Una llamada entre Nueva York y Londres y menos de un minuto de interacción. Así ha sido el regreso de la icónica Samantha Jones (Kim Cattrall) en And just like that...: una conversación telefónica entre Carrie (Sarah Jessica Parker) y la que fuese su cómplice de aventuras en Sexo en Nueva York.
Antes del estreno de la segunda temporada de la ficción de HBO Max, los seguidores de la serie original recibieron el caramelo más jugoso y apetecible. Samantha regresaría. Eso sí, con varias condiciones de por medio. Lo haría únicamente en una escena (del episodio final) y no quería rodar con ninguna de sus excompañeras de reparto o estar en contacto con los productores. Las opciones eran reducidas y las actrices quisieron reducir expectativas una vez conocida la noticia de su retorno.
“Pensamos que sería divertido para los fans tener un poco de Samantha porque sabemos que la echan de menos y es un gran personaje”, declaró en su momento Kristin Davis, que da vida a Charlotte. “La forma en que hemos invitado a los actores a volver ha sido muy divertida y emocionante, y ciertamente nostálgica, pero creo que más que eso, lo que hemos sentido ha sido mucha alegría”, apuntó para el Daily Mail su némesis, Parker.
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El resultado de todo lo anterior no ha contentado a la audiencia. Para empezar, no tiene sentido introducir a Samantha al inicio del episodio final cuando no se ha hablado de ella en los diez capítulos anteriores. No sabemos qué tal le va en Londres, qué es de su vida y desconocemos si ella y Carrie han seguido intercambiando mensajes de texto. Vamos a dar un poco de contexto para ubicar el por qué de su cameo.
Carrie ha vuelto con Aidan (John Corbett) y éste tiene un trauma con el icónico apartamento en el que ella ha dado cabida a su vida. Su trabajo, sus columnas y sus historias amorosas. Sus amigas, su ropa y sus cócteles. Para apostar por su relación, Carrie decide vender el apartamento y comprar otra propiedad en la que poder iniciar una nueva vida con uno de sus grandes amores (aunque luego se tuerce, cómo no).
Para despedirse de las cuatro paredes que han narrado su historia, la protagonista organiza una cena de despedida a la que quería acudir Samantha. Era un sorpresa hasta que cancelan su vuelo en el aeropuerto de Heathrow. De ahí nace una llamada que pilla por sorpresa al espectador, pues se produce en el primer minuto del capítulo final. El personaje de Cattrall, con un marcado acento británico por su estancia en Reino Unido, se excusa con Carrie por no poder acudir a la despedida. Han cancelado su vuelo, sólo iba a quedarse una noche y no hay más opciones aéreas que le permitan llegar a tiempo para el evento.
Es una escena forzada que, aunque nos devuelve la efervescente presencia y personalidad del personaje más querido de Sexo en Nueva York, resulta insuficiente, decepcionante y, sobre todo, no encuentra justificación alguna. Para eso, mejor que no salga.
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Peleas, peleas, peleas
Las desaveniencias entre Sarah Jessica Parker y Kim Cattrall fuera de la pantalla se conocieron cuando la segunda decidió abandonar el universo de Sexo en Nueva York en 2010. Tras seis temporadas y dos películas, la actriz que interpretaba a Samantha Jones decidió marcharse de la exitosa ficción de HBO tras no llegar a un acuerdo con la productora en lo relativo a su salario.
Según publicó el medio británico The Telegraph en 2008, la diferencia de sueldo entre las cuatro actrices se convirtió en un motivo clave para la continuidad de la serie. Una pugna de la que Cattrall habló en el programa Friday Night with Jonathan Ross. Parker, que se convirtió en productora de la serie a partir de la tercera temporada –y en productora ejecutiva a partir de la cuarta–, cobraba más por episodio que el resto de sus compañeras.
La brecha en la nómina de las cuatro actrices, y la fallida negociación de Cattrall con Parker para solventar las diferencias en los ceros, fue el detonante de su relación y el fin de las aventuras de Sexo en Nueva York. Desde la salida de Cattrall, los rumores y las noticias de su enfado con la actriz que interpreta a Carrie han sido constantes. De momento, parece que no hay reconciliación a la vista.
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