“Somos la excepción ibérica”, decía Santiago Abascal en el debate a tres de RTVE, echándole en cara a Pedro Sánchez que hubiera metido a “comunistas” en el Gobierno de España. En aquel duelo entre Yolanda Díaz, el presidente del Gobierno y el líder de la ultraderecha, este último pedía el voto con el objetivo de evitar una reedición del Gobierno de coalición. Mientras, la Unión Europea, donde ya se han instaurado varios gobiernos ultras, contenía la respiración ante la posibilidad de que el PP introdujera a Vox en el próximo Ejecutivo tras las generales.
Tras una noche electoral de infarto, Úrsula Von der Leyen pudo dormir a pierna suelta. España había logrado pararle los pies a la ultraderecha, no sumaban con el PP y la única posibilidad de Gobierno recaía sobre Pedro Sánchez. Vox retrocedió más de 600.000 votos y perdió 19 asientos en el Congreso de los Diputados, su poder parlamentario se reducía a la irrelevancia y su capacidad de influencia, tanto en el Gobierno como en el día a día parlamentario, se disipaba. No obstante, Ángel Muelas, codirector de ‘Ideas en Guerra’, advierte de que “es pronto para dar por muerto a Vox”: “En las autonómicas y municipales, la ultraderecha ganó casi un millón de votos”, recuerda Muelas. Y por eso, cree “que es más indicado hablar de freno, ya que sería precipitado hablar de su fin”.
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España vuelve a ser la excepción de Europa porque el país se ha convertido actualmente en una de las únicas naciones en la que se ha reducido el poder de la extrema derecha y, además, en la que esta no tiene capacidad de influencia en el Gobierno. Otros países, como Islandia, Irlanda o Reino Unido, registran mejores noticias: la fuerza de la extrema derecha es nula. Aunque España no sea el único Estado que ha conseguido que la fuerza política de los ultras se acote ―en Letonia y Estonia se ha registrado también un descenso―, en estos países su poder de influencia en los ejecutivos es mayor.
En Estonia, a pesar de reducir el porcentaje de votos, la caída de otras fuerzas ha hecho que el partido Erke ―la marca ultra del país― haya escalado un puesto en el ranking total hasta llegar a ser segunda fuerza política, por lo que cuenta con una gran influencia en el Gobierno. Situación similar es la que vive Letonia. En las elecciones de octubre de 2022 perdieron 6 puntos, sin embargo, lograron entrar en el Ejecutivo y cuentan con varios ministerios a su cargo.
Escaso retroceso de la ultraderecha en Europa
Mientras que en escasos países la ultraderecha ha retrocedido, lo cierto es que la tónica general es distinta y el avance de la extrema derecha en Europa es innegable. En Francia, en cada cita con las urnas, siguen mejorando sus propios récords; en Suecia, entre las últimas elecciones y las anteriores, la subida fue de tres puntos porcentuales.
En Italia, la mejora fue de casi quince puntos, del 21.7% al 36%, son datos que ha recopilado el proyecto ParlGov, un estudio de ciencia política que nació con el objetivo de reunir información sobre las democracias de la UE y de la mayoría de países de la OCDE. En países como Hungría o Polonia, su fuerza es imparable. En ambos países copan la mayor parte de los asientos del parlamento, lo que les ha permitido aprobar políticas claramente antidemocráticas que han sido señaladas y sancionadas por la Unión Europea. Las medidas contra el Estado de Derecho o los ataques al colectivo LGTBI les ha costado a ambos estados no recibir ningún desembolso de los Fondos Europeos de Recuperación: Next Generation. En ambos casos, la Comisión Europea ha señalado que ni Polonia ni Hungría han acordado con el Ejecutivo comunitario ninguna de las reformas con las que se comprometieron. Es más, no han solicitado ningún pago.
El aumento de los ultras es más pronunciado en Italia, sin duda. Allí, la extrema derecha, a pesar de dividirse, principalmente, en dos partidos ―Hermanos de Italia, liderado por la Primera Ministra, Giorgia Meloni, y La Liga Norte de Salvini―, ha logrado un masivo apoyo que ha aupado a Meloni a encabezar el ejecutivo, uniendo fuerzas con la derecha populista del partido de Silvio Berlusconi. El Gobierno ha acabado con el salario mínimo interprofesional y con la renta de la ciudadanía, una política que permitía subsistir a más de 169.000 familias.
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En Francia, el avance es claro; una evolución que preocupa en el seno de la Unión Europea, que ya tienen la vista puesta en las elecciones al Parlamento en junio del próximo año. No obstante, el codirector de ‘Ideas en Guerra’ señala que las elecciones generales de España, del pasado 23 de julio, podrían ser claves para la cita electoral europea de junio del año que viene y podría suponer a lo largo de los próximos meses “un posible cambio de estrategia de la derecha conservadora liberal, que en los últimos años ha creído que para evitar su desaparición debía asumir los postulados ultras”.
El país galo no es el único que preocupa en la Comisión Europea. Según los sondeos, Alternativa por Alemania, la marca de la extrema derecha en el país germano, podría alcanzar unos resultados históricos. Las encuestas dan a este partido euroescéptico y nacionalista un 23% de voto. De cumplirse las expectativas, se convertirían en la segunda fuerza política del país, por debajo de la derecha moderada del partido de Merkel y por delante de los actuales partidos que forman el gobierno; los socialistas, los verdes y los liberales.
La ultraderecha se frena en España, sigue aumentando en Francia y se resiste a aparecer en Reino Unido, Irlanda, Islandia y Luxemburgo. Esta coyuntura dibuja un escenario completamente incierto tras las elecciones europeas de 2024. Las cita con las urnas el próximo año será clave para el futuro de la Unión Europea, una Unión comprometida con la transición energética y la ampliación de derechos, que podría cuestionarse si estas fuerzas consiguen un buen resultado.
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