Existen pocas cosas hoy en día que aguanten bien el paso del tiempo. Todo tiende a olvidarse demasiado rápido: se estrena una película en cines y a la semana ya nadie de habla de ella –al menos hasta que la recupera alguna plataforma–, una nueva serie y la gente solo la comenta lo que le dura el binge-watching... Se pasa página demasiado rápido y cuesta encontrar algo que perdure, algo a lo que volver al poco tiempo. Y si se hace, rara vez, suele ser más fruto de la nostalgia que otra cosa, como ese viejo parque de atracciones al que llevas años sin ir y tienes cierto miedo de volver a visitar porque no sabes si ya eres demasiado mayor para esas cosas o simplemente el parque no será igual que como lo imaginabas de niño. Y si hay una saga que sabe mucho de ese viaje, pues ha sido atracción y película a la vez, es Piratas del Caribe, cuya primera entrega cumple nada menos que 20 años. ¿Habrá aguantado el paso del tiempo? Todos a bordo, porque vamos a descubrirlo.
El símil con el parque de atracciones es tan obvio como pertinente, pues Piratas del Caribe nació a partir de una popular atracción de los parques temáticos de Disney. Una atracción que distaba mucho de lo que luego serían las películas, pero que de alguna manera tenía ese algo de las cintas de aventuras clásicas que Disney estaba decidida a recuperar, aunque para ello tuviera que poner toda la carne en el asador. Eso fue precisamente lo que ocurrió, cuando el guion se puso en marcha y empezó a pasar de unas manos a otras, hasta que encontró a sus dignos portadores en Ted Elliot y Terry Rossio, quienes ya habían trabajado con Disney en Aladín y sobrada experiencia en el mundo de los piratas tras El planeta del tesoro. A ellos dos se sumarían otros dos nombres clave para entender la saga: el productor Jerry Bruckheimer, quien había estado detrás de grandes películas de acción noventeras como Armageddon, Con Air o La roca, y el director Gore Verbinski, que venía del terror con la adaptación americana de The ring y muchas ganas de probarse en una gran aventura. En definitiva, una tripulación procedente de distintos rincones, pero con mucho que aportar y a la que solo le faltaba un capitán.
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El día que casi no encuentran al Capitán Jack Sparrow
Porque a día de hoy es imposible imaginar Piratas del Caribe sin Johnny Depp, su gran protagonista, pero en su día fueron otros los primeros candidatos al papel. Una lista tan variopinta que pasó por Matthew McConaughey –quien a muchos les recordaba a Burt Lancaster, uno de los grandes piratas del cine con El temible burlón, inspiración del personaje de Sparrow– a otros como Jim Carrey, Carey Elwes o incluso Hugh Jackman, del cual heredó el nombre. Johnny Depp, que estaba en un punto de su carrera ciertamente irregular tras haber obtenido el éxito con las películas de Tim Burton, -Eduardo Manostijeras, Ed Wood, Sleepy Hollow-, se encontró de repente con una de las grandes oportunidades de su carrera. Y lo más curioso de todo es que ni siquiera la estaba buscando, pues él lo que en realidad quería era poner su voz a algún personaje de animación de Disney para tener alguna película que ver con sus hijos Lily-Rose y Jack. Podría decirse que Depp fue buscando cobre y encontró oro, en concreto el de una saga que lo elevaría a la cima de su carrera antes de caer estrepitosamente varios años después.
Como vemos, La Maldición de la Perla Negra en particular y Piratas del Caribe en general, fue la coincidencia de muchas situaciones y personas en el tiempo, una alineación de los astros que terminaría consagrando a prometedoras estrellas y dando una nueva cara tanto a Disney fuera de la animación como al género de aventuras clásico, que tan ávido andaba en ese momento de nuevas historias. Todo ello mezclando viejas glorias del cine británico como Geoffrey Rush o Jonathan Pryce, con jóvenes actores como Keira Knightley, Orlando Bloom o incluso Zoe Saldaña, que aquí obtuvo su primer gran papel como la pirata Anamaria. Veteranos y noveles, capitanes y grumetes, actores que demostraron que las grandes películas empiezan por un buen casting.
Otro de los puntos clave para entender el éxito de Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra es, por supuesto, el dinero. Bruckheimer fue clave no solo por su visión y por la experiencia que aportaba en una empresa de tal magnitud, sino también por lograr convencer a Disney de que pusiera todos los medios a su disposición. “Tu competencia se ha gastado 150 millones de dólares”, dicen que le dijo a Michael Eisner, CEO de Disney, en un momento en el que El señor de los anillos, Matrix o Harry Potter comenzaban a llenar las salas. Disney accedió, y la inversión inicial de 140 millones de dólares en la película fue necesaria para conseguir que esta no solo fuera entretenida y emocionante, sino muy verosímil al mismo tiempo. Y eso que hablamos de barcos malditos, piratas resucitados y demás leyendas.
