Eternos becarios, mal pagados y explotados: “No se nos aplica el estatuto de los trabajadores y es algo que la gente no tiene en mente”

“A una compañera le estuve contando mi anterior situación en prácticas, lo de no tener vacaciones ni días libres, y el sueldo, y se pensaba que era ilegal, y ese es el problema, que no lo es”, cuenta una de las becarias entrevistadas

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Imagen de recurso de becarios
Imagen de recurso de becarios (Getty)

La ilusión, la esperanza y las falsas promesas son las armas de muchas compañías para mantener a sus trabajadores más rentables: los becarios. Para algunas de ellas es todo un negocio, consiguen empleados muy baratos y con muy pocos derechos laborales, especialmente en verano, cuando hay que cubrir los puestos de los que están de vacaciones. El negocio no es tan bueno para los estudiantes, que tienen que compaginar su formación con un trabajo abusivo y mal pagado, si es que consiguen cobrar. Es caso de Marcos, Marta, Sonia y Paula (todos nombres ficticios), que han contado sus historias a Infobae España.

Los protagonistas de este relato han estudiado carreras diferentes y han trabajado como becarios en empresas de distintos sectores, pero, en sus historias, todos coinciden un punto: la necesidad de adquirir experiencia o la promesa de sus jefes de que el buen desempeño de su trabajo les llevará a un contrato les hace cerrar los ojos ante todo tipo de abusos. Sin embargo, la ilusión que sus jefes alientan pocas veces se materializa y la experiencia solo les lleva a otro contrato de prácticas.

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Marcos, becario en una empresa demoscópica donde su salud no importaba

Marcos estudió Ciencias Políticas y cursó un máster en análisis político y electoral, que le permitió hacer prácticas en una empresa demoscópica “de mucho prestigio” que le suponían toda una oportunidad. Pero la ilusión del inicio se fue convirtiendo en amargura conforme pasaban las semanas. La empresa, con una plantilla de menos de 20 empleados, tenía cinco becarios, algo que no suele ser una buena señal.

“Uno ya se hace a la idea de que las empresas no cumplen con el convenio de prácticas de la universidad. Yo suponía que tenía que servir de apoyo, pero realmente no dejaba de ser un trabajador más”, explica el recién estrenado politólogo, que añade que las dos primeras semanas fueron de formación y el resto de trabajo.

Trabajaba cinco horas al día, - “y me las respetaban”, cobraba 600 euros -”que con el panorama que hay, no está nada mal”- y el lugar de trabajo era agradable -” el ambiente era muy bueno y mi tutor muy comprensivo”-. El problema era la dirección de la compañía, las exigencias a pesar de su salud y las mentiras del final. “Pese a todo lo negativo, pensaba que en junio empezaría un contrato y que en el resto de empresas estarían igual”, de modo que se resignó y aguantó.

“Uno ya se hace a la idea de que las empresas no cumplen con el convenio de prácticas de la universidad. Yo suponía que tenía que servir de apoyo, pero realmente no dejaba de ser un trabajador más”

A los pocos meses de empezar, le prometieron que al final de la beca le contratarían y fue esa promesa la que le hizo aguantar. En mitad de las prácticas, le dieron una baja de tres meses, había sido intervenido quirúrgicamente por un accidente y necesitaba reposo, pero solo cumplió tres semanas. “A ver si te vamos a tener que buscar sustituto, ahora con elecciones”, le dijeron sutilmente, y volvió. “Iluso de mí, pensaba que se iba a ver bien”, reconoce.

Al regresar el ambiente había cambiado, pero la directora seguía manteniendo su promesa. Llegaron los últimos días, pero nadie le decía nada, hasta que le llamo su tutor de prácticas para explicarle que no iba a seguir. “Me iban a ofrecer extenderme la beca y después habría un proceso de selección, o sea, que me iban a echar”. Se tomó algo de tiempo para pensar qué hacer y tomó una decisión: “Al final les dije que no se iban a aprovechar más de mí”.

Marta, tres años siendo becaria, la mitad de ellos sin sueldo

Marta, graduada en Periodismo, empezó escribiendo en medios digitales deportivos sobre fútbol masculino y femenino en los primeros años de carrera. No tenía ningún tipo de contrato, tampoco sueldo, pero, explica, era una forma de conseguir experiencia de cara a futuras prácticas, “con todos los que éramos era muy difícil hacerse un hueco”.

