Marta (Katia Borlado) vive en Madrid y está a punto de mudarse a vivir con Leo (Antonio Araque). Leo quiere a Marta, pero ésta se marcha a Gijón a pasar el verano con la familia y con sus amigas de la infancia. Marta quiere a Leo. A ratos, al menos. O eso piensa ella, que no quiere admitir que en su cabeza habita un monstruo de siete patas llamado confusión. Marta trabaja como auxiliar en la universidad y da clases de natación. No es lo que quiere, pero peor es no tener ingresos. En Asturias, la protagonista se reencuentra con Pablo (Álvaro Quintana), un amor de la infancia. De la adolescencia. De la vida. Leo no lo sabe. Ella no quiere contárselo.
Notas sobre un verano, la cinta dirigida por Diego Llorente que se presentó en el Festival Internacional de Cine de Róterdam, orbita sobre la duda que reina en las generaciones que han crecido entre crisis económicas y sanitarias. Aquellas que oscilan entre trabajos, decisiones y romances. “Como seres humanos somos personas contradictorias, no siempre tenemos claro hacia dónde vamos, no siempre tomamos buenas decisiones, huimos hacia delante y luego tenemos que volver atrás para revisitar cosas que ya creíamos cerradas”, indica Borlado, la actriz principal, a Infobae España.
La intérprete, que da vida a Marta, sintió que había “una similitud” con el personaje de la ficción. “Intenté fusionarlas de alguna manera”, precisa, uniendo su personalidad a todos “los ingredientes que se mueven en la película”. En el caos que reina en la mente de la protagonista, Katia encuentra un punto de entendimiento que va más allá de la “lógica”. “Se mueve en nuestro presente y creo que, por eso, todo el mundo puede llegar a entenderla”.
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El currículum de las ciudades
En Gijón, Marta conserva los sueños de su adolescencia. Tiene calma, tranquilidad y una realidad alejada del frenesí ansioso de las grandes capitales. En Madrid tiene más oportunidades laborales, la capacidad de toparse con la libertad en cada esquina de la ciudad y una mayor oferta de todo tipo de actividades. En Gijón está Pablo. En Madrid está Leo. En ambos lugares está la duda. “Lo que más me gustó del guion fue que podía entender bien desde dónde Marta se podía sentir más perdida”, relata la intérprete sobre esos dos mundos (Madrid-Gijón) entre los que habita.
Katia empatiza con la mujer a la que da vida en la gran pantalla porque retrata a la perfección esa mutilación de la elección. “Estamos perdidos porque estamos transicionando hacia otra realidad”, indica la actriz. Una nueva perspectiva vital en la que “está dejando de haber unas edades estipuladas” para cosas como la maternidad, el matrimonio o la compra de una vivienda. “Con 32 años me siento una posadolescente, pero también siento el tic-tac”, ejemplifica para explicar ese faux pas en el que habitan las nuevas generaciones. “Vamos a trompicones porque no hemos podido progresar, y pasa lo mismo con las relaciones, que han dejado de ser un blanco o negro”, insiste.
“Las relaciones han dejado de ser un blanco o negro [...] estamos perdidos porque estamos transicionando hacia otra realidad”
Una de las claves que, según la intérprete, diferencia a la generación de sus padres con la suya, y que hace que “tenga fe” en sus coetáneos, es hablar. La comunicación a secas y en todas sus aristas. “Marta, Leo y Pablo no son honestos consigo mismos y eso hace que no lo sean con los demás”, relata. Para Katia, Notas sobre un verano no tiene un cierre (ni cree que deba tenerlo, ahí está la gracia de todo) porque es “una huida hacia delante y ya veremos cuándo me estrello”.
La intérprete considera que los jóvenes de ahora no tienen pavor a la hora de hablar de la depresión, de acudir a terapia, de la ansiedad, de los miedos o de la incapacidad de lidiar con la rutina. “A veces las cosas van más con nosotros que con el mundo”, suscribe.
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Inestable(s)
Uno de los grandes síntomas de la incertidumbre actual es el mundo laboral. Perseguir los sueños sale caro y, a veces, poco rentable. Pero sobre eso tiene algo más que aportar la propia Katia, a la que no se le caen los anillos por admitir que ha sido (y a veces sigue siéndolo) “dependienta y camarera”. También ha trabajado como animadora o en una discoteca. “Muchas veces la gente te ve en la televisión haciendo dos series seguidas y se piensa que estás nadando en el billete”, comenta entre risas.
“Muchas veces la gente te ve en la televisión haciendo dos series seguidas y se piensa que estás nadando en el billete”
La actriz considera que su profesión siempre ha sido (y será) “inestable”, pero afirma estar cansada de tener que pelear cosas como “que te den de alta en la Seguridad Social” o que “pueda cobrar un salario bajo convenio”. “Da rabia ver que has trabajado muchísimo y que no te puedes permitir estar dos meses tirando de ahorros mientras sale otra oportunidad”, concluye.
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