Ana Peleteiro, Chema Martínez, Paquillo Fernández o Ruth Beitia, entre muchos otros. Son todos atletas españoles reconocidos a nivel nacional e internacional y con alguna que otra medalla a sus espaldas. Sin embargo, si hablamos de atletismo paralímpico la cosa cambia y los nombres que se vienen a la cabeza cuando pensamos en esta categoría se pueden contar con los dedos de una mano, o incluso ni eso. Y si esta modalidad resulta poco conocida para los ciudadanos, la figura del guía paralímpico lo es todavía más. Uno de ellos es Jonathan Orozco, atleta profesional y guía paralímpico, quien relata como es la labor que realiza esta figura tan poco reconocida, lo que se siente al ganar una medalla y el vínculo que crea con el atleta.
Orozco comenzó en el mundo del atletismo muy tarde, con más de 30 años, ya que antes había dedicado toda su vida a jugar al fútbol sala. “Me enganché al atletismo por mis hijas”, reconoce. En 2018 ya estaba compitiendo a nivel nacional e internacional y hasta ahora. Este último año ha sido campeón de España en los 100 metros lisos en Jerez y en 60 metros lisos en Antequera en pista cubierta.
Pero, ¿cómo llegó a ser guía paralímpico? “Por casualidad”, explica. En 2019, estaba cursando el ciclo final para ser entrenador de atletismo y “uno de los profesores que tenía, medio en broma, me tiró la cuerda que llevamos el guía y el atleta. Me animó a acercarme un día, a echar una mano y a ver qué es lo que hacían. Y así empecé”, recuerda.
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Comenzó a echar una mano en la Federación, donde cada día estaba con un chico o una chica, competía con ellos e iba ayudando donde se necesitaba. Además, asegura que al principio es “complicado” y “da mucho respeto, porque cuando tú compites, si metes la pata o cualquier error en la salida, lo cometes para ti. Pero cuando estás con una persona da respeto, sabes que no hay margen de error, que si tú te equivocas en algo repercute en la carrera deportiva de esa persona”.
Hasta que llegó un día en que los entrenadores vieron algo en Jonathan. Las cosas comenzaban a funcionar, había una conexión, una complicidad, algo entre el guía y el atleta. Es ahí cuando decidieron que comenzara a entrenar con Alba García de forma más sería y con un objetivo en mente: los Juegos Paralímpicos. Pero entonces llegó la pandemia, justo en el momento en que empezaban a arrancar la preparación, y todo se fue al traste. “Fue un año más para trabajar, de aprendizaje y al final lo conseguimos”. El reto de Tokio se aplazó a 2021.
En un primer momento, les dijeron que estaban preseleccionados, aunque no les aseguraba nada. “Estar preseleccionado no quiere decir absolutamente nada, se quedan muchísimos atletas fuera a la hora de la verdad”, incide. A partir de ese momento, necesitaban un año perfecto a todos los niveles. “En nuestro caso salió todo muy bien, en la competición íbamos mejorando, consiguiendo récords de la categoría. Todo lo que había que poner, lo pusimos”. Orozco y García cumplieron su objetivo: tenían un billete para los Juegos, los primeros para ambos. Jonathan como guía y Alba como atleta.
El vínculo entre el guía y el atleta
La unión que se forjó entre ellos fue máxima. “Te conviertes en sus ojos dentro y fuera de la pista casi las 24 horas del día”, asegura. Jonathan y Alba pasaron muchas horas juntos, desde que se despertaban hasta que se acostaban. “El que organizas junto con su entrenador todo eres tú, la llevas a desayunar, a comer, íbamos juntos a todos los lados, nos convertimos en una sola persona durante todo ese proceso”, explica. Esto hizo que su relación se acercara mucho más, tenían más complicidad, y es ahí “cuando todo encaja y todo cuadra más y, normalmente, se acaba viendo en la pista y en los resultados”.
Un sentimiento que traslada también al momento en que consiguen una medalla. En este sentido, Jonathan no duda. “Renunciaría a cualquiera de las medallas que tengo individuales por una sola de las que tuve la suerte de ganar con Alba. No es comparable a nada la sensación que te da acompañar al atleta durante todo ese proceso y llegar a ese día y conseguirla”. Y es que este atleta no solo ha ido a los Juegos Paralímpicos junto a Alba, sino que cuentan con varias medallas a sus espaldas que consiguieron juntos: el campeonato de Europa donde fueron plata y bronce; o los campeonatos de España, en los que ganaron en diferentes disciplinas.
Escasez de guías y poco reconocimiento
Uno de los “grandes problemas” del atletismo paralímpico es encontrar guías, explica Jonathan. Según considera este atleta, con un poco de información sería fácil encontrar más. “Son muchos los chicos que están empezando y no tienen gente que les ayude durante esos años. Y es lo más difícil”, afirma. Y es que donde más falta hace esta figura es en la base. Hay promesas paralímpicas que muchas veces se encuentran en situaciones de no tener guía, o tienen que ir rotando, un día con uno y al siguiente con otro.
En ese sentido, existe otro problema: la falta de comunicación e información. “Yo como atleta no tenía ni idea de la falta de guías en este aspecto”, asegura. A la escasez de guías se une también el poco reconocimiento que se le da a esta figura. En este sentido, Jonathan explica que ha visto situaciones en las que se discrimina al guía, a quienes se les deniegan muchas becas y ayudas. Un ejemplo de ello fue lo que vivió durante los Juegos Paralímpicos límpicos de Tokio.
Los tres guías que viajaron solicitaron una beca, reunían los requisitos y condiciones para que se la concedieran y, sin embargo, se la denegaron. Pero se plantaron, dieron un golpe sobre la mesa y funcionó. “A partir de ese momento empezaron a tenernos en cuenta y han salido becas que nos han concedido. Sin esas ayudas económicas, muchas veces el guía no puede dedicar todas las horas que requiere estar al nivel del atleta”. Orozco considera que es un tema que está “bastante abandonado” y “en el que hay que trabajar mucho, dado que para que los atletas estén a primer nivel necesitan personas que puedan dedicar casi el 90% de su tiempo a estar con ellos. Y si no tienen un apoyo económico es imposible”.
Más allá de las ayudas, la discriminación existe y se da en muchas circunstancias. Por ejemplo, en la recepción organizada por el CSD tras la llegada a España de la delegación que compitió en Tokio. El organismo excluyó a los guías del escenario que montaron para los medallistas. “No contaban con ellos. Estaban los atletas pero no el guía”, relata Orozco, quien también vivió este tipo de discriminación: “En mis comienzos una persona me dijo ‘tú no eres atleta, tú no tienes derecho a medalla”.
Por mucho que estas cosas sigan pasando, los guías no se dan por vencidos y buscan el reconocimiento que se merecen. “Van cambiando las cosas y esperemos que cada vez sean a mejor”, confía.
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