La victoria de la selección femenina de fútbol en el Mundial celebrado en Australia ha convertido en heroínas a todas las jugadoras, que desde el pasado domingo llevan acaparando titulares. Si bien la mayoría tienen que ver con el hito que lograron, una parte está centrada en el polémico beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso.
Lo que en principio parecía una muestra de euforia y cariño a la jugadora por parte del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, se tornó inmediatamente en un debate nacional. Mientras que la campeona del mundo aseguró que “no” le había gustado, el directivo se disculpó de manera tibia, sin admitir su responsabilidad en este acto que ha sido calificado de “grave” y sin convencer a nadie.
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Pero pese a ello, no ha logrado eclipsar a la verdadera protagonista, Jenni Hermoso, una jugadora de élite de que la se desconocen muchos datos. Tiene 33 años y es natural del barrio madrileño de Carabanchel, conocido popularmente por ser el escenario de las novelas de Manolito Gafotas. Allí vivió rodeada de su familia, en la que tuvo especial importancia la figura de su abuelo materno, Antonio Fuentes, ya que fue él quien le transmitió su pasión por el deporte rey. En su juventud, fue portero del Atleti Aviación, el nombre con el que era conocido en Atlético de Madrid en sus primeros años. “Él fue el primero en ver su potencial. Para Jenni, nuestro abuelo era su referente en el fútbol y su pasión”, desveló sobre él su hermana Silvia en una entrevista con Granmadrid.
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Tras ver que tenía potencial, su abuelo la llevó a los campos de Ernesto Cotorruelo, cerca de la Vía Lusitana, y fue ahí donde comenzó su historia con el esférico, unos inicios de los que nunca ha renegado. “Estoy superorgullosa de ser de barrio, esos momentos me han hecho ser la futbolista que soy hoy”, afirmaba hace unos días la deportista en TVE.
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Éxito y familia
A base de mucho esfuerzo, el éxito llegó a la vida de Jenni. Primero fichó por el Atlético de Madrid, y tras él llegaron el Rayo Vallecano, el sueco Tyresö F.F., el Barça y el PSG, para después regresar al Atlético de Madrid en 2018. Un año después, volvía a fichar por el Barcelona, desde el que ha dado el salto a su actual equipo, el club azteca Pachuca.
La mudanza tuvo lugar el verano pasado y, si bien fue una gran oportunidad laboral, fue una decisión complicada, pues la madrileña está muy apegada a su familia. Jenni tiene dos hermanos mayores, Silvia y Rafa, con el que tiene una relación estrechísima, tal y como muestra en sus redes sociales. Además, tiene una sobrina que se llama Leire.
Sus padres también son clave en su vida. “Recuerdo cuando mi padre, Rafael, y yo nos quedábamos en el coche esperándola porque hacía mucho frío. Él se ha volcado con ella, lloviera, nevara o hiciera calor. Ha pasado miles de horas en la carretera. El éxito de mi hermana Jenni es suyo también. Por otro lado, mi madre, Soledad, la ha acompañado a todas partes. La familia siempre ha estado apoyándola. Sabíamos y sabemos que el fútbol es su vida”, desvelaba su hermana en la misma entrevista.
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