Los vecinos de Tenerife, ante el incendio que abrasa su isla: “Respiramos humo y llueve ceniza”

Los testimonios de los isleños ante el fuego arrasador de esta semana demuestran inquietud, inseguridad y miedo ante el avance del incendio

Vecinos de Aguamansa, pueblo afectado por el incendio, cargan con bidones de agua. REUTERS/Borja Suarez

La luz del atardecer ha cambiado entre el Teide y Santa Cruz de Tenerife. En esa zona de la isla, atormentada desde el pasado 15 de agosto por un incendio descontrolado, el humo y las cenizas bloquean la entrada habitual de los rayos del sol y los vecinos de Arafo, zona cero del incendio, comprueban desde hace días cómo el fuego les ha cambiado hasta la luz del sol: “Todo se ilumina en rojo y naranja, es un paisaje surrealista. La luz que se proyecta no tiene el color de siempre, lo ves todo anaranjado o rojizo”, relata Gerardo.

Este tinerfeño ve las llamas del monte desde su ventana y dice que en “apenas cinco minutos en coche” podría personarse frente a ellas. Sin embargo, analiza el desastre desde su casa: “No parece que aquí corramos peligro —su zona no ha sido ni evacuada ni confinada—, pero llueven cenizas y hay mucho humo”, relata. Van 4.000 hectáreas arrasadas.

Gerardo acumula fotos y vídeos de la lucha contra las llamas, de la que es un espectador privilegiado: “El fuego está en zonas de terreno de muy difícil acceso, incluso para medios aéreos”, cuenta por teléfono a Infobae España. El hombre reconoce que su zona solo está afectada visualmente, aunque la intranquilidad invade los cuerpos de los tinerfeños: “Cuando hay humo pasa un coche con altavoz que nos dice que usemos mascarillas y no salgamos de casa”, cuenta como la mayor rareza que tiene que vivir.

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Fotografías de Gerardo desde su casa al fuego que arrasa Tenerife. (Créditos: Gerardo Ibelli)

Sin embargo, esa aparente normalidad contrasta con la realidad de un incendio que ha quemado tanto terreno que se ha convertido en uno de los más graves en la región de los últimos 40 años. A Gerardo le cuesta conciliar el sueño desde que las llamas prendieron: “He dormido muy poco, las horas de sueño son limitadas, además de que huele a humo y el ambiente está cargado”.

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Insomnio y confinamientos en Tenerife

Ese mismo insomnio también lo sufren Crisbir y su hijo de siete años. Estos vecinos de Arafo han optado por confinarse ante la virulencia del fuego. “Tenemos todo el día las ventanas cerradas a no ser que el viento cambie de dirección”. Vivencias que recuerdan a ese 2020 quebrado por la aparición del coronavirus. “Mi hijo hace preguntas, pero nos ponemos a jugar a juegos de mesa para pasar el rato”, dice esta mujer a Infobae España.

El confinamiento ha afectado a unas 3.000 personas por toda la parte norte de la isla, un encierro que va y viene según el avance de las llamas. Dentro de la gravedad, mantenerse en el domicilio es el menor de los problemas comparado con las evacuaciones que se han realizado en aquellos lugares donde el fuego se aproximaba con celeridad y violencia.

“La gente está nerviosa, sacar a la gente a las cinco de la mañana de sus casas no agrada a nadie. La gente sale llorando, preocupados, no puedes asegurarles nada... La realidad es que estamos en alerta”, cuenta Escolástico Gil, alcalde desde 2015 de El Rosario, una de las localidades afectadas por el incendio. “Ha sido un incendio raro, subieron las temperaturas semanas atrás y ha habido hasta 41′5ºC grados en el pueblo. Se nos ha ido de las manos y sumado al abandono de la agricultura y monte lleno de maleza sin quitar... Hay que buscar soluciones”, pide el alcalde para el futuro tras sufrir en primera persona la catástrofe medioambiental que supone este fuego.

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Un hombre de Aguamansa bebe agua con el incendio de fondo. (REUTERS/Borja Suarez)

Crisbir y su familia, recluidos en su casa de Arafo, han optado por encintar los marcos de las ventanas con toallas húmedas para paliar el olor a humo y quemado, ya que sus días se han convertido en “estar respirando humo y que llueva ceniza”. El miércoles fue el cumpleaños de la mujer, que tenía pensado ir a comer a Candelaria, otra de las zonas afectadas por el incendio, pero el miedo, la incertidumbre y el mal cuerpo de ver arder las arboledas impidieron que reuniera fuerzas para salir de casa: “Es horroroso, es raro seguir con tu vida como si nada, no puedo, no estoy tranquila”, reconoce la mujer, que se queda hipnotizada al observar el fuego desde su azota y no sabe si volverá a dormir mientras el fuego consuma las hectáreas más verdes de su isla.

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