Arrasa con lo que veas y generoso no seas
La secuencia inicial de La maldición de la Perla Negra –que no el prólogo que nos introduce a Will Turner y Elizabeth Swann– ya sirve como muestra del dispendio detrás de la película. Localizaciones reales como la isla volcánica San Vicente y otras construidas sobre set –Port Royal en el Rancho Palos Verdes o la cueva de Barbossa– pero cuidando hasta el último detalle. El vestuario, las armas que portan en la película... hasta los actores llevaban una serie de retoques de maquillaje y lentillas para simular el deterioro físico de los piratas fruto del escorbuto. Por no hablar de las joyas de la corona, a saber, los barcos que se construyeron expresamente para escenificar la película, el Interceptor y el Dauntless pero sobre todo la mismísima Perla Negra, que se construyó sobre el hidroavión más grande del mundo, un Hughes H-4 Hercules, con el fin de tener un mayor control sobre la iluminación y poder añadir con más facilidad efectos como la niebla o las tormentas.
La película podría haberse conformado con todas estas cosas y haberse quedado en eso, en una película de aventuras con toque familiar y plagada de referencias históricas a pesar de todo. Pero ya hemos explicado que existían ciertas ambiciones y cuentas que saldar, y una de ellas pasaba por añadir un toque de terror y fantástico, aunque eso requiriese más imaginación y medios. Si Aragorn podía tener su Ejército de Muertos de El Sagrario al final de El señor de los anillos: El retorno del rey, el capitán Barbossa y su tripulación no iban a ser menos. Porque quizá lo más fascinante de echar la vista atrás y volver a ver La maldición de la Perla Negra no es solo comprobar que sus efectos especiales no han envejecido mal, sino que de hecho siguen luciendo igual de bien que el primer día veinte años después.
Ahí fue providencial sin lugar a dudas la ayuda de ILM (Industrial Light & Magic), la empresa creada por George Lucas para La guerra de las galaxias y que desde hace años es propiedad de Disney. ILM fue clave en la recreación de los piratas no-muertos de Barbossa o el propio Jack Sparrow, rodando las escenas dos veces, primero con los actores y luego sin ellos, para poder añadir los esqueletos de estos de manera digital, a pesar de que la forma de Verbinski de rodar las batallas desde cerca cámara en mano y no mediante planos generales dificultaba todo el proceso. Una tecnología en ese momento vanguardista y adelantada a los cromas y CGI que están ya tan insertados en el blockbuster moderno.
El fallido intento de Disney por recuperar el espíritu
Todos estos elementos, sumados a una banda sonora que también surgió en cierta medida de forma improvisada –Alan Silvestri o Hans Zimmer intentaron trabajar con ella antes de que se designase a un novato Klaus Badelt–, terminaron por asegurar el éxito de la película. Una épica travesía que continuaría con El cofre del hombre muerto, una más que digna secuela de la película que además incorporaba a un villano tan temible como Davy Jones y ampliaba en gran medida la leyenda de Jack Sparrow, posiblemente uno de los personajes más ingeniosos y divertidos que ha dado el cine en lo que va de siglo. Sin embargo, hay que admitir que la saga empezó a palidecer con el paso del tiempo y precisamente se ha apagado con la decadencia de su protagonista, que se ha visto estos últimos años lejos de alta mar y enfrascado en los tribunales por el caso Amber Heard.
Es cierto que han existido rumores para un revival con Margot Robbie como protagonista, pero, de momento, se han desechado hasta nuevo aviso y no se otea en el horizonte próximo una nueva aventura. Por su parte, Disney ha querido reeditar el éxito apostando por otras antiguas atracciones de su parque temático, como fue el caso de Jungle Cruise o la semana pasada mismamente con Mansión encantada, pero no ha logrado los resultados esperados o desde luego a la altura de Piratas del Caribe.
Si algo nos ha demostrado la experiencia es que para que estas cosas funcionen se tienen que dar muchas, quizá demasiadas casualidades a favor. Pero claro, a veces un viento favorable no lo es todo, también se necesita la tripulación adecuada y los fondos necesarios, algo que parece cada vez más remoto en una industria que se empeña en ahorrar y generar todo por ordenador, ya incluso hasta los guiones. Sin embargo, ahí queda la película original, como la propia Perla Negra, inmune al paso del tiempo, esperando a que alguien vuelva a ella para recordar que, después de todo, sigue siendo una película tan buena y disfrutable como el día en que llegó a los cines.
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