Así era jugar en la selección femenina en el siglo XX: “He sido futbolista durante 23 años y no he podido cotizarlos”

Conchi Amancio y Roser Serra, exjugadoras de España en sus inicios y primeros años, explican la situación del fútbol femenino en sus respectivas épocas. “No sentimos el respaldo de la Federación”, coinciden

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Futbolistas de la selección española femenina de 1971 posan antes de un partido (RFEF).
Futbolistas de la selección española femenina de 1971 posan antes de un partido (RFEF).

“Estamos en la final”, gritaba Jorge Vilda tras eliminar a Suecia en semifinales. Detrás de esas cuatro palabras y el júbilo de las jugadoras españolas se escondían más de 50 años en los que cada integrante del combinado nacional femenino ha peleado para dejar a la generación venidera un camino mejor y más fácil. Actualmente, las futbolistas españolas se dedican solo al fútbol, han firmado el primer Convenio Colectivo del fútbol femenino que regula las condiciones laborales de las jugadoras y la Liga F cuenta con patrocinadores que ayudan a su desarrollo y sostenibilidad. Pero llegar hasta aquí ha sido una travesía tan larga como y tortuosa.

Lo recuerda bien Roser Serra, exjugadora de la selección española que finalizó tercera en la Eurocopa de 1997. “Fue inolvidable. Las futbolistas que íbamos con la selección estudiábamos o trabajábamos a la vez y si un examen coincidía con algún partido de la selección, el colegio nos modificaba la fecha. Cuando había alguna Eurocopa nos concentrábamos tres o cuatro semanas en el centro de alto rendimiento. Ahora las futbolistas están más preparadas y tienen más repercusión. Nosotras no éramos profesionales, pero fuimos terceras en el Europeo”, recuerda Roser.

Apuesta tardía de la Federación

“No teníamos mucha conciencia de la situación, éramos muy jóvenes. Teníamos mucha pasión, pero jugábamos por nada. No era el mejor nivel, pero la gente nos tenía cariño. El problema lo tuvimos con las instituciones. Nadie nos apoyó en aquella época. Seguimos adelante porque teníamos iniciativa”, recuerda Conchi Amancio, primera capitana de la selección.

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El apoyo de la Federación que dirige hoy Luis Rubiales ha sido clave para que España pueda pelear por el título más importante que existe en el fútbol. La apuesta se inició a regañadientes, nombrando como primer seleccionador a Teodoro Nieto, un hombre que no conocía el fútbol femenino y que compaginaba el cargo con el de entrenador de la selección de fútbol sala masculina. “En la Federación tuvieron la ocurrencia de nombrarme seleccionador femenino porque creían que tenía poco trabajo como seleccionador nacional de fútbol sala”, explicó el propio Nieto varias décadas después.

“El cambio ha sido un proceso, no una cosa de un día. Y ha sido un proceso muy duro. Yo lo definiría como sangre, sudor y lágrimas. Se han producido muchas injusticias. Se ha trabajado mucho para el desarrollo de las jugadoras. Para llegar a una final de Mundial se necesita el trabajo de mucha gente. La final la juegan las futbolistas actuales, pero es como si la jugásemos todas. Es mi sensación. Como me siento yo, seguramente se sienta mucha gente en España. Todos los que hemos trabajado por el fútbol femenino español en estos más de 50 años estaremos de alguna manera presentes en el campo, así que a las inglesas les va a costar ganarnos”, vaticina Conchi.

“Estuve 23 años sin cotizar”

Roser, perteneciente a otra generación posterior a la de Conchi, tiene el mismo sentimiento. “En mi época el presidente era Villar y cuando competimos en la Eurocopa de 1997 vino a vernos jugar las semifinales y ya está. No sentíamos el respaldo de la Federación. En aquellos años el fútbol femenino no tenía repercusión. Ahora hay mucho seguimiento porque los clubes españoles han ganado títulos y la selección está creciendo. La gente ahora considera el fútbol femenino un deporte más, pero antes jugábamos por pasión”.

Y es que la Federación asumía los gastos, pero la recompensa económica para las futbolistas era mínima. “Nos daban 7.000 pesetas de prima diaria durante la Eurocopa. Al quedar terceras nos dieron 300 euros más, pero nosotras no jugábamos por dinero, lo hacíamos por amor al arte”, recuerda Roser. “Cuando yo competía, el fútbol nacional no estaba considerado un deporte profesional. Durante 23 años he sido futbolista y no los he cotizado, tengo un agujero ahí. Me considero pionera del profesionalismo porque en clubes en los que he jugado tenía buenas condiciones laborables”, añade Conchi.

Una repercusión hipnótica

Ni Conchi ni Roser se podían imaginar entonces que el fútbol femenino alcanzaría la repercusión que tiene actualmente. “Se han conseguido avances porque el sacrificio de cada jugadora ha sido muy grande. Los años pasan y hay que cambiar, pero ha costado sangre, sudor y lágrimas llegar dónde hemos llegado”, asegura Conchi. “Las jugadoras son estupendas y han trabajado mucho, pero no olvidemos que en las generaciones antiguas también las había y hemos peleado mucho para poder progresar. Las que vienen ahora tienen un mejor punto de partida”, asegura Conchi.

Las jugadoras de España celebran el gol de Salma Paralluelo en la final.
Las jugadoras de España celebran el gol de Salma Paralluelo en la final.

“No me imaginaba que el fútbol femenino consiguiera tener tanta repercusión. Recuerdo ir al Camp Nou a ver el Barça-Real Madrid de Champions y no vi nada del partido, solo miraba a la grada porque no me creía la cantidad de gente que había ido a ver el partido. Era impensable. Cuando jugábamos nosotros venían muy pocas personas a vernos jugar. De pequeña soñaba con jugar en un campo lleno de aficionados. Lo que están viviendo las jugadoras ahora es maravilloso. Me siento muy identificada con esta generación y he de decir que siento mucha envidia sana. Me gustaría haber nacido ahora porque dentro de 20 años las cosas estarán mejor que ahora. Muchas jugadoras han hecho innumerables esfuerzos”, sentencia Roser.

Ambas exjugadoras coinciden en dos afirmaciones. La primera es que “aún queda camino por recorrer” hasta el profesionalismo completo del fútbol femenino, especialmente en las canteras, y la segunda es que la victoria en el Mundial es parte de todas. “Tienen que ganar por ellas, por nosotras y por las pioneras. El recorrido ha sido muy duro. Abrir puertas ha sido durísimo, pero cuando las cosas se hacen bien, suelen salir bien”, asegura Roser.

Inglaterra será el último obstáculo de las de Jorge Vilda, que buscan, en su tercera participación mundialista, su primera estrella. Las once guerreras no juegan solas, lo harán con el apoyo de todo un país y el peso de la historia a su favor.

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