunos de los edificios más emblemáticos de esta famosa calle madrileña.
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El origen de Roma
En el número 18 de la Gran Vía, sobre la fachada del edificio WOW, se puede encontrar la figura de la Loba Capitolina. En ella es donde reside la leyenda de la fundación de Roma, pues, según la mitología, la loba encontró a dos gemelos, Rómulo y Remo, a orillas del río Tíber. La criatura, contrariamente a su instinto carnívoro, amamantó y crio a los dos niños que acabarían fundando la ciudad de Roma en la colina del Palatino. Esta historia seguramente es conocida por todos, pero lo que se desconoce es el motivo por el que está en una de las arterias principales de Madrid.
De hecho, la Loba Capitolina es la primera escultura que apareció en una azotea de la Gran Vía, y el edifico donde se encuentra fue el primero que se terminó de construir en la famosa calle, en octubre de 1915. Así, los propietarios de esta construcción, el cual fue un hotel de lujo, llamado Hotel Roma, fueron los que decidieron colocar la imagen de la Loba Capitolina. Esto tiene cierto carácter publicitario, ya que se corona el edificio con el símbolo de la capital italiana.
La cúpula donde se incrusta es obra del arquitecto francés Paul Sanson y la inauguración del hotel tuvo una gran repercusión en la época. De hecho, acudió hasta el rey Alfonso XIII. No obstante, la escultural original desapareció en 1948 y nunca se ha encontrado, pero en 2021, los propietarios del actual edificio deciden recuperar la loba (una réplica) y devolver a la construcción su esencia y todo su valor histórico. Así, es una forma de rememorar el hotel Roma y la Gran Vía de principios del siglo XX.
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El peso de Madrid a sus hombros
Condenado por Zeus a soportar el peso del mundo durante toda la eternidad, Atlas emerge imponente sobre la azotea del edificio del Hotel NH Collection Madrid Gran Vía, en el número 21. A diferencia de la Loba Capitolina, se trata de una escultura contemporánea, de 2019, con la que los dueños del hotel “buscaron un poco hacer lo mismo que el Hotel Roma, buscar un aspecto que les diferenciara de los demás. Por ello, encargaron a una empresa de arquitectura, Future Arquitecturas, la construcción del Atlas”, explica Isabel.
La figura puede parecer que esté hecha de bronce, pero nada más lejos de la realidad, ya que está compuesta por fibra de vidrio. No obstante, sí es verdad que adquiere ese tono bronceado gracias a que está recubierta de polvo de bronce, dándole un aspecto más clásico. Con sus alrededor de tres metros y medio de altura, impresiona admirarla desde el sky bar del hotel, el animado Picalagartos. Allí, se pueden observar todo sus detalles y secretos.
Lo curioso de Atlas es la bola que carga sobre sus hombros, pues desde la empresa de arquitectura se hicieron eco de lo que se quería transmitir. Así, “la esfera del mundo es un juego de volúmenes y una referencia tridimensional al logotipo de la cadena hotelera. Además, junto a la escultura hay un cartel que habla de la necesidad de dar cobijo a quienes solicitan alojamiento”, cuenta la historiadora. Esta frase esconde una curiosa historia que es de las más especiales de la Gran Vía.
La leyenda hace referencia a la historia de Atlas, ya que Perseo, hijo de Zeus, en uno de sus viajes le pidió alojamiento. Y este, basándose en una antigua profecía que decía que los descendientes del rey del Olimpio traían malos presagios, se negó a darle cobijo. Ante esto, Perseo sacó de su bolsa la cabeza de la Medusa y Atlas se convirtió en piedra, formando la actual cordillera africana que lleva su nombre. La cordillera del Atlas, se extiende por cerca de 2,500 kilómetros a lo largo del noroeste de África, por Marruecos, Argelia y Túnez, y separa la costa del Atlántico y el Mediterráneo del desierto del Sahara.
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Una historia de amor en las alturas
No es París, pero Madrid ha sido testigo de infinidad de historias de amor, donde su espíritu tan especial ha escrito y dibujado sus calles y ha inundado multitud de corazones. Así, la Gran Vía ha visto como desde sus alturas se ha fraguado una de las leyendas más bonitas y especiales de la capital. Desde el número 32 y sobre la espectacular azotea del Primark, uno de los dos ave fénix de la calle, posa desde los años 50. Esta escultura ha pasado bastante desapercibida hasta 2017.
En este momento, justo en frente, en el número 31, sobre la fachada del Hotel Hyatt Centric Gran Vía, la escultora Natividad Sánchez realizó una obra para adornar este edificio. Se trata de Diana, la cual representa a la diosa romana de la caza, protectora de la Naturaleza y de la Luna, acompañada de sus cinco perros. “Es la que yo considero más una obra de arte en sí misma, como una manera de hacer diferente el edificio, pero sin tanta relación con el establecimiento”, cuenta Isabel.