Cuando terminó tercero de carrera, consiguió unas prácticas en una agencia de marketing donde llevaba las redes sociales. “Estuve los dos primeros meses sin cobrar, pero después me hicieron un contrato de prácticas remunerado porque querían seguir conmigo, pero eso sí, con un contrato de prácticas haciendo el máximo de horas que deja la universidad y cobrando lo mínimo”, denuncia. Estuvo seis meses trabajando mientras lo compaginaba con la universidad y lo dejó cuando le dijeron que le bajarían en sueldo porque esa cuantía la tenían que dividir para pagar a dos becarios más. Sin embargo, se alegró de que todo terminara: “Vas por la mañana a la universidad, comes y trabajas cinco horas más y de repente es la hora de acostarse. No tienes vida social”.

Sus siguientes prácticas fueron en un medio de comunicación público, cuyo nombre prefiere no mencionar. Estuvo dos meses y tampoco cobró. Tras estas, llegaron unas en un medio digital. Eran remuneradas y tras cubrir los meses de verano, cuando más becarios se pueden ver en las redacciones, querían que continuara, pero sin un contrato fijo. “Pretendían que yo pagara un curso para seguir con las prácticas”, explica, pero se negó porque no creía que luego la fueran a contratar.

“Vas por la mañana a la universidad, comes y trabajas cinco horas más y de repente es la hora de acostarse. No tienes vida social”

Ahora, después de terminar un máster en documentación, “porque el periodismo está muy mal”, ha empezado unas prácticas remuneradas en una empresa de documentación. “Como mi convenio termina en agosto, para que pueda seguir siendo becaria, me están pagando un máster para que siga en la empresa hasta un año”, indica. “Me tienen así porque no me quieren hacer un contrato, pero no hay posibilidades de que después me quede, que es lo primero que pregunté en la entrevista de trabajo”, añade con resignación.

Sin embargo, el entrevistador le aseguró que era un puesto muy atractivo porque podría hacer contactos con otras empresas y que, quizás, estas la podrían contratar, otra promesa tan común como vacía. “La cosa está muy mal, de mi máster muy poca gente está consiguiendo trabajos y los que lo hacen son de becario”, sentencia.

Sonia, hasta 10 horas diarias sin sueldo en un centro de investigación

Sonia estudio biotecnología y ha hecho un máster en Biotecnología Vegetal que ha terminado este año. Durante su paso por la universidad, ha realizado prácticas en tres centros de investigación, curriculares y extracurriculares. No ha cobrado en ningunas, algo que, matiza, es muy común en estos centros.

La joven terminó especialmente cansada del último, donde no solo sobrepasaba las horas de trabajo de su convenio, también las de cualquier trabajador: “Son prácticas curriculares, y creía que tendría un horario de mañana. Lo que me encontré es que el día que tenía suerte iba de 9:00 a 17:00. Yo llegaba, pero no sabía a qué hora me iba a ir. Me quedaba hasta las seis, las siete y las ocho de la tarde. Me harté y conté las horas, y hubo días que llegué a hacer 10 diarias”. Se quejó de la situación ante sus superiores, y no pasó nada: “Me decían lo típico ‘bueno, es que cuando yo estuve en tu puesto también hacía muchas horas, te tienes que aguantar, es lo que toca‘”.

“Creía que tendría un horario de mañana y lo que me encontré es que el día que tenía suerte iba de 9:00 a 17:00. Hubo días que llegué a hacer 10 horas”

Además, Sonia es una de las miles de estudiantes que pagan por hacer prácticas curriculares, ya que estas forman parte de los planes de estudio y se abonan junto a la matricula. “Pagamos como si fuera una asignatura, y no lo es”, añade.

Paula, la prueba de que las cosas se pueden hacer bien

Paula estudio sociología, y cuando terminó la carrera, decidió que no quería hacer un máster porque había salido “desencantada” de la universidad. Sin embargo, quería trabajar y la forma de entrar en el mercado laboral era con unas prácticas que le permitiesen ganar experiencia. Las consiguió a través del Colegio de Sociólogos, pero como ya no contaba con la matricula en la universidad, tenía (y tiene) que pagar formaciones complementarias “para que se puedan agarrar al vacío legal de que estás haciendo unas prácticas”.

