Cuando uno piensa en actores españoles con protagonismo en Hollywood, los rostros que vienen a la cabeza suelen ser los mismos: Antonio Banderas, Penélope Cruz, Javier Bardem... En los últimos años han ido apareciendo nuevos actores para engrosar la lista, aunque ninguno con la suficiente fuerza como para asentarse en ese imaginario. Pero hay uno con el que sucede todo lo contrario, un actor al que ya hemos visto en varias películas y cuyo rostro no solo no se queda en la cabeza, sino que va mutando. ¿Un actor sin rostro? Mejor dicho, un actor con muchas caras, un mismo cuerpo y un talento a raudales que es lo que le ha llevado a trabajar en los últimos años en películas con Tom Cruise, Leonardo DiCaprio, Guillermo del Toro o Ridley Scott. Y todo ello sin que ni siquiera le hayas visto la cara.
Estamos hablando de Javier Botet (Ciudad Real, 1977), el hombre detrás de algunas de las criaturas más terroríficas que ha dado el cine en los últimos años y probablemente también de las pesadillas de más de uno. Ha encarnado a fantasmas en La cumbre escarlata, al Hombre Torcido de Expediente Warren: El caso Enfield, al Xenomorfo de Alien: Covenant, al dios egipcio del caos y la venganza Set en La momia e incluso a Slender Man, una de las criaturas más perturbadoras que ha salido de Internet en los últimos años. Pero aquí el mayor misterio no es descubrir su rostro como si uno de esos monstruos de Scooby Doo! se tratara, sino entender cómo un joven de ciudadrealeño obsesionado con Star Wars y los aliens acaba convirtiéndose en un actor tan recurrente para dar vida a monstruos en España y Hollywood.
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“Empecé a hacer cosas en España y sabía que tenía que irme a Estados Unidos porque el volumen de terror y ciencia ficción aquí es muy bajo comparado con Hollywood. Todo empezó en un viaje con Nacho Vigalondo y Carlos Vermut al Fantastic Fest de Austin en el que conocí a Andy Muschietti”, cuenta Botet, que en ese momento estaba preparando la secuela de REC mientras que Muschietti, que acabaría convirtiéndose en el director de It, presentaba su cortometraje Mamá, para el que buscaba financiación de cara a un largometraje.
“Tiempo después me vino con que iba a hacer la película de Mamá, que Guillermo del Toro la iba a producir y que me quería a mí en ella como protagonista. Viajé a Toronto a rodar la película y a partir de ahí cambio todo, especialmente cuando publicaron el Movement test que habíamos hecho en Barcelona. A partir de ahí me empezaron a conocer muchos directores y gente del género”, añade Botet, en referencia al vídeo viral en el que se le puede ver caracterizado como la aterradora criatura de la película de Muschietti.
Sus impresionantes dos metros de altura y sus alargadas y delgadas manos sorprenden a primera vista y son el lienzo sobre el que Botet puede dibujar su infinito repertorio de movimientos de lo más terroríficos. Cuando tenía 5 años le detectaron la causa de esta curiosa condición, el llamado síndrome de Marfan, el cual “provoca un aumento inusual de la longitud de los miembros y anormalidades de los vasos sanguíneos y corazón”. Botet ha tenido que ser intervenido quirúrgicamente a causa de esto, pero con el tiempo ha acabado haciendo de su condición su ventaja para un trabajo tan inusual como valioso. “Estuve mucho tiempo planteándomelo pero al final he hecho la vida que quería y siento que estoy cumpliendo mi sueño”, explica Botet, que ha encontrado su último reto en nuestras propias fronteras y con una criatura tan conocida por todo el mundo como a la vez difícil de representar, porque nadie sabe realmente qué forma tiene.
‘El hombre del saco’, un monstruo abstracto para un actor sin rostro
Con El hombre del saco, que llega a cines este viernes, Botet se enfrenta a uno de sus personajes más complicados de encontrar, pero a la vez de los que más ilusión le han hecho: “Me encanta dar vida a criaturas y monstruos originales, pero siempre hay un elemento más de honor en encarnar algo tan viejo y tan castizo pero que a la vez nadie ha visualizado nunca y al que le puedes dar tu forma”, revela entusiasta el actor, quien vuelve a trabajar aquí con el director Ángel Gómez Hernández, con el que ya había colaborado en su película anterior -Voces- y en cortometrajes, aunque desde luego no con un papel tan sugerente y protagónico. Porque en El hombre del saco Botet no solo pone cuerpo a una de las leyendas más terroríficas de nuestro país, sino que lo hace en una historia a través de un mito inspirado en un trágico caso real y que tiene mucho que ver con la actualidad.
