El 47% de los pueblos aumentan su población tras la pandemia, pero la mayoría están cerca de ciudades o tienen potencial turístico

Los municipios de menos de 10.000 habitantes registran 133.394 residentes más que en 2019 y la repoblación se consolida en algunas zonas. En contraste, Cuenca, Soria y Teruel vuelven a perder población en el último año

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Cubla, un municipio de Teruel
Cubla, un municipio de Teruel de 60 habitantes en 2022 que tenía 58 en 2019. (EFE/Antonio García)

La despoblación se refleja tanto en los datos demográficos como en los económicos. Las tres provincias con menor densidad poblacional, Soria, Teruel y Cuenca, solo produjeron el 0,9% del PIB de España en 2020, mientras que las dos provincias con más población por km² (Madrid y Barcelona) produjeron el 33,8%. En 1980, hace 40 años, Madrid y Barcelona producían el 29,05% del PIB y las tres demarcaciones menos pobladas el 1,16%, lo que evidencia una intensificación de la brecha territorial.

La pérdida de población y de peso económico de los pueblos ha sido progresiva a lo largo de las últimas décadas, pero la tendencia se frenó parcialmente tras la pandemia de la COVID-19 y se mantiene en 2022. Municipios rurales que perdían población empezaron a ganarla, de manera que casi la mitad de las localidades con menos de 10.000 habitantes en 2019, el 47,1%, tuvo más residentes en 2022 que en dicho año, según las cifras oficiales de empadronamientos del INE.

En concreto, los municipios de menos de 10.000 habitantes registran 133.394 residentes más y 3.481 de ellos (de un total de 7.378) ganan población en comparación con el año anterior a la pandemia. Si se desagrega por los pueblos de menos de 5.000 habitantes, la ganancia es de 60.283 personas. Pese a los datos positivos, el fenómeno es menor de lo que asegura el Gobierno. En una intervención en el Congreso de los Diputados, entre otras ocasiones, la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, aseguró la población de los municipios de menos de 5.000 habitantes aumentó en 200.000 personas entre 2019 y 2022.

Los pueblos de menos de 10.000 habitantes que más población ganan en términos absolutos son San Fulgencio y Finestrat, ubicados muy cerca de la costa en la provincia de Alicante, y Casares, ubicado en la provincia de Málaga, a pocos minutos de Estepona (ciudad más grande que las capitales Cuenca, Soria o Teruel). En la franja de los de menos de 5.000 (en 2019) lideran Yebes, El Viso de San Juan y Pioz, ubicados en Guadalajara y Toledo y a una hora de Madrid. De hecho, los dos últimos ya han superado la barrera de los 5.000 en 2022.

En un informe reciente elaborado por economistas de Esade y de la Universidad Pontificia de Comillas titulado Despoblación y políticas de lugar, los autores llegaban a conclusiones que encajan con estos datos. Según su análisis basado en las cifras hasta 2020 de la Estadística de Variaciones Residenciales del INE, el crecimiento de los municipios pequeños se concentra en el litoral mediterráneo y las islas, en torno a las capitales de provincia y grandes ciudades y en los ejes principales de comunicación.

Además, sostienen que la mejora de los saldos de los municipios de menos de 10.000 habitantes se explica, sobre todo, “porque la pandemia frena el éxodo de los municipios pequeños y rurales y no tanto por la llegada de población de las ciudades a los pueblos”, como se ha comentado durante estos años a raíz de la pandemia. De hecho, los autores afirman que, aunque las variaciones estén siendo positivas para parte de las localidades rurales, serán “seguramente temporales”, por lo que “no podemos pensar que la pandemia ha favorecido una vuelta hacia las zonas rurales”, concluyen.

Una conclusión parecida expone el director de Economía Pública de Funcas, Eduardo Bandrés, y autor del estudio La despoblación de la España interior. A preguntas de Infobae España asegura que 2021 y 2022 son “dos años que marcan una excepción en la evolución económica del país, de modo que no puede hablarse de una corrección de la tendencia declinante de los años anteriores”.

La repoblación no se consolida en Cuenca, Soria y Teruel

Las provincias de Cuenca, Teruel y Soria tienen densidades de población por debajo de los 12,5 habitantes por km², lo que les hace estar reconocidas por la Unión Europea y por España como Regiones Escasamente Pobladas, algo que en el sur de Europa solo se da en una región de Grecia y en otra de Croacia.

El fenómeno de repoblación impulsado a partir de 2020 no ha surtido efecto en Cuenca, que ha perdido población todos los años desde 2019 tanto en la provincia (-1.114) como en la capital (-1.301). La provincia de Soria sí ganó población en 2020 y 2021 por la pandemia, pero en 2022 ya registra 259 habitantes menos que en 2019, lo que demuestra que la ganancia no se ha consolidado. La capital, en cambio, sí registra aún 52 habitantes más, aunque la tendencia es decreciente (pierde 245 habitantes en comparación con 2021).

La provincia y la capital de Teruel tuvieron una ganancia notable de población en 2020 y 2021 y todavía retienen parte (284 más en la provincia y 10 más en la capital), aunque la tendencia también es de pérdida poblacional en el último año. Esto contrasta con otras provincias con despoblación, como Huesca, que sí ha logrado mantener las ganancias anuales, incluso en 2022, focalizadas en los pueblos cercanos a los Pirineos.

El economista Diego Loras, uno de los autores del estudio de Esade y candidato al Congreso por Teruel Existe el 23J, considera que “el boom no se ha consolidado” en términos generales. Señala a Infobae España que ni las empresas y ni el sector público están ofertando “todo el teletrabajo que deberían” para permitir que sus empleados vivan en lugares distintos a los que se encuentra el centro de trabajo. Aunque sí cree posible que las ganancias de población se consoliden en provincias con infraestructuras de acceso rápido a Madrid o a otras ciudades.

La despoblación también perjudica a las ciudades

Tener un peso económico y poblacional tan desigual a lo largo del territorio también genera efectos negativos en las ciudades. Según explica Bandrés, en las zonas urbanas la congestión afecta al precio del suelo y de la vivienda, la contaminación, los tiempos de los desplazamientos y la pérdida de calidad de algunos servicios públicos o el deterioro de los barrios con mayor antigüedad. En el espacio rural la despoblación provoca efectos negativos sobre el patrimonio natural, mayor gravedad de los incendios, desertización y riesgos de todo tipo sobre la producción agrícola y ganadera, que resulta determinante de la calidad y precios de los alimentos.

En los últimos años, el Ejecutivo ha llevado a cabo un intenso despliegue de conectividad digital en las zonas rurales. De hecho, el ministerio que dirige Nadia Calviño se marca el año 2025 para terminar de cerrar la brecha digital en conexión a internet de banda ancha vía satélite en las zonas rurales. Según Bandrés, esta política va en la “buena dirección” y es “fundamental” para garantizar el acceso del medio rural a las oportunidades que ofrece la nueva economía, pero “por sí sola no garantiza la instalación de nuevas empresas”. Por lo que aboga por políticas con más protagonismo de los agentes locales.

Desde Esade recuerdan que las políticas “top-down de grandes infraestructuras” (aeropuertos, etc.), “no suelen ser una buena idea”. También consideran que el foco de las políticas contra la despoblación debería centrarse en favorecer las condiciones “para que se genere actividad económica en las zonas en declive”.

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