Cuando la pandemia estalló en marzo de 2020 trastocó todo lo cotidiano, nuestra forma de relacionarnos y nuestros hábitos. Y a muchas personas que pudieron teletrabajar más allá de los primeros meses del confinamiento les llevó incluso a dejar la ciudad por el campo para empezar una nueva vida alejada del estrés. Es el caso de Giuliano y Llanos, una pareja que cambió Lisboa por Letur, un pequeño pueblo albaceteño en el que se instalaron gracias a un proyecto contra la despoblación impulsado por una empresa láctea.
Después de tener a su primera hija en plena pandemia y residir en la capital lusa, esta pareja se planteó un cambio y comenzaron a buscar opciones en un entorno rural. Tras una primera experiencia en un pueblo cerca de Yeste, también en la provincia de Albacete, surgió una oportunidad inesperada en Letur, ubicado en el corazón de la sierra del Segura y cuya población no supera los 1.000 habitantes.
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El proyecto de repoblación que les sedujo lo puso en marcha la compañía Cantero de Letur, especializada en la producción de lácteos ecológicos, que construyó en 2022 un edificio con diez viviendas con el objetivo de atraer a “profesionales cualificados que ya estuvieran trabajando” y, a ser posible, junto a sus familias, de manera que sus hijos e hijas pudieran revitalizar la escuela del pueblo. Las casas cuentan con amplias terrazas y calefacción por suelo radiante, y el alquiler que pagan las familias se sitúa entre los 250 y 380 euros.
Giuliano y Llanos, ahora ya con una hija de tres años y un niño de uno, no dudaron en sumarse a este proyecto que ha logrado rejuvenecer el municipio e incrementar un 22% el número de alumnos del colegio. Esta pareja, programador informático y administrativa, solo necesitaban una buena conexión a internet para trabajar en remoto, si bien Llanos ha conseguido recientemente un contrato de seis meses en el propio ayuntamiento de Letur. Desarrolladores web, diseñadores o abogados con autonomía para teletrabajar son otros de los perfiles de los nuevos habitantes.
“Cuando fuimos a ver la escuela quedamos encantados. Son pocos alumnos —ahora un total de 32— y acogieron a mi hija muy bien, agradecemos que el trato sea tan familiar. Además, lo bueno de vivir en un pueblo como Letur es que la gente se ayuda entre sí”, dice a Infobae España Giuliano, de 37 años, quien aclara que a pesar de ser extranjero (es portugués) nunca se ha sentido como tal en el municipio albaceteño. “Me hicieron sentir como en casa desde el primer momento y nos gusta ser parte de la comunidad”, añade.
Letur, que fue declarado Conjunto Histórico Artístico en 1983 por su buena conservación del diseño urbano árabe, está rodeado de arroyos, acequias y piscinas naturales, por lo que también se le conoce como “el pueblo del agua”.
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Cómo surgió el proyecto
Fue precisamente el auge del teletrabajo en plena pandemia lo que llevó a Pablo Cuervo, director de Cantero de Letur, a poner en marcha este proyecto de repoblación. La compañía láctea, que da trabajo a unas 90 personas en el pueblo, quiso dar un paso más allá con la construcción de una decena de viviendas, consciente de que los problemas de muchos pueblos en España son la falta de trabajo y de vivienda. “Queríamos hacer algo más, un método alternativo para tratar de fijar población y que no fueran trabajadores de la empresa, y si tenían hijos mejor que mejor, porque eso garantizaba la continuidad de la escuela”, explica Cuervo a este medio.
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El director de la firma asegura que a pesar de que “no es un proyecto sostenible económicamente”, porque la inversión es mucho mayor que lo que se consigue con el retorno de los alquileres, forma parte de su política “destinar una parte a la mejora del entorno”, asegura, y ha superado con creces sus expectativas: “Estamos muy contentos, son un total de 33 personas, 13 de ellas menores”.
Además, indica la compañía, dos de los nuevos vecinos han abierto un restaurante en Letur que también contribuye al aumento de la oferta existente hasta el momento.
Aunque nunca se sabe qué puede deparar el futuro, de momento familias como la de Giuliano y Llanos tienen claro que los próximos años los pasarán en Letur y muy probablemente se convierta en el hogar definitivo de muchas de ellas.
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