Hay una palabra japonesa que últimamente le va que ni pintada a la selección española de fútbol, tanto masculina como femenina: harakiri. Aparece contemplada en el diccionario español y hace referencia a una forma de suicidio ritual, practicado en el Japón por razones de honor o por orden superior, consistente en abrirse el vientre. Desde luego, una herida bastante profunda se abrió en La Roja este lunes. Y lo mismo ocurrió el pasado diciembre. ¿El culpable? Tanto en el Mundial de ellas como en el de ellos, el equipo nacional del país del sol naciente.
El rito parece hecho a medida del balompié español. Al menos, estos ocho últimos meses, en los que el combinado nipón se ha convertido en la gran bestia negra de la absoluta. El honor al que tanto valor dan en aquellas tierras ha quedado por los suelos ahora y a finales de 2022 en lo que respecta a España. Sobre todo, en Wellington. La capital neozelandesa fue el escenario de un 4-0 muy doloroso para las chicas de Jorge Vilda, cuyas consecuencias en última instancia aún no se conocen. Eso sí, las sensaciones invitan a un pesimismo rotundo de cara al cruce de octavos de final mundialista contra Suiza del próximo sábado.
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Está por ver si entonces se pasará otro calvario o no. Lo que queda claro es que el de hace unas horas oposita a ser, quizá, el peor partido de las nuestras en un gran torneo. Un harakiri con todas las letras, porque se murió con las botas puestas: 934 pases (842 acertados), pero apenas dos disparos a portería. El estilo volcado en la posesión fue irrenunciable, a pesar de la debacle, hasta el final. Y ese fue el mayor mal español.
Un partido que ya habíamos visto
La importancia de no renunciar al esquema de juego dio como resultado un partido totalmente nulo a un lado del campo. No hubo ni ocasiones ni dominio efectivo ni ambición. Pero, sobre todo, no hubo defensa. Algo de lo que sí hizo gala Japón, cuyo planteamiento alcanzó la perfección: cerrojo atrás, espacios mínimos y salida al contragolpe siempre que fuese posible. Hasta cuatro veces se consiguió con éxito, previo desajuste defensivo del rival.
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Miyazawa por partida doble, Ueki y Tanaka perforaron la portería, haciendo pagar caro cada error español. Con un 3-0 en el marcador ya al descanso, lo único para lo que sirvió la segunda parte fue para echar más leña al fuego. Todo se forjó a partir de la eficiencia: el 23% de tiempo con balón de las japonesas es, según Opta, el menor de la historia para ganar un partido en el Mundial femenino desde que se registran datos.
Lo mismo dijo el portal estadístico del 18% de posesión del que gozaron sus homólogos masculinos en Catar, precisamente ante España. No fue un encuentro cien por cien idéntico al actual, pero casi. Entonces, los hombres de Luis Enrique, todavía seleccionador, llegaron a ir por delante (0-1, gol de Morata) hasta 37 minutos. Sólo hicieron falta tres para que todo cambiase tras el descanso.
En el minuto 48 (Doan) y en el 51 (otro Tanaka), Japón hizo exactamente lo mismo para ganar, en el caso masculino con remontada: aprovechar un error atrás de la zaga, motivado por una muy buena presión de balón, para marcar. De hecho, el 2-1 definitivo se consumó en una jugada (con posterior polémica por si la pelota salió o no de los límites) que perfectamente podría haberse dado en suelo neozelandés. El teórico favorito tampoco supo reaccionar en esa ocasión y Japón, como en la actualidad, se llevó el triunfo y terminó primera de grupo.
Casualidades de la vida, España también había empezado la primera fase con una goleada ante Costa Rica: 7-0 en Doha; 3-0 en Wellington. Entre medias, un 1-1 frente a Alemania y, en el caso de las mujeres, un 5-0 de nuevo contundente a costa de Zambia. La aventura catarí terminó en octavos, a manos de Marruecos (0-0: 3-0 en penaltis). ¿Ocurrirá lo mismo, con las suizas de por medio, en unos días?
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