La importancia de apagar la luz: la contaminación lumínica causa la muerte de animales y afecta al crecimiento de las plantas

Un estudio en el que ha participado el CSIC muestra que las grandes festividades como la Navidad cristiana, el Ramadán musulmán o el Año Nuevo chino cambian los patrones de contaminación lumínica a escala global

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La contaminación atmosférica causa unos siete millones de muertes prematuras al año, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, un problema grave que genera preocupación en la ciudadanía al aumentar el riesgo de intoxicación aguda, cáncer, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares o enfermedades respiratorias, además de dañar el medio ambiente. Existen, sin embargo, otro tipo de contaminaciones como la lumínica que, pese a su impacto negativo en la salud y en la fauna y la flora, son más desconocidas y no se repara en ella.

La contaminación lumínica, es decir, la alteración de la oscuridad natural de la noche producida a consecuencia de un uso excesivo de luz artificial, es especialmente grave en las urbes y puede llegar a provocar desde cambios en las migraciones de las aves hasta alteraciones en la polinización de las flores.

“Los efectos más severos de este tipo de contaminación son aquellos que causan mortalidad masiva de individuos, como por ejemplo de insectos, aves migrantes o incluso aves marinas como las pardelas, ya que cuando los pollos salen de sus nidos hacia el mar se ven atraídos por las luces y terminan en ciudades o pueblos, lo que provoca su muerte”, explica a Infobae España el biólogo Airam Rodríguez, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC. El exceso de luz artificial también confunde a las tortugas marinas, que no desovan en la playa al creer que es de día, y a sus crías recién nacidas, que en vez de dirigirse al mar, “acaban yendo hacia tierra dentro”.

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La contaminación lumínica, continúa el experto, también afecta al crecimiento y floración de las plantas, pues al haber luz artificial los insectos dejan de polinizar “y, por tanto, las plantas no realizan su ciclo”, al igual que afecta a la dispersión de semillas, ya que “hay frutos expuestos a la luz que son menos consumidos por ciertos animales”.

Festividades religiosas

Un estudio en el que ha participado el CSIC -Museo Nacional de Ciencias Naturales, Institut de Ciències del Mar y Estación Biológica de Doñana- ha comprobado que las grandes festividades como la Navidad cristiana, el Ramadán musulmán o el Año Nuevo chino cambian los patrones de contaminación lumínica a escala global al aumentar la intensidad de la luz. El trabajo, que analizó imágenes de satélite entre 2014 y 2019 y ha sido publicado en la revista People and Nature, muestra, por tanto, la estrecha relación entre los niveles de contaminación lumínica y la actividad cultural de nuestra sociedad, “unos efectos que se extienden más allá de las zonas urbanas”.

Varias personas pasean por el
Varias personas pasean por el centro de Vigo en la Navidad de 2022. (Gustavo de la Paz / Europa Press)

“Los resultados muestran que festividades y celebraciones que implican grandes concentraciones de personas y el uso de luces nocturnas afectan al patrón estacional de intensidad lumínica, lo que puede tener efectos sobre una gran variedad de especies que se ven atraídas por las luces artificiales, a menudo con consecuencias fatales”, señala la investigadora Marta Coll, del Institut de Ciències del Mar.

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Se trata de la primera vez que se evalúa cómo determinadas actividades socioculturales afectan a la contaminación lumínica a escala global, ya que anteriormente algunos trabajos solo habían relacionado el desarrollo económico de los países con sus patrones de contaminación lumínica, determinando que, en general, son los más ricos los que más contaminan.

Reflexionar sobre el uso de la luz artificial

Airam Rodríguez considera que los resultados de este estudio deben hacer reflexionar “acerca del uso que hacemos de la iluminación”, así como llamar la atención sobre los sistemas que se utilizan en las diferentes festividades. En ese sentido, España, que destina casi 1.000 millones de euros al año en el alumbrado público de los municipios, “es uno de los países más contaminados lumínicamente del mundo”, recuerda el biólogo, e incluso hay ciudades como Vigo o Madrid que compiten por la iluminación navideña.

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En su opinión, “la gente tiene interiorizado que la iluminación equivale a riqueza o bienestar y no es así”, tal y como evidencian países como Alemania, que pese a tener una de las economías más fuertes del mundo, “sus ciudades y calles están poco iluminadas de noche y no por ello tienen un mayor índice de criminalidad, como a veces se piensa”.

Con ese exceso de luz en las calles de España y en determinadas festividades, concluye Rodríguez, “el problema es que se da un mensaje a la sociedad de que derrochar no es un problema cuando sí lo es”, porque la energía supone un gasto importante y las bombillas, “aunque sean led”, también incrementan la contaminación lumínica.

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