El PP se queda mudo: de la euforia al 28-M al penúltimo batacazo antes de la investidura

El “cambio de ciclo político” del que tanto alardeaban desde Génova no parece cercano, una realidad que fue indetectable por Feijóo, a quien las encuestas que apuntaban su victoria le pueden costar la derrota

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El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (EFE/ Mariscal)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (EFE/ Mariscal)

Han pasado casi tres meses desde ese “primer paso para un cambio de ciclo político” que proclamaba Alberto Núñez Feijóo desde el balcón de Génova 13 tras la victoria electoral del PP el 28-M. El líder del PP no imaginaba entonces que las escasas horas que tuvo para celebrar la gobernabilidad territorial aquella noche de euforia serían las últimas durante mucho tiempo, porque ese cambio de ciclo político no se iba a producir.

Ante la derrota en las urnas autonómicas y municipales, Pedro Sánchez convocó elecciones generales en una estrategia que, como se ha podido comprobar, desestabilizó al PP. Sorprendió a los populares en un escenario que no les favorecía nada respecto a su política de pactos con Vox. Además, de aquellas, Feijóo y Abascal llevaban mucho tiempo sin mediar palabra, en concreto, desde la moción de censura fracasada del mes de marzo.

Este nuevo escenario de adelanto electoral les obligaba a mover ficha, y así lo hicieron: no pactarían con la extrema derecha, al menos, antes del 23-J. Esta estrategia podría haberles librado de muchos dolores de cabeza, pero no aguantó demasiado, ya que con el veto al candidato de Vox en la Comunidad Valenciana, condenado por violencia machista, el PP se estaba abriendo a la primera coalición con la ultraderecha, que vio la luz horas después.

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Este pacto desbloqueó los que le seguirían, y también varios filones que la izquierda podía utilizar contra ellos en campaña. Uno –derivado de las coaliciones con la extrema derecha– fue el cuestionamiento de su posición sobre la violencia machista. De hecho, esto propició la crisis con la presidenta extremeña, María Guardiola, que desgastó mucho al PP durante la precampaña. Pero el Partido Popular, convencido de su fuerza tras las elecciones del 28-M, dejaba que, lentamente, la bola se fuese haciendo más grande, sin reparar en que el 23-J les tocaría a ellos soportar el peso de la misma.

La ‘semana negra’ de Feijóo

La última semana de campaña estuvo cargada de errores por parte del PP que dieron oxígeno a la izquierda. El PP y Vox comenzaron enredándose en Murcia, donde, aun a día de hoy, no han podido llegar a un acuerdo, lo que les acerca a una repetición electoral. Una escenificación de un conflicto que, visto lo visto, podía haberse retrasado. También volvió a cambiar de estrategia respecto a Vox: comenzó a cargar contra los de Abascal indicando que tenían los mismos intereses que el sanchismo y que el apoyo a la extrema derecha otorgaba más fuerza a la izquierda.

Otro de los grandes errores fue la campaña de sospechas contra Correos, sobre lo que los populares no tardaron en recular y en reconocer que el servicio funcionaba bien. Además, durante la ya bautizada como la semana negra de Feijóo, también tuvo que dar marcha atrás en sus críticas a Sánchez por el espionaje de Pegasus.

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El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, saluda a los votantes desde el balcón de Génova junto a Cuca Gamarra e Isabel Díaz Ayuso la noche del 23-J. (Alberto Ortega / EUROPA PRESS)
El líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, saluda a los votantes desde el balcón de Génova junto a Cuca Gamarra e Isabel Díaz Ayuso la noche del 23-J. (Alberto Ortega / EUROPA PRESS)

Horas antes del final de campaña, el PP cometió otra serie de errores que determinaron el resultado final: no asistió al debate de candidatos, en el que participaron Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Santiago Abascal. La ausencia de Feijóo se tradujo en una efectiva ofensiva de la izquierda, que salió victoriosa del último debate antes del domingo electoral. Además, esto coincidió con la campaña de acusaciones a Feijóo por su relación con el narcotraficante Marcial Dorado, sobre el que reconoció que sabía que era contrabandista de tabaco. “Ahora es más fácil saber cosas, hay internet, Google, cuando yo le conocí, no tenía ninguna causa relacionada con el narcotráfico”, dijo el líder del PP en una frase que le acabó pasando factura.

Finalmente, sus últimas declaraciones en campaña sobre el maquillaje de Yolanda Díaz tampoco le ayudaron para remontar antes de acudir a las urnas. Tampoco lo mejoró Aznar, que la definió como “figurín neocomunista confeccionado a toda prisa, con retales de Dior y mediocre literatura de autoayuda”. Unos ataques que se tradujeron en movimientos desesperados que daban pistas sobre lo que pasaría horas más tarde en las urnas. De hecho, en el cierre de campaña, Feijóo llegó a alertar sobre lo que podría pasar el domingo electoral, su mayor miedo, que Sánchez “ganase perdiendo”.

La fallida candidatura de Cuca Gamarra

Llegó el día, en principio, muy esperado para el PP, porque así se lo indicaban las encuestas. Pero el escrutinio resultó ser un dolor de muelas para Feijóo, cuyo liderazgo se vería, a partir de ese momento, insistentemente cuestionado. Se dio el peor de los tres escenarios: el del batacazo electoral. Y cuando parecía que podían coger fuerzas con un empate en la antesala de la votación de la sesión de investidura, la de la Mesa del Congreso, Vox les retira su apoyo y la candidatura de Feijóo se queda en paños menores con 139 apoyos frente a los 178 del PSOE.

Cuca Gamarra, Elías Bendodo, y Alberto Núñez Feijóo (Eduardo Parra / Europa Press)
Cuca Gamarra, Elías Bendodo, y Alberto Núñez Feijóo (Eduardo Parra / Europa Press)

El próximo paso se andará esta próxima semana, cuando el rey abre la ronda de consultas con los partidos políticos con representación parlamentaria, de la que saldrá el nombre del candidato para presidir el Gobierno. De momento, no hay demasiadas pistas sobre si Feijóo será uno de los nombres, pero desde el PP no se dan por vencidos e insisten en su “responsabilidad” de ir una investidura al ser el partido más votado, pero que, en cualquier caso, no reúne los suficientes apoyos parlamentarios.

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