La elección de la presidencia del Congreso de los Diputados es la primera votación que se realiza en cada legislatura. A pesar de parecer baladí, que uno de los bloques logre mayoría en la Mesa del Congreso supone controlar tanto los tiempos como los asuntos que determinarán la legislatura.
Tras el 23J la aritmética parlamentaria está ajustadísima. El PP ganó las elecciones, pero la negativa del PNV para sentarse a negociar hace inviable que Feijóo pueda ser investido presidente del Gobierno. Este ambiente anti PP-Vox generado tras los pactos en los ayuntamientos y comunidades también parece haberse trasladado a la votación de la Mesa del Congreso de los Diputados. No obstante, son imprescindibles, igual que en una posible investidura de Sánchez, que Junts Per Catalunya apoye las tesis del bloque plurinacional.
Con esta incógnita sobre la mesa y sin poder despejarse por el momento, el PP sigue intentando seducir a algún grupo parlamentario para poder hacerse con la presidencia de la Cámara Baja. En las últimas semanas, se ha planteado la posibilidad, incluso, a cambio del sí del PNV en una investidura de Feijóo, imprescindible para llevar al popular a residir en la Moncloa, que el PP permitiera que el grupo vasco asumiera la presidencia del Congreso.
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Este escenario sería, sin duda, un giro de guion inesperado. Sin embargo, el PP ya aseguró que tenía “sus propios planes”. A pesar de no ser claros con sus intenciones, la posibilidad de que el PNV acabe liderando el Congreso de los Diputados es casi nula, por no decir imposible, por tres razones fundamentales.
Feijóo no necesita el sí del PNV
La metodología de elección de la Mesa del Congreso se basa en el llamamiento a los diputados y que estos introduzcan un papel con el nombre del candidato en una urna. Si en primera votación alguno de los candidatos logra una mayoría absoluta, es elegido. De lo contrario, se realiza una segunda votación, y quien más papeletas tenga, asume la presidencia. Con la aritmética parlamentaria actual sabemos que la candidatura del PP no lograría la presidencia en primera votación, pero si Junts per Catalunya finalmente no vota por la candidata socialista, en segunda votación, Cuca Gamarra -quien parece que será la candidata popular- podría asumir la tarea.
Por lo tanto, Feijóo no necesita el apoyo de los vascos para hacerse con el control de la mesa, tan solo que alguno de los socios de Sánchez no vote a la Francina Armengol, este escenario deja a los populares con una pequeña ventaja sobre el bloque plurinacional.
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Vetos cruzados
El PNV y Vox se tienen vetados mutuamente. El Partido Nacionalista Vasco ya ha asegurado, en más de una ocasión, que rechazan por completo estar en cualquier ecuación en la que compartan sentido del voto con la ultraderecha. Es más, los pactos de los populares con la formación liderada por Santiago Abascal en comunidades autónomas y ayuntamientos han sido fundamentales para que el PNV tomara la decisión de negarse a sentarse en la mesa con Feijóo.
Es imprescindible tener en cuenta que el Partido Nacionalista Vasco tiene marcado en el calendario el verano de 2024. En menos de un año se deben celebrar elecciones autonómicas en Euskadi y Eh Bildu le está comiendo terreno como nunca antes.
En las elecciones municipales, el partido liderado por Arnaldo Otegi logró ser la primera fuerza en el territorio y en las elecciones generales, los de Ortúzar dejaron de ser primera fuerza en favor de los socialistas. Con respecto al número de escaños, a pesar de que Eh Bildu y el PNV empataron en Euskadi, la fuerza abertzale logró superar a los conservadores gracias a lograr un diputado en Navarra, dejando el contador 6-5 para los de Otegi. Este plantel obliga al PNV a moverse contrarreloj para poder revalidar el próximo verano su gobierno, una tarea que se volvería complicada si se escenifica buena sintonía con la ultraderecha.
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Por su parte, Vox ha mantenido a lo largo de la legislatura pasada y durante toda su historia política un discurso político muy duro con las fuerzas nacionalistas e independentistas. Abascal ha propuesto sin paliativos la ilegalización de estas formaciones. Un movimiento de estas características sería incomprendido por los votantes de la formación ultra y completamente contrario al ideario de la formación. Una formación que en boca del entonces secretario general, Javier Ortega Smith, llegó a decir que “todo el mundo sabe lo que es el PNV, el que recogía las nueces de los palos que agitaba la ETA y haremos todo lo posible para ilegalizarlo”, expresó en un programa de televisión.
La izquierda, a favor de una mesa plurinacional
El PNV, si quisiera entrar en la Mesa del Congreso de los Diputados, solo tendría que pedirlo. Tanto el PSOE como Sumar, en las últimas semanas se han mostrado abiertos a que los partidos periféricos estén representados en la Mesa del Congreso de los Diputados. Es más, el PNV, en el pasado ya ocupó puestos en la Mesa del parlamento. En la legislatura de 1993 al año 1996, el diputado Emilio Olabarría Muñoz asumió la secretaría cuarta del Congreso.
Además, desde Sumar han reconocido abiertamente que es imprescindible lograr una representación fiel de las mayorías parlamentarias también en el órgano gestor del parlamento. Sin embargo, a pesar de los gestos continuos a los diputados nacionalistas, Aitor Esteban, a su llegada al Congreso, ha sido preguntado por si tiene decidido el voto, Esteban se ha limitado a asegurar que no tiene “nada que decir, por el momento”.
Con este panorama, el PNV, al igual que todas las fuerzas periféricas, deben decidir si apostarán por Francina Armengol o por otro candidato. De decantarse por la segunda opción, aunque no sea un apoyo explícito al PP, otorgaría la tercera autoridad del Estado a los populares. Con la votación todavía en el aire, lo que tenemos claro es que, en ningún caso, semejante posición recaería sobre el Partido Nacionalista Vasco.
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