¿Hay vida más allá del fenómeno ‘Barbenheimer’? Así es el futuro del cine tras el gran éxito del verano

Los cines se han llenado como no lo hacían desde la pandemia, pero puede que sea solo un espejismo del estado actual de la industria

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'Barbenheimer', como se conoce al estreno simultáneo de 'Barbie' y 'Oppenheimer' el gran éxito del verano en cines
'Barbenheimer', como se conoce al estreno simultáneo de 'Barbie' y 'Oppenheimer' el gran éxito del verano en cines

Algo ha cambiado en las salas de cine en las últimas semanas. Se oye ruido en sus pasillos, y no solo el que se filtra a través de los altavoces. Se desprenden aromas, y no solo el de las palomitas. Se ve color, y no solo el de los llamativos carteles que cuelgan de sus paredes. Algo ha cambiado en las salas de cine en estas semanas. Están llenas.

Esto, que hace unos años nadie habría dicho que fuera noticia, es quizá la nota más positiva del cine en mucho tiempo. Casi cuatro años, para ser concretos, pues desde 2019 que no se conseguía tan buenos resultados en taquilla como ahora. Lo que está sucediendo con Barbie y Oppenheimer, los dos estrenos del verano, es un fenómeno sin precedentes que ha revolucionado por completo la cartelera y está llevando a los cines a mucha gente -por no decir la mayoría- que llevaban sin ir desde antes de la pandemia.

Que dos películas tan distintas como una comedia sobre una muñeca icónica y un biopic sobre el físico que creó la bomba atómica estén atrayendo a tanta a gente al cine es algo tan inesperado como ilusionante. Aquello que el confinamiento arrebató y el auge de las plataformas de streaming terminaron por enterrar como era el hecho de ir al cine, un plan de ocio que en los últimos años ha pasado a un segundo plano para la mayor parte de la población y que ha provocado en gran medida el paulatino cierre de muchas salas en nuestro país, la última de ellas la de los Yelmo Icaria de Barcelona, otrora un auténtico bastión de la cinefilia catalana. Es por ello que resulta arriesgado cantar victoria y hay quien ya se cuestiona si el llamado fenómeno Barbenheimer no es más que un espejismo en el desierto que se han convertido los cines desde hace tiempo.

Gabrielle Roitman, de izquierda a derecha, Kayla Seffing, Maddy Hiller y Casey Myer se toman una selfie frente a un cartel de la película "Oppenheimer" antes de asistir a una proyección anticipada de "Barbie", el jueves 20 de julio de 2023 en los cines AMC The Grove 14 en Los Ángeles. (Foto AP/Chris Pizzello)
Gabrielle Roitman, de izquierda a derecha, Kayla Seffing, Maddy Hiller y Casey Myer se toman una selfie frente a un cartel de la película "Oppenheimer" antes de asistir a una proyección anticipada de "Barbie", el jueves 20 de julio de 2023 en los cines AMC The Grove 14 en Los Ángeles. (Foto AP/Chris Pizzello)

¿Un punto de inflexión o solo una gran campaña de marketing?

El éxito de Barbenheimer puede haber sido fruto de muchas casualidades, pero lo cierto es que el terreno llevaba preparado desde hace mucho tiempo. La campaña de la película de la muñeca de Mattel ha tenido la que quizá sea la mejor campaña de marketing -voluntaria, porque la del año pasado con No te preocupes querida no cuenta- que ha tenido una película en mucho tiempo. Desde las filtraciones de rodaje a las primeras imágenes con Margot Robbie y Ryan Gosling como Barbie y Ken.

Todo formaba parte de un intrincada campaña por parte de Warner para captar la atención de la gente, pero aun con todo nadie pensó que todo fuera ir mucho más allá. Que la gente esté yendo a los cines vestida de rosa no es por mandato de la película, la productora o ninguno de sus actores, es algo que se ha formado en Internet y que ya forma parte indisociable de su éxito. Lo mismo con la experiencia de la película que se comparte una vez vista, a saber, toda la retahíla de memes, vídeos de TikTok y demás montajes que se han hecho tanto de una película como de la otra, y especialmente de la extraña fusión de dos películas tan dispares que sin embargo han terminado siendo hermanadas.

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Porque lejos de crearse una supuesta rivalidad, lo cierto es que ambas películas se han retroalimentado la una a la otra. Se han formado debates sobre si es mejor ver primero una u otra, estrategias jugando con el tiempo de duración de cada una o quien incluso presume de haber visto las dos en una doble sesión dentro del mismo día. Sea como sea, en todas las variables de la fórmula el resultado es el mismo, gente acudiendo a las salas. Sin embargo, ese fenómeno de momento no se ha expandido a otras películas como Misión Imposible: Sentencia Mortal, que en cualquier otro año habría sido la salvadora del verano y en este se ha desinflado su recaudación. Tampoco ha repercutido Barbenheimer en estrenos nacionales como Vacaciones de verano de Santiago Segura, que ya se esperaba fuese un gran triunfo o Te estoy amando locamente, la gran película LGTBI que ha pasado sin pena ni gloria por la cartelera.

