Como Sánchez se protegió para evitar un ‘tamayazo’ en una investidura de Feijóo

El PP, tras el no del PNV, alienta la posibilidad de encontrar “socialistas buenos” que permitan un Gobierno de Feijóo

Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados (EFE/Chema Moya)

Pedro Sánchez es el único candidato que parece que podría contar con los apoyos necesarios para seguir cuatro años más al frente del Gobierno de España, si consigue convencer a Junts. No obstante, el Rey, tras celebrar la ronda de consultas con los grupos políticos, ha designado a Alberto Núñez Feijóo, ya que ha sido el candidato más votado y por el hecho de que a ninguno le dan los números. El popular pudo amarrar antes de su reunión con el Jefe del Estado 172 votos afirmativos, en cambio, Sánchez solo contaría, en estos momentos, con los votos de Sumar y los suyos propios, circunstancia que no ha sido suficiente para valerse la nominación del monarca.

Con la nominación de Feijóo, la presidenta del Congreso de los Diputados junto al Partido Popular han agendado el debate de investidura el próximo 26 y 27 de septiembre, lo que permite esquivar una posible repetición electoral en plenas navidades. El calendario establecido da al Partido Popular más de 30 días para lograr amarrar una mayoría suficiente para que Núñez Feijóo consiga ser investido.

En principio tan solo tendría los apoyos de la ultraderecha, de Unión del Pueblo Navarro y de Coalición Canaria, unos votos que son insuficientes para superar tanto la primera votación de investidura, como la segunda. Los números no dan: necesita el sí del Partido Nacionalista Vasco o la abstención de Junts Per Catalunya, unos votos que, hoy por hoy, se presentan imposibles de lograr.

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La incapacidad del PP de lograr esos votos ha hecho que los populares levanten la alfombra y aireen la idea de que algunos diputados socialistas (cuatro en concreto) puedan cambiar su voto y apoyar a Feijóo el próximo 27 de septiembre. A esta posibilidad le abrió la puerta, días después de las elecciones generales, el entonces portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros. “Si el PP consigue apoyos suficientes entre el PSOE bueno, Vox no será un obstáculo para que Feijóo forme gobierno”, dijo. Una estrategia que resucita el fantasma del Tamayazo y que ha sido alimentada en las últimas semanas por destacados miembros del PP.

Paco Núñez, el candidato del PP de Castilla La-Mancha, el pasado 17 de agosto, cuándo se constituyeron Las Cortes, pidió, a través de un mensaje en Twitter, que los diputados socialistas de Castilla-La Mancha podían evitar que la legislatura dependiera de Puigdemont. “En la investidura tendrán otra oportunidad para pasar de las palabras a los hechos”, expresó el líder de los populares en la comunidad, un tuit que escribió después de que García-Page criticara que Puigdemont tenía “un mando a distancia” para decidir sobre España.

Borja Sémper, en los últimos días, también ha apelado al “PSOE de siempre” para que vote por Núñez Feijóo en la investidura del 26 y 27 de septiembre. Sin embargo, la situación interna del PSOE dista mucho de aquella ocasión en 2016, cuando los barones socialistas, junto a algunos líderes históricos de la formación, obligaron a Sánchez a dejar gobernar al PP de Mariano Rajoy. Hoy el PSOE lo controla Sánchez.

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Sánchez controla las listas

Tras la disolución de Las Cortes el pasado 29 de mayo, después de perder un importante poder político, llegaron las batallas internas dentro de los partidos para entrar en las listas. A pesar de ser muy mediáticas la conformación de las candidaturas de Sumar, dentro del PSOE también se registraron altos niveles de tensión entre Ferraz —quien tiene la última palabra— y las federaciones socialistas, que vieron como Sánchez desautorizaba a las entidades territoriales y modificaba las listas para introducir perfiles más cercanos al presidente del Gobierno.

En Aragón, los cambios sentaron muy mal, tanto, que los todos los candidatos renunciaron en bloque para presionar a Ferraz y obligar a aceptar la lista propuesta por Lambán.

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Lambán, uno de los barones más críticos con el PSOE de Sánchez y que, precisamente, perdió la presidencia autonómica el 28-M. Sánchez, sin miramientos, eliminó de número uno por Zaragoza a Óscar Galeano y en su lugar puso a la ministra de Educación, Pilar Alegría. Además, lejos de dejar en segundo lugar a Galeano, el secretario general de los socialistas puso como número dos a Susana Sumelzo, muy cercana a las posiciones del presidente del Gobierno en funciones.

Situación similar ocurrió en Castilla y León, donde también levantó ampollas los cambios de Ferraz. Sara Galván fue desplazada a la segunda posición por Valladolid en el Senado. En Castilla La-Mancha, Sánchez intentó algo parecido introduciendo de número uno por Toledo a la exalcaldesa de la ciudad. No obstante, finalmente mantuvo al Secretario de Organización del PSOE de Page y relegó a la segunda posición a Milagros Tolón.

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En la Comunidad Valenciana, Ximo Puig quedó “desautorizado” por Sánchez, tal y como declararon algunas fuentes a diversos medios aquellos días. El presidente sacó de la candidatura al socialista Alfred Boix y puso en su puesto a Juan Antonio Sagredo.

El partido está controlado por Pedro Sánchez, tanto que fue capaz de modificar las candidaturas a las elecciones generales sin oposición interna destacada. Más allá de las habituales voces discordantes de Lambán o García Page. Con unas listas a medida de Sánchez, la intención del PP de lograr el voto de cuatro diputados tránsfugas y así poder acceder a La Moncloa, se desmorona. Una estrategia que, aunque ya funcionó para que los populares pudieran mantener la presidencia en Murcia, no les sirvió para evitar la aprobación de la reforma laboral que, pese a la conspiración con los diputados de UPN, el diputado Casero votó de forma errónea. Una estrategia que supondría saltarse, una vez más, el pacto anti-transfugismo del que se salió tras la operación de Murcia.

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