Y si España es Frankenstein y el PP se ha dado cuenta tarde: el lamento de Abascal que condiciona quién gobernará tras el 23-J

Núñez Feijóo trabaja en la investidura mientras el PSOE espera. Contrarreloj, Génova trata de reconstruir puentes con otras fuerzas, pero tiene un problema llamado Vox

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Alberto Núñez Feijóo, arropado por dirigentes de su partido en el balcón de Génova la noche del 23-J. (Alberto Ortega/Europa Press)
Alberto Núñez Feijóo, arropado por dirigentes de su partido en el balcón de Génova la noche del 23-J. (Alberto Ortega/Europa Press)

Pasaban unas horas del escrutinio, lunes por la mañana, y Cuca Gamarra, secretaria general del PP, alertó de que Pedro Sánchez pretende “hacer un Frankenstein dos”, refiriéndose a que necesita de la voluntad de otros partidos para ser investido y en adelante para desarrollar su programa. Cabe recordar que los españoles no conceden una mayoría absoluta desde 2011. Ya en 2015, y no ha cambiado desde entonces, otorgan indirectamente el poder al candidato capaz de estrechar la mano a un mayor número de sensibilidades.

Nuestro régimen es parlamentario, además, y el gobierno de la lista más votada tiene cabida, pero no como norma. De qué forma emprender una legislatura en minoría y en soledad, cómo aprobar leyes, unos presupuestos. Sobre todo cuando el único aliado más o menos probable es Vox, que genera rechazo unánime salvo en la calle Génova. Dando por imposible ese escenario, el PP parece haberse dado cuenta del problema, quizá tarde salvo repetición electoral, quizá habiéndose dejado llevar por sondeos privados que pronosticaban una holgada victoria, un ‘verano azul’ que no será.

Esta semana que ya expira ha dado lugar a episodios difíciles de calificar, como Alberto Núñez Feijóo refiriéndose por primera vez al PSOE como “partido de Estado” y pidiéndole que le facilite la investidura, es de entender que para “derogar en sanchismo”, como prometió en cada acto de campaña. Lo hizo tras haber deslizado días atrás la grave acusación de que Sánchez buscaba el fracaso del voto por correo, tras negarse a desactivar en sus filas el irrespetuoso “que te vote Txapote” o tras haber combatido en el único debate al que acudió -y ganó- con datos falsos sobre la economía o afirmaciones también falsas sobre el presidente y Marruecos.

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Antes que a la del PSOE, Núñez Feijóo ya había llamado a la puerta del PNV, socio del PP hasta la moción de censura contra Mariano Rajoy. Los nacionalistas vascos presumen a estas horas de haber “arruinado” las aspiraciones de la derecha, a la que pertenecen, pero Vox es una línea roja. En una entrevista con la agencia EFE difundida este jueves, Santiago Abascal se refiere al PNV como “enemigo de la Constitución y de la unidad de España”, para terminar con un lamento cargado de realismo: “Cualquier pacto que haya en España en estos momentos descansa en el separatismo de una manera o de otra”.

Pedro Sánchez celebra el resultado en la calle Ferraz la noche del 23-J. (EFE/Rodrigo Jiménez)
Pedro Sánchez celebra el resultado en la calle Ferraz la noche del 23-J. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Junts

En línea con esto, y en otro giro de los acontecimientos, el PP ha dado una tregua a Sánchez por depender de un prófugo, caso de Carles Puigdemont, para afirmar -Pedro Rollán, vicesecretario, este sábado- que está dispuesto a “pactar” con Junts “siempre dentro del marco de la Constitución”. Abascal lleva razón, es pura aritmética: “Cualquier pacto que haya en España en estos momentos descansa en el separatismo de una manera o de otra”.

Núñez Feijóo se ha volcado en Cataluña, conciliador, insistiendo en su intención de “rebajar la tensión”. Llegó a comprometerse, y las palabras no cayeron bien entre todos los suyos, a mantener una mesa con la Generalitat en pro de un “diálogo fluido”. Días antes de las elecciones, quien podría haber sido su vicepresidente, de nuevo Abascal, dinamitó cualquier posibilidad, augurando -fue en un desayuno de la agencia Europa Press- que con un gobierno de PP y Vox la situación en Cataluña -”no tengo ninguna duda”, dijo- sería incluso “peor” que en 2017, cuando se celebró el referéndum ilegal o se declaró por unos segundos la independencia.

El PP busca la investidura de Alberto Núñez Feijóo y por primera vez, en voz de su vicesecretario Pedro Rollán, ha mostrado su disposición a dialogar con Junts, el partido de Carles Puigdemont.

Terminado el primer mandato completo de Sánchez, el porcentaje de voto a partidos nacionalistas ha sido del 28%, el más bajo desde 1982 y habiendo llegado a estar en el 43% hace solo cuatro años. El PSOE ha ganado de forma arrolladora las elecciones en Cataluña y las ha ganado también en el País Vasco -también en Navarra-, escaños que han resultado fundamentales para mantener con vida al presidente, sin obviar del contexto las contrapartidas en las numerosas negociaciones en el Congreso. En el caso de Cataluña, con la arriesgada e histórica decisión de indultar a los presos del ‘procés’ o la de reformar el delito que les condujo a la cárcel.

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El rey

Así, siete días después del 23-J Sánchez descansa junto a su familia en Lanzarote y Feijóo busca la forma de salvar su por otro lado buen resultado: 137 escaños. La actualidad electoral adormece porque el PSOE deja al PP la iniciativa y el PP no quiere hacer ruido. Unos y otros esperan el encargo de Felipe VI. Núñez Feijóo ya ha hecho saber que no actuará como Rajoy: si el rey le encomienda formar gobierno, irá a la investidura, donde aspira a 172 escaños (sumando los 33 de Vox y los de Coalición Canaria y UPN). Isabel Díaz Ayuso está con él: “La única batalla que se pierde es la que no se da”.

Pero Díaz Ayuso también es autora de esta frase, pronunciada en esRadio en 2019: “Tenemos a un frente popular-populista en España que quiere acabar con todo. Nos quieren llevar a una dictadura encabezada por Podemos, que además le da alas a todo lo peor que tiene este país, ya sea Cataluña, País Vasco, Navarra, Valencia y allá donde antes no había problemas”. Pablo Iglesias preguntó en alto en varias ocasiones cómo se puede gobernar España “insultando” a buena parte de los españoles, o cuando menos a las siglas que votan. En 2020, hizo un pronóstico que el PP aún no ha podido desmentir: “La derecha del berrinche y de la cacerolada no gobernará en España porque nunca sumará mayoría en el Congreso para hacerlo”.

A día de hoy, el Parlamento es plural, o Frankenstein, para según quién. El PP ha dado un paso, en perspectiva un salto, como lo es reconocer la legitimidad de hablar con Junts, por opuestos que sean sus intereses. No obstante ya gobierna en comunidades autónomas junto con un partido que aspira a disolver las propias comunidades autónomas, ilegalizar a los partidos nacionalistas o que niega la violencia machista o el cambio climático. La otra vía es anular a Vox, ambicionar una mayoría absoluta como han conseguido Díaz Ayuso en Madrid o Juanma Moreno en Andalucía. Como hizo Núñez Feijóo en Galicia. Al 23-J llega tarde, pero en este frenético panorama cómo descartar unas urnas en Navidad. Todo sigue abierto.

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