La conclusión de todo esto sería que la que está yendo al cine no lo está haciendo de manera genuina, sino porque tienen un interés particular en una de las dos películas estrenadas o en ambas. Fuera de Barbenheimer no hay ese entusiasmo, y eso puede llevar a pensar que la razón sea que la gente quiere estar en la conversación y optan por ir debido al llamado FOMO, un fenómeno que ya ocurre también con las series -si todo el mundo la está viendo y comentando surge esa necesidad de formar parte- y que se está trasladando también a los festivales de música, donde la burbuja -al menos en Madrid- parece estar más cerca de pinchar que nunca. Podemos celebrar que la gente se esté sumando a Barbenheimer, pero hay que parar a pensar en qué será de los cines cuando ni la muñeca ni el físico formen parte de su cartelera.

En esta imagen proporcionada por Universal Pictures, el director Christopher Nolan, centro, y Cillian Murphy, derecha, en el set de "Oppenheimer". (Melinda Sue Gordon/Universal Pictures vía AP)
En esta imagen proporcionada por Universal Pictures, el director Christopher Nolan, centro, y Cillian Murphy, derecha, en el set de "Oppenheimer". (Melinda Sue Gordon/Universal Pictures vía AP)

La búsqueda de un nuevo género

Si levantamos por un momento la vista de la cartelera actual y miramos al futuro a medio-largo plazo, el panorama pone de manifiesto la desesperada búsqueda de los estudios por parte de un nuevo IP. Es decir, sobre un género o franquicia sobre el que depositar la confianza ante la progresiva decadencia del cine de superhéroes. Quedan aun muchas películas de súpers -y sobre todo villanos y antihéroes como Venom- por estrenar, pero cada vez empieza a ser más evidente que la gallina de los huevos de oro estos últimos 15 años no empolla con tanta eficacia desde que se estrenaron Vengadores: Infinity War y Vengadores: Edngame. Y todo ello tiene su gracia porque la eclosión del cine de superhéroes llegó en 2008, cuando reventaron la taquilla Iron Man por parte de Marvel y El caballero oscuro por DC. Una película que estaba dirigida por... Christopher Nolan.

El autor de El caballero oscuro tampoco ha descubierto la rueda con Oppenheimer, pues los biopic casi siempre han sido una garantía de éxito y especialmente entre la Academia y la crítica. Pero tras el fracaso de Tenet, su última película que fue el primer -y único- gran estreno pospandemia y cambiar de su productora habitual -Warner, que se negaba a acceder a las condiciones de Nolan e irónicamente ha producido Barbie- a otra como Universal y mantener el tipo en taquilla puede ser la señal de que el cine de autor con perspectiva mainstream no esté del todo muerto. Y si no que se lo pregunten a Greta Gerwig.

Porque la directora de Barbie se ha aupado ahora como una de las grandes esperanzas de Hollywood. Empezó con una película tan modesta como Lady Bird que cuatriplicó su presupuesto en ganancias, confirmó su éxito con Mujercitas y con su último filme ha demostrado que tiene mano de sobra para una película mucho más comercial. No es de extrañar por ello que ahora se la estén rifando entre distintas compañías para hacerse con sus servicios, y de momento la delantera la ha tomado Netflix encargándole el reinicio de una saga como Las crónicas de Narnia que parecía más que sepultada tras sus tres primeras entregas.

En definitiva, Barbenheimer podría haber abierto la veda para encontrar una nueva gallina de los huevos de oro. Los estudios están probando distintas opciones: revitalizar las franquicias fantásticas y de aventuras, explorar novelas de éxito con nuevas adaptaciones -caso Dune- o directamente explotar otros formatos como está haciendo Disney con atracciones de sus parques temáticos como Jungle Cruise o ahora La mansión encantada. En el caso de Barbie, Mattel ya ha anunciado que planea empezar a producir una serie de películas con otros de sus productors, como Polly Pocket o Hot Wheels. Pero, ¿realmente es eso lo que está buscando la gente?

'The killer' de David Fincher o 'Priscilla' de Sofia Coppola, algunas de las películas que podrán verse en el Festival de Venecia.
'The killer' de David Fincher o 'Priscilla' de Sofia Coppola, algunas de las películas que podrán verse en el Festival de Venecia.

La huelga y el aciago futuro inmediato

A esa pregunta no vamos a poder responder al menos hasta que pase la tormenta que tiene lugar ahora mismo en Hollywood. Porque Barbenheimer ha aparecido también en el mejor y a la vez peor momento. Mejor porque lejos de agravar la situación de la huelga es algo a lo que agarrarse para los guionistas y actores que ahora mismo se manifiestan por un salario y condiciones dignos. Peor, porque el efecto que puede suceder al éxito de estas películas puede ser todo lo contrario. Como toda montaña rusa, todo lo que sube baja, y casi con toda seguridad los cines están ahora mismo en una gran subida, pero nadie sabe en qué momento empezará a caer la atracción.

Uno mira la próxima temporada de festivales, como Venecia o San Sebastián, y afortunadamente puede ver una selección de nombre más que ilusionantes, desde David Fincher y Sofia Coppola a otros que ya no generan tanto entusiasmo como Woody Allen o Roman Polanski. Sin embargo son solo eso, nombres sin una gran campaña de marketing detrás y con la garantía de que sus películas acabarán recalando tarde o temprano en la plataforma de turno.

Queda entonces en manos del público que en las salas se siga oyendo ruido y viéndose colores, sean rosa o negro. Si algo ha demostrado el fenómeno Barbenheimer es que no es lo mismo verlo desde casa que vivirlo, pero depende también de la industria que no todo dependa de una gran campaña de marketing para captar el interés del espectador. Celebremos mientras las salas estén llenas, pero tengamos cuidado porque el futuro, de momento, pinta más al triste gris de Oppenheimer que al fulgurante brillo del rosa.

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