La escasez de agua tiene solución, pero no sale gratis: la sequía en España o morir a pellizcos

El futuro traerá sequías y los métodos de prevención serán claves, aunque también es inevitable repensar un sistema que no es sostenible si se piensa en cuidar del planeta

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Flamencos en Fuente de Piedra (Málaga) en busca de agua, que no encuentran debido a la sequía. (Getty Images)
Flamencos en Fuente de Piedra (Málaga) en busca de agua, que no encuentran debido a la sequía. (Getty Images)

El planeta en general y España en particular deben prepararse para los nuevos escenarios que dibuja el cambio climático sobre nuestras cabezas. La noticia de esta semana, cuando Cataluña activó los protocolos de emergencia por sequía en varios puntos de Girona con efecto sobre más de 25.000 personas, es la confirmación de la llegada de tiempos en los que el agua no va a sobrar. Combatir la crisis climática consistiría en renunciar, si no derogar, los actuales sistemas de producción.

El agua no es infinita, una creencia equivocada. Un engañoso junio, con lluvias por encima de las expectativas, y un julio con pocos incendios, resetean la memoria y la conciencia y dan a entender estabilidad, cuando en realidad no son más que excepciones o equilibrios fruto de otros incidentes. El primer trimestre de 2023 fue extremadamente seco y los incendios de este invierno quemaron una cantidad de hectáreas inusual para la época.

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La emergencia por sequía se da a través de dos situaciones: falta de lluvias o el nivel bajo de las reservas hídricas (embalses y acuíferos). La última alerta de Cataluña se debió a esa segunda opción, ya que los embalses de las zonas en cuestión se encuentran bajo mínimos, aunque la sequía es un mal que afecta a gran parte de la península: “Donde hay problemas de agua es en toda la costa mediterránea y en la mitad sur de España”, apunta Santiago Martín Barajas, ingeniero agrónomo y parte de Ecologistas en Acción.

Sin embargo, en España compiten dos ideas: una, que la sequía se ve agravada por el uso del agua, donde los sistemas de regadío acaparan prácticamente toda su capacidad; dos, que la agricultura de regadío es mucho más productiva y genera más riqueza que la agricultura de secano. El sistema de regadío es seis veces más productivo y cuatro veces más rentable que el sistema de secano, según datos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO). Además, el regadío genera el 65% de la producción final vegetal de la cantidad total producida en España, tal y como refleja el Ministerio de Agricultura y Pesca (MAPA).

El sistema de regadío, un bucle sin salida

En términos medioambientales, la agricultura de secano es mucho más sostenible y menos exigente para el entorno, ya que no demanda tanta agua, pero su escasa rentabilidad convierte a quienes la practican en esclavos de un sistema que les hace morir a pellizcos. Es aquí cuando surgen las cuestiones que, desde hace años, denuncian las organizaciones ecologistas: el mismo sistema que sostenemos es el que acaba con el planeta.

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Dentro de las actuales lógicas, hay algunas que son totalmente condenadas por las organizaciones medioambientalistas. “Actualmente, se ponen en regadío cultivos que eran de secano, como los olivares y los almendros, para aumentar su producción, pero en realidad estás agravando una situación en época de carestía”, cuentan desde WWF.

Fotografía de las antiguas ruinas de la iglesia en el embalse de Sau, emergiendo sobre el agua debido a la fuerte sequía en Cataluña y los niveles más bajos de la reserva de agua en Vilanova de Sau. (Getty Images)
Fotografía de las antiguas ruinas de la iglesia en el embalse de Sau, emergiendo sobre el agua debido a la fuerte sequía en Cataluña y los niveles más bajos de la reserva de agua en Vilanova de Sau. (Getty Images)

La prevención de sequías, un reto aún por explorar

Rafa Seiz, del Programa del Agua de WWF, identifica algunas claves del mal uso del agua en España: “Tenemos un serio problema de sobreexplotación en muchas cuencas. El uso urbano es el 15% del consumo, el 80% se lo lleva la producción de alimentos para el regadío. Aunque se han hecho inversiones importantes para la modernización y la eficiencia, esto no ha producido un efecto tan bueno como para reducir uso del agua. Gastamos mucha agua en producir alimentos, y más de la mitad de esos alimentos se exportan”, arguye.

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Como pasa con los incendios, el trabajo para combatir la sequía se tiene que dar mientras hay buenos niveles en las reservas hídricas. “Si gestionamos antes, si somos racionales y guardamos recursos para cuando son necesarios, estaremos mucho más preparados para episodios que seguro llegarán. Si mantenemos el sistema de embalses siempre al extremo de uso (utilizar el máximo posible), cuando falla arrastramos las decisiones del pasado”, apunta Seiz, que además rechaza ideas como la construcción de presas para almacenar más agua, ya que “guardar recursos no es hacer presas, porque la construcción de una presa lleva entre 5 y 10 años, no resuelve el problema de ahora”.

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