Hay días en los que las cosas no salen tan bien como podrían. El pie izquierdo es recurrente y no queda otra que cubrir el expediente y pasar página cuanto antes. El de este miércoles no fue el mejor partido para engancharse al baloncesto. Ni de lejos. Sin embargo, España cumplió con la misión que tenía encomendada: ganar y pasar a la segunda fase del Mundial invicta. Un logro bastante importante, puesto que se arrastran los resultados del grupo inicial y esperan Letonia, el viernes, y Canadá, el domingo. Compromisos en los que lo deseable es que la imagen sea mucho más notable que la que se dio ante Irán: no pudo quedar más claro que el encuentro era, por encima de todas las cosas, un incordio (65-85).
El orgullo le correspondía lucirlo en mucha mayor medida a los iraníes, ya eliminados y sin nada que perder. Llegaron a mandar hasta por nueve puntos, aprovechándose de la relajación defensiva española. A Sergio Scariolo no le gustó nada lo que vio, ya que la fluidez brilló por su ausencia hasta que tocó sentenciar el duelo. Cuando eso sucedió, la segunda mitad estaba bien avanzada.
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Ya en los 20 primeros minutos, quedó claro quiénes iban a cortar el bacalao en las filas españolas. Por un lado, los Hernangómez. Sobre todo, un Juancho especialmente sólido en el tiro, mostrando las hechuras ofensivas que ya le han llevado a protagonizar jornadas memorables con la camiseta de La Familia. Su hermano mayor, Willy, se aplicó en lo de siempre: hacer daño por dentro.
Junto a ellos, brilló un Santi Aldama cada vez más cómodo como internacional absoluto. Su protagonismo en los momentos más tediosos del duelo, cuando todavía no se había encontrado el flow suficiente para tumbar la resistencia de Irán, no puede pasarse por alto.
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Irán da la cara
Continuar cogiendo sensaciones, sumar la tercera victoria de tres posibles y que Rudy Fernández (aun sin jugar) igualase a Juan Carlos Navarro como jugador español con más internacionalidades (253) resultaron las únicas aportaciones valiosas de un compromiso realmente engorroso. Tanto es así que el que escribe juraría que, en un momento dado, llegó a escucharse el Réquiem de Mozart en un tiempo muerto. Una banda sonora inmejorable para describir el ambiente soporífero que reinó desde el salto inicial hasta el bocinazo final.
El físico al que los jugadores de Irán lo fiaron todo para dar la talla se les atragantó a sus homólogos españoles hasta después del paso por los vestuarios. Sí, las apariciones de los Hernangómez y Aldama permitían distanciarse a la vigente campeona del mundo. Al igual que los triples. No obstante, los de Oriente Próximo volvían, liderados por Amini y con un Haddadi que provocó algún que otro quebradero de cabeza hasta que el primer clasificado del grupo G pisó el acelerador. Pero no demasiado: la máxima renta, un +20, llegó pidiendo la hora.
Tras un oasis que no podía ni debía ser un espejismo, en menos de 48 horas sólo valdrá emplearse a fondo, con los cruces en el horizonte. Entonces sí que no bastará con medias tintas y entrará en juego, además, el ‘elige tu propia aventura’: en función de lo que pase al medirse con letones y canadienses, el camino será apetecible en mayor o menor medida en las eliminatorias.
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