La idea fue de la propia escultora y ella decidió relacionar y entrelazar las historias que tenía alrededor. “La mitología la podemos cambiar y adaptar, habiendo diferentes versiones de los mitos. Si nos fijamos, el ave fénix tiene encima sobre sus hombros a un chico. Para Natividad, este muchacho hace referencia a un personaje de la mitología llamado Endimión, según el cual creo la estatua de Diana o Selene, queriendo representar el mito”.
La leyenda cuenta como Diana, que debía de ser casta, se enamora de Endimión, por lo que cada noche, al bajar la luna, le visitaba a escondidas mientras dormía. Este amor prohibido llegó a los oídos de Zeus, y este envía al ave fénix para que secuestre a Endimión y le mantenga oculto toda la eternidad. Sin embargo, el fénix necesita regenerarse una vez cada 400 años y es ese día, según el mito, cuando Diana piensa que puede dar muerte con una de sus flechas al ave fénix y así recuperar para siempre a su amor.
Natividad Sánchez, a través de su obra, quiere representar justo este momento, reflejando el intento de salvar a Endimión por parte de Diana, el cual queda claramente expresado con las flechas grabadas en el suelo de Gran Vía, frente a la entrada del Primark. Esta hermosa relación entre las esculturas ha hecho que los números 31 y 32 de la Gran Vía sean uno de los puntos más especiales y más curiosos de toda la calle.
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El último rayo de sol de Madrid
En el número 60, muy cerca de Plaza España, se sitúa la escultura de El Romano, desde el año 1932. El edificio original fue proyectado por el arquitecto Emilio Ortiz de Villajos, pero tras los bombardeos de la Guerra Civil lo tuvieron que reformar en 1944. De este año es la fachada que podemos disfrutar hoy en día. La escultura se erige como decoración del edificio en estilo art deco, fue obra de Victorio Macho y cuenta con una altura de alrededor de ocho metros.
El edificio fue la sede de la Casa Social del Banco Hispano de Edificación. Tal y como señala Isabel, la escultura se representa con una figura masculina, una capa blanca y sobre su cabeza porta una casa. Esta casa significa el ahorro, aunque otros dicen que es símbolo del trabajo. A su vez, en la puerta del edificio se puede observar un medallón que reza: esta fue sede de la Casa Social del Banco Hispano de Edificación. A este le acompañan alrededor de seis medallones más que simbolizan diferentes monumentos como El Escorial, el Partenón o la Torre Eiffel.
Igualmente, la figura esconde un mito, pues si uno se fija con detalle en la casa, tiene una posición respecto al sol muy particular. Se dice que Victorio Macho quiso hacer un homenaje a la primavera, y cuentan que el 21 de marzo, el último rayo de sol que ilumina Madrid atraviesa la casa, según la historiadora. A su vez, ha recibido multitud de nombres como el Coloso o el Andante.
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El fénix: un símbolo de Madrid
Si el viajero se fija con detalle, se dará cuenta de que numerosas fachadas de Madrid están adornadas con un ave fénix. Esto tiene una historia muy curiosa, pues hace referencia a una de las empresas aseguradoras más importantes del siglo XX. Se trata de La Unión y El Fénix, una compañía que construyó lo que hoy en día es el edificio Metrópolis entre 1907 y 1911. Durante esos años se le conocía como el palacio de La unión y el Fénix y en su cúpula levantaron el primer ave fénix que va a “conquistar los cielos de Madrid”.
Esto sirvió a la empresa para diferenciarse de una forma increíble gracias a la creación de una imagen muy reconocible. Sin embargo, esa escultura la bajan del edificio en el año 1977 tras su venta a unos nuevos propietarios y trasladan su sede al Paseo de la Castellana 33. A día de hoy, en su jardín se puede ver la escultura original.
Para sustituir esta figura, los nuevos dueños decidieron subir la Victoria Alada de Federico Coullaut Valera. Cabe destacar, que todos los edificios que alguna vez fueron propiedad de la aseguradora cuentan con un ave fénix en su fachada, ya sea en Madrid o en cualquier otra ciudad de España.
De esta forma, a lo largo de Gran Vía, se pueden encontrar dos figuras del ave fénix, una es la de Gran Vía 32. Este edificio perteneció a la compañía y fue el primer centro comercial o almacenes comerciales que abren en Madrid. Por su parte, el del número 68 se sitúa en un edificio propiedad de La Unión y el Fénix a lo largo de los años 40 en adelante y construido por José Díaz Plaza. Actualmente, es un edificio de viviendas en el que los dueños han mantenido la espectacular fachada racionalista, así como la escultura.