Porque la película toma como referencia el caso real del que procede la leyenda de El Hombre del Saco, el crimen de Gádor (Almería), en el cual un hombre enfermo de tuberculosis secuestró a un niño y lo asesinó con la esperanza de que sus males se fueran, tal y como le había prometido un curandero que le ayudó a perpetrar el crimen. La película se ambienta más de cien años después de esta tragedia, pero en el mismo pueblo en el que una serie de desapariciones de niños han vuelto a alimentar los rumores en torno a la fantástica y aterradora criatura. “Creo que nos ha pasado a todos con esta película, que de pronto nos hemos dado de golpe con la realidad, de que estas cosas pasaron y desgraciadamente siguen pasando, se dice mucho pero es verdad que a veces la realidad supera a la ficción”, señala Botet.
Los miedos de las antiguas y las nuevas generaciones
Sin desvelar detalles de la trama de El hombre del saco -ni del aspecto final de Botet, quien prefiere que la gente descubra al ver la película- lo cierto es que dentro de la película se encierran varias reflexiones interesantes. Una de ellas, la de que el miedo es algo heredado de nuestros padres y un instrumento de manipulación y control por parte de algunos de ellos: “Lo que hace la película muy efectiva es el mensaje que yo también he descubierto con ella, que la herramienta del miedo que se ha usado de padres a hijos es algo que luego nos ha pasado factura. Una cosa es inculcar la responsabilidad y dar ejemplo, y otra controlar a la gente por el atajo de asustarles”, desgrana el intérprete.
La segunda, complementaria con la anterior y algo más triste si cabe, es en torno al miedo que genera El Hombre del Saco a unas generaciones -los padres y ancianos- y no tanto a otras más jóvenes, bien porque sus miedos ahora cobran otras formas muy distintas o simplemente porque son una generación que ya se ha criado golpeada por tantos estímulos y desgracias que de alguna manera se han insensibilizado contra este tipo de cosas, tal y como reflexiona el mismo actor que si algo sabe es de generar todo tipo de pesadillas e incomodidad en el espectador.
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“Desde que empiezan a tener conciencia aprenden a convivir con el miedo del mundo. No solo por todo lo que ven por Internet, sino porque día a día tienen que lidiar con el triple de estrés con el que convivíamos nosotros antes. Nacen en un mundo que ya les dicen que está acabándose, que si el cambio climático, que si las industrias que están acabando con todo... no ven futuro. Es normal que tengan un desorden y una falta de esperanza por un futuro que no van a poder disfrutar. Un crío ve esto, ve que no puede ni alquilar un piso, comprar una casa, tener un trabajo estable...viven constantemente bombardeados por la tragedia. Yo a mi edad intento no pensarlo mucho pero no me quiero imaginar las generaciones que están por venir”, argumenta con cierta lástima Botet.
A la crisis que sí se ha de enfrentar ahora mismo es a la de la huelga de guionistas y actores en Hollywood, que mantiene en vilo a la industria del cine y que representa en gran medida el conflicto que lleva viviendo él desde hace tiempo, conforme las productoras prefieren tirar de efectos digitales y CGI antes que echar mano de lo real y auténtico por más o menos aterrador que sea, como Botet. “Yo llevo mucho tiempo en esa brecha luchando porque es llevar las cosas a lo práctico y no a lo digital. Y siempre he abogado por lo tangible, menos ordenador y más autenticidad, aquello por lo que ahora se están manifestando. Es una lucha de corazón contra razón pero tenemos que seguir defendiendo lo nuestro porque esto no es un avance, es un retroceso”, razona Botet. Parece que en esta batalla un bando acaba de sumar a alguien a su favor, un gigante de dos metros capaz de encarnar a cualquier monstruo, incluso aquellos que no tienen forma. En este mundo de nuevos terrores, hay alguien que se sigue esforzando por recordarnos que a veces las cosas que más miedo dan son las que se sienten de reales, las que existen de verdad.
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