Su última película la firmó en 2004, una adaptación de la novela de Eduardo Mendoza El año del diluvio, con Fanny Ardant y Dario Grandinetti. Desde ese momento, Jaime Chávarri (Madrid, 1943) se refugió en el documental, un género que le apasiona y gracias al que podemos admirar esa gran obra de culto que es El desencanto, esa pieza inclasificable que retrató a la familia Panero. Ahora, regresa con La manzana de oro, una comedia a modo de vodevil con un extenso reparto encabezado por Marta Nieto y Sergi López en la que demuestra que sigue siendo un auténtico espíritu subversivo porque, desde luego, esta película no se puede comparar con ninguna otra y está recorrida por un aliento libre en el que se combina lo ridículo y lo sublime sin solución de continuidad. Un histórico del cine español que habla con Infobae España.
Pregunta. ¿Por qué ha decidido volver ahora?
Respuesta. En realidad no ha sido cosa mía. Dejaron de ofrecerme hacer películas y en este caso me propusieron adaptar la novela de Fernando Aramburu (Ávidas pretensiones) y, como querían una comedia rara, me apeteció enseguida hacerla.
P. ¿Tenía ganas de rodar?
R. La verdad es que me daba igual. Yo soy feliz dando clases, que es lo que me gusta y no lo echaba de menos. No tenía ninguna espina clavada, pero esta película sí que me apetecía hacerla y me lo he pasado muy bien. Espero que se note.
P. Hace unos meses hablando con Manuel Gutiérrez Aragón, que también abandonó el cine más o menos al mismo tiempo que usted, me dijo que su decisión tuvo mucho que ver con el cambio de paradigma.
R. Nuestros productores habían muerto y lo que venía a continuación era diferente, sí, eran las televisiones las que decidían, por lo tanto, el concepto con el que nosotros habíamos configurado nuestra carrera había cambiado radicalmente, sobre todo en lo que se refiere a la manera de financiar y a las decisiones que eso terminaban provocando: el productor perdía poder de decisión, la libertad y las grandes cadenas lo ganaban. Por eso el cine de carácter más personal era más difícil de conseguir.
P. Ahora parece que hay una nueva generación que ha logrado alcanzar un equilibrio a pesar de las circunstancias apostando por una visión más personal.
R. Yo creo que incluso en las peores circunstancias, cada año el cine español ha dado un par de películas estupendas. A veces no cuentan con apoyos, o pasan desapercibidas, pero ahí están, como Espíritu sagrado, de Chema García Ibarra, que me parece una película de culto, una rara avis de las que a mí me gustan.
P. ¿Qué era lo que más le interesaba a la hora de adaptar la novela de Aramburu?
R. Eso de meter a una serie de gente en un mismo sitio durante tres días. Y quería hacer una comedia que no fuera de chistes, que es básicamente lo que se hace ahora. Cambiamos muchas cosas. Por ejemplo, en la novela no se habla de poesía, sino de personajes que son poetas, pero nunca se habla de eso que les une, de ese concepto superior, como si dijéramos. Y luego está el tema que más me interesaba, qué relación tiene una persona con el fracaso, con el éxito, con su ambición, con la envidia que siente hacia los demás. Todo eso estaba en el texto, pero yo quería concretarlo un poco más y recalcar que la mirada sobre los personajes no tiene por qué ser positiva.
P. ¿Cómo organizó un reparto coral tan amplio?
R. Había personajes que escribí pensando ya en alguien en concreto, como en el caso de Paca Gabaldón. O el de Vicky Peña. Necesitaba a actores muy de teatro, y junto a las directoras de casting fuimos completando el reparto. Con Vanessita hicimos más pruebas, pero al final tuvimos claro que tenía que ser Carla Campra. Luego se dio la casualidad de que todos se llevaron muy bien, se creó un ambiente muy agradable que ayudó muchísimo.
P. No deja de ser una casualidad que este año hayan regresado a la actualidad Víctor Erice y usted
R. Pues sí, no deja de ser una gran paradoja, porque El espíritu de la colmena fue una película muy importante para mí en todos los sentidos, en la que trabajé como director de arte.
P. Y ahora se le da a Erice el Premio Donostia coincidiendo con esa Concha de Oro a la película.
R. 50 años, eso es, es como si se cerrara un círculo.
P. Creo que Cerrar los ojos, es un poco más reconcentrada que La manzana de oro
R. Nadie podría dudar jamás de eso (risas).
P. En su generación había un poco de todo. ¿Cree que ahora el panorama es más homogéneo?
R. Ahora parece que solo se puede hacer un solo tipo de película, de gente hablando sentados, y eso igual no resulta muy atractivo para llevar a la gente al cine. Es un género que está abocado al naturalismo, siempre dentro de la época actual, con un reparto que no puede ir más allá de tres o cuatro actores. Es algo que también pasa en el teatro.
P. ¿Y qué piensa de la comedia actual? Se han copiado tanto las mismas fórmulas que también parecen haberse agotado
R. Yo creo que las fórmulas no funcionan y una de las cosas que han traído las cadenas y las plataformas es que sienten la necesidad de seguir patrones porque sin ellos están perdidos, necesitan esa seguridad. Y lo único que saben es repetir, repetir, repetir. Así que por eso desconfían de proyectos que no les ofrecen más de lo mismo.
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