25 de abril de 2019. Faltaban 3 días para unas Elecciones Generales en las que Pablo Casado era el candidato del Partido Popular. Por aquel entonces, Rafa Nadal arrasaba en el Conde de Godó, Joe Biden se anunciaba como candidato a la presidencia de Estados Unidos, el DCODE anunciaba su nuevo cartel y Bob Dylan daba un espectacular concierto en Madrid. También se estrenaba una pequeña gran película llamada Vengadores: Endgame, el ansiado cierre y despedida a algunos de los personajes de Marvel que habían estado muy presentes durante más de diez años. Una película que, más de 4 años después, demuestra haber dejado una huella imborrable. Para lo bueno y para lo malo, nada volvió a ser lo mismo después de Vengadores: Endgame.
Aquel filme, técnicamente, no era el final de la llamada Fase 3 del Universo Cinematográfico Marvel, pues lo sería Spider-Man: Lejos de casa, estrenada un par de meses después. Pero sí sería un punto y final a un largo camino, lleno de películas que conectaban las unas con las otras, personajes que iban y venían pero de los que el público se había enamorado completamente, villanos ocasionales y villanos de fondo como ese Thanos que robaría todo el protagonismo en Inifinity War. Entre los que se despidieron había grandes héroes: Iron Man y el Capitán América como los destacados, pero pasando el testigo a una nueva camada, entre los que se podían vislumbrar con Capitana Marvel, Black Panther o el joven Spider-Man de Tom Holland entre otros.
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Sin embargo, han pasado cuatro años desde Vengadores: Endgame y no da la sensación de que no ha salido ninguna película que consiguiera no ya levantar tal expectación, sino, al menos, lograr que todos, público y espectadores, sintieran que se habían emocionado, que habían visto una película con personalidad y con personajes que quedasen para el recuerdo. Cuatro años después, Marvel aún sigue buscando a esos supuestos personajes, pero sí ha encontrado esa película, y lo ha hecho con unos que ya conocía de antes. No de mucho antes, pues llegaron a la pantalla en 2014 y antes de eso no habían estado entre los cómics más leídos. Pero este grupo de patosos y malhablados exploradores galácticos se presentaron sin avisar y se ganaron nuestro corazón contra todo pronóstico. Y, tras pasar quién sabe si una última vez por el cine, su historia llega a Disney+ para recordarnos por qué nos gustaba tanto Marvel antes de que todo se acabase demasiado pronto con Endgame. Así es, estamos hablando de Los Guardianes de la Galaxia.
Una brillante nave en medio del desierto galático
Guardianes de la Galaxia Vol. 3 empieza prácticamente in media res. No hay prólogos introductorios como en Thor: Love and Thunder ni flashbacks a anteriores episodios de la cronología marvelita que no se nos habían contado como en Viuda negra. Los Guardianes están en Knowhere (Sapiencial en la versión doblada), ese planeta improvisado en el que viven Star Lord (Chris Pratt) y el resto de sus estrambóticos amigos. Un nuevo villano del que no sabemos nada —ni falta que hace— llega con ganas de armar bronca, se lleva a unos cuantos por delante y acaba dejando heridas muy serias a uno de nuestros amigos, Rocket.
Comienza entonces una aventura que podrá tener sus ecos y referencias pero que, por primera vez en mucho tiempo, funciona de manera independiente al más puro estilo de película de los 90. Hay que curar a un amigo en peligro, y eso es todo lo que importa. Ni la Galaxia, ni la Tierra. Aquí el futuro no es importante, aunque sí lo será el pasado. A medida que los Guardianes —Nebula, Drax, Groot, Mantis y la improvisada Gamora que ahora pertenece al clan mercenario de Los Devastadores— van en busca de la clave que pueda desactivar el interruptor de la muerte de Rocket y salvar así su vida, vamos conociendo el hasta ahora desconocido pasado de la criatura, una infancia traumática marcada por la experimentación animal.
Así pues, por primera vez —quizá desde aquella primera entrega de Spider-Man: Homecoming— nos encontramos con un tipo de narración que propone la participación del espectador como si fuera uno más de los Guardianes. El espectador, de hecho, sabe incluso más sobre el pasado de Rocket que sus propios amigos, pero más allá de eso es una película en la que muchas situaciones vienen provocadas por errores humanos y disputas con las que cualquiera puede empatizar. Que eso en una saga plagada de entes extraños con superpoderes e incapaces de sentirse vulnerables sin resultar ridículo —ejem, Thor... — ya es mucho decir.
