En 1965, Concha Velasco sacaba su disco Calor, con una canción con el mismo nombre y con unos estribillos que decían lo siguiente: ¡Qué calor en la ciudad!, ¡Es imposible de aguantar!, ¡La ropa llega a molestar!, ¡El viento no quiere soplar!, ¡Las calles llegan a quemar!, ¡No hay lugar fresco para estar!
Casi 60 años más tarde, la situación climática no ha hecho más que empeorar. No sabemos a qué ciudad se refería la cantante y actriz, pero, si el disco saliese ahora, casi con toda certeza podríamos apuntar a Madrid, donde la última ola de calor ha dejado temperaturas por encima de los 40 grados, con diferencias muy notables entre los distintos puntos de la ciudad.
El estudio Urban Heat Snapshot, realizado por la consultora internacional Arup, ha demostrado que la diferencia de temperatura entre el centro y la periferia de Madrid es de hasta 8,5 grados. Desde la consultora explican que esto se debe al llamado efecto isa de calor, que provoca que el interior de la ciudad acumule más calor que el exterior, especialmente por la noche. Uno de los factores que induce a este efecto es que los materiales que componen la ciudad (hormigón, asfalto o cemento) tienen una gran capacidad de almacenaje de energía térmica, que se libera por las noches y provoca que la temperatura descienda e impide que la ciudad se refresque.
La investigación, que se ha realizado a través de inteligencia artificial e imágenes por satélite para cartografiar los focos de calor más extremos en los 150 kilómetros cuadrados del centro urbano de varias ciudades, concluye que el efecto isla de calor es mayor en Madrid que en otras ciudades como El Cairo, Londres (4,5º), Los Ángeles, Bombay (7º) o Nueva York (4,5º).
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Este efecto también está relacionado con factores como la ausencia de zonas de agua y sombra, la escasez de espacios verdes. De hecho, el punto más caliente de la capital fue la plaza Juan Pujol, en el barrio de Malasaña, que cuenta con un 3% de vegetación. El más frío se registró al norte de la Casa de Campo, donde existe un 89% de vegetación.
Madrid, más calor que Los Ángeles o Nueva York
El estudio marca cinco puntos fundamentales para mitigar el efecto de la isla de calor: aumentar la masa arbórea, crear superficies más permeables en todos los espacios posibles, apoyar el reverdecimiento de fachadas y tejados o uso de pintura blanca, construir áreas refrescantes y provocar un cambio de comportamiento en los habitantes.
Cristina Arjona, coordinadora de la campaña de movilidad de Greenpeace España, apunta que “en Madrid no se están llevando a cabo las medidas necesarias para mitigar estas islas de calor en el centro de la ciudad, a pesar de ser una ciudad con un porcentaje considerable de zonas verdes”. Arjona pone como ejemplo “la reciente remodelación de la Plaza de la Puerta del Sol” y demanda que “las administraciones competentes tomen las medidas necesarias” para reducir el impacto del cambio climático en las grandes ciudades.
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En cambio, el Ayuntamiento de Jose Luis Martínez-Almeida se desentiende de estos datos y asegura que “el Gobierno municipal viene aplicando desde 2019 la estrategia de Sostenibilidad Ambiental Madrid 360 para mejorar la calidad del aire de la ciudad, reducir las emisiones contaminantes, fomentar la movilidad sostenible y proteger e incrementar nuestro patrimonio verde”. Además, añaden que “Madrid es de las ciudades más arboladas del mundo, aspecto que contribuye muy positivamente en mitigar el efecto isla de calor”.
Arjona señala que, además del efecto isla de calor demostrado por el estudio, hay varias causas que contribuyen a generar las diferencias de temperatura entre el centro y la periferia. La primera de ellas es la expansión urbanística y el desarrollo de hábitats poco adaptados “debido a la política urbanística que se ha ido llevando a cabo en los últimos 50 años han hecho que las ciudades sean poco habitables”. La coordinadora añade un ejemplo: “Los edificios de cemento y hormigón, las aceras o asfaltos, que absorben más calor y lo liberan más lentamente, al revés que parajes naturales o zonas arboladas”.
En segundo lugar, indica que, “el asfalto y las superficies oscuras hacen que las ciudades absorban una cantidad mayor de radiación solar que una zona rural durante el día”. Señala que también afecta en gran mediad la escasez de vegetación y áreas verdes en las ciudades. En esta línea, explica que el efecto negativo es doble, ya que, por un lado, no existen sombras que bajen la temperatura del suelo, y por otro, no permite la bajada de temperaturas que estas producen. “En zonas arboladas y con vegetación la temperatura puede ser hasta 4 grados menos”, zanja.
A todo esto, la miembro de Greenpeace, añade el modelo urbanístico basado en “grandes edificios, cuyos materiales, absorben calor y lo liberan por la noche”, así como los gases que desprenden “los coches, fábricas y aires acondicionados”.
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