Lo hemos visto crecer en la pantalla casi sin darnos cuenta y, ahora, Óscar Casas (Barcelona, 1998), ha pasado por fin la prueba definitiva, convertirse en el protagonista absoluto de una película. Y no cualquier película, sino una hecha a su medida y dirigida por su propio hermano, Mario Casas, que por primera vez se pone detrás de la cámara para rodar Mi soledad tiene alas, un proyecto de lo más personal en el que demuestra estar a la altura de las circunstancias.
El caso es que Óscar podría haber sucumbido al reto y a la acumulación de expectativas que tenía a su alrededor, pero ha salido de lo más reforzado de esta experiencia en la que consigue abordar un papel repleto de matices en el que convive la brutalidad y la sensibilidad. “Mi hermano me ha hecho el regalo más bonito que nadie me podía hacer. Me ha dado un proyecto precioso, un personaje increíble y, sobre todo, me ha enseñado la profesión desde las tripas”, cuenta el intérprete a Infobae España.
Una carrera de fondo
Comenzó muy joven, con tan solo siete años, como miembro del elenco infantil de la serie de televisión Abuela de verano, junto a Rosa María Sardá. En aquellos tiempos, todavía no se relacionaba con el mayor de los Casas, porque ni siquiera este había alcanzado la popularidad. Sus apariciones eran pequeñas, pero fue cogiendo fondo en series. Incluso encarnó al personaje de Antonio Resines cuando era niño en Los Serrano, algo que también repitió con su hermano cuando tenía que aparecer su mini-yo, como ocurrió en SMS, El barco y la película Fuga de cerebros.
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“Lo que recuerdo de esa época es alegría y felicidad, era un juego constante. Yo era un niño muy nervioso, difícil en el sentido de que no paraba quieto y descubrí que cuando estaba en el set todo cambiaba y me concentraba mucho, así que mi madre me ayudó a seguir trabajando y estudiando al mismo tiempo”, afirma.
Tuvo un papel en El orfanato, de J.A. Bayona y en la comedia infantil futbolística El sueño de Iván hasta que encontró un personaje recurrente en Águila Roja. Comenzó con 11 años y salió de ella convertido en un adolescente. Empezaba otra etapa llena de interrogantes y ya con el sambenito de ser el hermano pequeño de. “Siempre he tenido claro desde el principio que esto era una carrera de fondo y que había que ir currándoselo poco a poco, demostrando si valías o no. Así que nunca he tenido prisa, aunque sí es cierto que al principio de cuesta que te tomen en serio y también acceder a cierto tipo de papeles”, continúa el actor. “Creo que hay una mezcla entre pasión y suerte”.
“Siempre he tenido claro que esto era una carrera de fondo y que había que ir currándoselo poco a poco”
En los últimos tiempos lo hemos visto en la serie de Movistar Plus+ Instinto (también junto a Mario Casas), en Jaguar, de Netflix, en Pollos sin cabeza, de HBO y en las películas Xtremo y Hollyblood. Sin embargo, su propio hermano pensaba que todavía no había tenido la oportunidad de demostrar su talento, así que por eso confió en él para protagonizar Mi soledad tiene alas.
Una película hecha en familia sobre sus orígenes
En ella interpreta a Dan, un joven que vive en un barrio obrero de Barcelona y pasa los días con su pandilla de amigos haciendo trapicheos, viviendo al límite la noche, hasta que un día, su abuela fallece al mismo tiempo que su padre sale de la cárcel. El pequeño universo que se había creado se evaporará por completo y después de un hurto que sale mal, tendrá que huir con Vio (Candela González) para escapar de la policía. Una historia de exclusión social, de incomprensión, cargada de violencia, pero también de delicadeza expresiva.
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“Creo que hay mucho de mi hermano en este personaje”, continúa Óscar Casas. “En él están muchos de sus miedos, pero también su luz. Yo creía que lo conocía a la perfección y no, resulta que he tenido que hacer esta película para darme cuenta de la sensibilidad tan heavy que tiene y yo creo que lo mismo le va a pasar al público cuando la vea”.
“Creo que hay mucho de mi hermano en este personaje”
Todo son palabras de cariño entre el clan de los Casas. Son cinco hermanos, a los que habría que añadir a Sheila (abogada y representante), Christian (economista) y Daniel, el pequeño, que solo tiene 9 años. Son una auténtica piña, trabajando todos unidos. “Con la familia se consiguen hacer cosas gigantes. Y no quiero parecer un intenso ni un trascendental, pero de verdad que es la sensación que tengo. Creo que eso además se nota en la peli que hemos hecho”.
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