Los Guardianes de la Galaxia ya habían funcionado previamente por ser precisamente los más humanos de toda la saga a pesar de ser los que menos interfieren en la Tierra. En esta película, el director James Gunn eleva aún más esto introduciendo distintos temas o desarrollando aún más los que ya estaban ahí. Tenemos la crisis sentimental de Star Lord, un hombre que tiene que lidiar con que el amor de su vida ya no existe como tal pero sí el cuerpo que lo encarnaba. Drax (Dave Bautista), cuya sed de venganza tras la pérdida de su familia parece llegar a su fin mientras se regresa su deseo de formar una familia, Nebula (Karen Gillan) empezando a aceptar el liderazgo del grupo y a empatizar con sus compañeros, o un Groot al que vemos más implicado que nunca. Hay incluso lugar para una descarada pero más que justificada mirada a la explotación animal.
Aun con todo, que la gente no se equivoque. Es la película más emocional de los Guardianes y probablemente de las que más corazón tenga de los últimos años en el MCU, pero eso no impide que sigamos viendo grandes secuencias de acción o los chistes que ya son marca de la casa en el universo de James Gunn. Pero por primera vez uno siente que detrás de todas esas secuencias tan bien planificadas hay una implicación emocional, y que detrás de todos esos chistes hay ese ingenio y complicidad que quizá les faltaba a las otras películas de Marvel en este tiempo, bien por impostura -Thor: Love and Thunder- o por incapacidad de integrarlas en el tono de la película, como le sucedía a Doctor Strange en el multiverso de la locura dentro de esa atmósfera terrorífica que aportaba Sam Raimi.
Un mundo espejo de cartón y piedra
No deja de ser irónico que la que es considerada por muchos la mejor película del UCM desde Vengadores: Endgame sea también la que quizá tenga al peor villano, el Alto Evolucionador. Lejos del conflicto moral que representaban villanos tan carismáticos como Thanos o incluso el Killmonger de Black Panther, el personaje que interpreta Chukwudi Iwuji es tan unidimensional como su propio rostro, en la (peor) tradición de villanos de Marvel y la (mejor) tradición de villanos del cine noventero, la de aquellos que se limitan a ser malos y no requieren de grandes discursos morales o eventos traumáticos del pasado para autojustificarse.
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Aun con todo, resulta complicado no ver en el plan del Alto Evolucionador por mejorar la realidad humana a través de construir un mundo espejo de la Tierra una suerte del plan de Disney y Marvel con su futuro inmediato. Personajes construidos a través de remiendos de lo que otros fueron en su día —Falcon y el soldado de invierno—, que adquieren poderes mucho más exagerados que el resto —Capitana Marvel— o que se adentran en multiversos que acaban por escapar a la razón humana de lo ininteligibles que resultan. Eso hace que quizá, en comparación, el patetismo y la candidez de los corazones de los perdedores Guardianes brillen con más fuerza. Porque al final son unos pringados, pero son nuestros pringados.
Un ¿cierre? a la altura de las expectativas
La última razón que uno podría esgrimir para defender el porqué Guardianes de la Galaxia Vol 3. es la mejor película desde Vengadores: Endgame no tendría que ser otra que su final que, sin desvelarlo, vuelve a tener mucho que ver con el de aquella película de 2019. Un final dulce pero con un toque amargo, lógico y coherente pero no por ello menos doloroso. Y un final que, tal y como todo parece, es un hasta pronto y no un hasta la siguiente película. Porque algunos de los actores como Dave Bautista ya han anunciado su retirada y otros como su director ya directamente están ejerciendo su trabajo en la competencia, DC.
Porque ya han pasado cuatro años desde Vengadores: Endgame y hasta esta película no nos habíamos implicado tanto, ni lamentado tanto una pérdida, ni alegrado tanto porque tal personaje tuviera el final que se merece. Cuatro años después hemos vuelto a tener elecciones pero ya nadie se acuerda de Pablo Casado, Rafa Nadal no está ni entre los 100 primeros del mundo y ha quedado completamente eclipsado por un tal Carlos Alcaraz. Joe Biden ya es presidente, pero el DCODE acaba de anunciar que no tendrá lugar este año. Ah, y entre medias hubo una pandemia mundial. Parece que mucho ha cambiado pero, en realidad todo sigue prácticamente igual, con cierta sensación de vacío. Con el final de los Guardianes tan solo hemos vuelto al punto de partida. En la Galaxia de Marvel aún se echan en falta nuevos personajes que logren conquistar al público y hacer que sus historias importen. . En la Tierra, afortunadamente, aún nos queda Dylan.
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