Con sus pequeñas y bellas calas, sus pueblos con un encanto especial y una buena temperatura durante prácticamente todo el año, las islas Baleares son uno de los destinos favoritos para disfrutar de unos días de verano. Ahora con septiembre a la vuelta de la esquina son perfectas para dar los últimos coletazos a la estación estival y disfrutar de un relajante baño. En este sentido, la isla de Menorca es perfecta gracias a todos los secretos que esconde y al paraíso que alberga.
Pero más allá de sus conocidas calas, la isla ofrece mucho más. En ella, el viajero puede descubrir multitud de rincones que cuentan con una historia e identidad propia que asombra a cualquiera que se acerque. Este es el caso de la isla de Lazareto, un islote ubicado en Mahón, el centro administrativo de la isla y cuyo puerto natural es el segundo más grande del mundo, solo por detrás del de Pearl Harbour.
La isla
En primer lugar, un Lazareto es un establecimiento sanitario donde se trataban enfermedades infecciosas. Así, el conjunto arquitectónico de la isla de Lazareto se construyó en 1793 por orden de un ministro del rey Carlos III, el Conde de Floridablanca. Su función fue prevenir la propagación de la peste bubónica que pudieran traer barcos provenientes de Oriente o Norte de África por toda la isla. Durante casi un siglo se convirtió en uno de los lazaretos más importantes del Mediterráneo occidental hasta que dejó de funcionar en 1919.
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Entró en funcionamiento en 1817 y durante sus más de 100 años de servicio, 13.864 barcos pasaron cuarentena y un total de 111.184 pasajeros y 276.693 tripulantes fueron aislados entre sus muros. Estos forman una muralla de piedra de 1,2 kilómetros por 7,5 de alto, además de poseer cuatro puertas que conducían a las tres zonas de aislamiento delimitadas dentro del Lazareto.
La primera es la que se conoce como ‘apestada’, la cual estaba reservada a los tripulantes de barcos con epidemia a bordo. Contenía tres enfermerías con seis habitaciones, cocinas, retretes, lavatorios, un pozo de agua potable, locutorios y una torre de vigilancia. La ‘sucia’ albergaba a los navegantes que tenían enfermedades no infecciosas. Constaba de tres casas iguales para pasajeros con ocho habitaciones cada una, cuatro huertos, dos enfermerías, quince oratorios, cinco grandes almacenes, un corralón para ganado y una torre de vigilancia.
Por su parte, la ‘sospechosa’ aguardaba a los barcos que llegaban a puerto con algún enfermo entre sus tripulantes. El edificio principal estaba formado por tres alas y una galería con columnas de piedra en sus dos plantas. También contenía un pozo, una torre de vigilancia, una enfermería con ocho salas, un huerto con noria, una casa para el labrador y un almacén. Y en su parte sur, dos edificios iguales para alojar a patronos, pilotos y escribanos (información de RV Edipress).
¿Cómo visitar la isla?
La isla es solo accesible en barco, el cual parte desde el Muelle de Cales Fonts, en Es Castell (Mahón). Este es el comienzo de una visita guiada de alrededor de 2 horas y 30 minutos de duración que se realiza desde el mes de abril hasta finales de octubre, este año el último día es el 29.
El horario de las visitas es los jueves a las 17:00 h en inglés, los martes a las 17:00 h en catalán o castellano, y los domingos y sábados alternos a las 10:00 h en catalán o castellano. En cuanto a los precios, la tarifa general es de 18 €, para menores de entre 4 y 12 años es de 9 €, para jubilados y mayores de 65 años es de 12 € y para menores de 4 años es gratuita.
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