Amor y deseo. El roce de los cuerpos como enfermedad y como cura. El sexo como liberación y como prisión. En Passages, la nueva película de Ira Sachs (Memphis, Tennessee, 1965), la pasión sirve como excusa para hablar de la “inconsistencia del comportamiento humano”. El matrimonio de Tomas (Franz Rogowski) y Martin (Ben Whishaw) entra en crisis cuando el primero de ellos conoce a Agathe (Adèle Exarchopoulos) en un rodaje. No entiende cómo, ni por qué, pero siente cómo su cuerpo se acerca a ella como un imán.
En un relato que ahonda en una especie de trío amoroso, que no es ni trío ni es romántico, Sachs es contudente: “Creo que las etiquetas no funcionan en esta película”, indica en una conversación con Infobae España. “Es algo generacional, ya no están de moda”, precisa. Para ejemplificar el deseo de un hombre, homosexual y casado, que se siente atraído por una mujer, Sachs abre su diario de anécdotas personales. “Cuando vi El inocente de Luchino Visconti me percaté del deseo que despertó en mí Laura Antonelli”, indica. “Soy un hombre gay, pero cualquier cosa puede pasar en cualquier momento”, admite que se dijo a sí mismo al salir de la proyección.
Passages es “una película libre y llena de placer” que se desarrolla en un escenario en el que “no se contempla la vergüenza”: ni en el amor, ni en el sexo, ni en la vida. Para Sachs, la cinta tiene un carácter punky por ahondar en una “intimidad y un deseo visceral que hemos perdido”. En cuanto al amor, ese término que sigue quebrando todas las teorías que sobre él se estipulan y crean, “es una palabra que podría definirse en 5.000 páginas, no hay fin para describir la complejidad de por qué una persona necesita las cosas que necesita y por qué otra quiere las cosas que quiere”, indica el cineasta.
“Las etiquetas no funcionan en esta película, se trata de algo generacional, ya no están de moda”
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En Estados Unidos, Passages recibió una calificación en la que la película no se recomendaba para menores de 17 años. En España, sin embargo, el sistema de clasificación por edades fue más benévolo con la cinta de Sachs: no se recomendó para menores de 12 años. El estadounidense consideró la decisión de su país natal como un tipo de “censura” al considerar el sexo y la libertad corporal como dos elementos prohibitivos. “La gente quiere ocultar el cuerpo porque es peligroso para el capitalismo”, sentencia. “La desnudez ha desaparecido en el cine actual”.
En ese grito de alerta también hay un mensaje “peligroso” de cara al futuro: “Ciertas imágenes no se van a permitir”. En ese aspecto, Sachs evidencia que la censura es, simplemente, “otro tipo de placer” para los individuos que la ejercen. En una coyuntura en la que resulta sencillo avistar una regresión de los derechos de ciertos colectivos, el director considera que “todo progreso viene siempre acompañado de un retroceso, lo demuestra la historia del ser humano”.
“Las imágenes están mucho más reprimidas en la actualidad”, explica Sachs, para quien el revisionado del pasado se convierte en un ejercicio lúdico de las restricciones del presente. “Si vas a 1979 y ves películas de cineastas como Pasolini, Fassbinder o Chantal Akerman, observas una relación distinta con el cuerpo y con la libertad, por eso creo que es importante ir hacia atrás para darnos cuenta de que el progreso no sólo se gana, también se pierde”, apostilla.
“Cineastas como Pasolini o Akerman tenían una relación distinta con el cuerpo y la libertad, es importante ir hacia atrás para ver que el progreso no sólo se gana, también se pierde”
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En todo lo relativo a la huelga de guionistas y de actores que ha paralizado Hollywood, Sachs habla del enorme “impacto” que esta está teniendo en la vida de mucha gente que depende del gremio para salir adelante y que “está encontrando dificultades para mantener su casa y su bienestar”. “Mucha gente de la industria no se puede mantener con lo que gana” y, no sólo eso, sino que existe “una gran diferencia entre los salarios en las productoras”.
Inspeccionando el futuro del cine y de las salas tras el éxito del Barbenheimer (el fenómeno que fusiona los dos éxitos de la taquilla estival, la Barbie de Greta Gerwig y el Oppenheimer de Christopher Nolan), Sachs considera que “es muy difícil pensar que Mattel es la esperanza del futuro” para la industria audiovisual. “Estas dos películas han estado en el 80 por ciento de los cines en Estados Unidos pero, ¿dónde están el resto?”, se pregunta.
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