Paula explica que el centro en el que se encuentra ahora es un ejemplo a seguir que demuestra que el sistema de prácticas puede ser muy positivo si hay voluntad por parte de la empresa. “Donde estoy me ofrecen unas buenas condiciones, con una dotación económica buena, con vacaciones, descansos y un plan de formación. No me esperaba algo así cuando venía de un sitio donde no había tenido ni un día libre en medio año”, explica.

La socióloga compara su situación actual con las anteriores prácticas que realizó. “Todo lo aprendí las tres primeras semanas. Luego solo iba a trabajar por muy poco dinero y sin ningún tipo de derecho laboral”, cuenta. También denuncia que había un constante “reciclaje de becarios”, donde los estudiantes no estaban para aprender sino para hacer las funciones más rudimentarias, cuando salía uno entraba otro.

“Donde estoy me ofrecen unas buenas condiciones, con una dotación económica buena, con vacaciones, descansos y un plan de formación. No me esperaba algo así cuando venía de un sitio donde no había tenido ni un día libre en medio año

Su jefa en ocasiones dejaba caer que quería hacer un grupo fijo “y era mentira, quizás era su intención dentro de un año o dos. Nos estaba dando esperanzas, pero realmente no nos iban a coger”. Como en todos sitios “meten a muchos becarios y como mucho se queda una persona”, y lo dice después de haber pasado por esta empresa, en la que había cinco becarios y tres trabajadores.

“Nos hemos costumbrado a un nivel muy bajo derechos, pensado que cualquier cosa podría ser peor”, explica resignada Paula, que desea que salga adelante el estatuto del becario para “que regule, aunque sea lo más mínimo”. “A una compañera le estuve contando mi anterior situación en prácticas, lo de no tener vacaciones ni días libres, y el sueldo, y se pensaba que era ilegal, y ese es el problema, que no lo es. A nosotros no se nos aplica el estatuto de los trabajadores y es algo que la gente no tiene en mente”, cuenta con enfado.

Las universidades miran para otro lado

No es complicado dar con estas historias de abusos laborales porque se repiten de forma sistemática en la mayoría de las empresas. Las universidades españolas son una cantina de mano de obra barata. Sin embargo, para la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), el actual sistema de prácticas es el adecuado, y se oponen a que un Estatuto del Becario salga adelante. En un comunicado, explican que se posicionan en contra de que los estudiantes en prácticas sean dados de alta en la Seguridad Social -las prácticas extracurriculares sí se dan de alta, pero las curriculares no- y también se niegan al “establecimiento de una compensación obligatoria por los gastos en que pueda incurrir el estudiante en prácticas”, es decir, a que los becarios tengan un sueldo mínimo, porque aseguran que generaría “una gran complejidad y dificultades añadidas a la gestión ordinaria de las prácticas”.

Sin embargo, muchas prácticas extracurriculares son remuneradas y la universidad no realiza ningún tipo de gestión al respecto. También alertan de que la “consecuencia inmediata será la disminución dramática del número de empresas”. En el comunicado no han entrado a valorar cuáles son las condiciones de los estudiantes en las empresas, ni se hacen eco de sus quejas por las situaciones de abuso laboral. Juan Antonio Báez, vicepresidente del Consejo de Juventud Española denuncia que “se supone que los rectores están para defender al alumnado y no a quien le explota”.

Facultad de Odontología de la
Facultad de Odontología de la Universidad Complutense de Madrid. EFE/Ballesteros/Archivo

Con o sin el beneplácito de la CRUE, el Estatuto no salió adelante en la anterior legislatura y ahora ha quedado en el aire. Para el Consejo de Juventud Española (CJE) es una muy mala noticia, porque los jóvenes seguirán padeciendo las mismas situaciones, “dejar desamparadas a más de un millón de personas”

El vicepresidente del Consejo, explica que muchos alumnos en prácticas se ven dentro de una espiral de la que no son capaces de salir. “No llegan a tener vacaciones [los becarios no generan días libres], ni dinero, porque les pagan poco o no les pagan, ni tiempo para formarse en otras cosas. Se ven sumidos en una precariedad forzosa o forzada por parte de las empresas y de la que muchas veces no pueden escapar”, expone Báez, que añade que trata de “un sistema de explotación y de ahorro de costes”

Báez también denuncia lo normalizado que está este empleo encubierto en forma de prácticas, especialmente, cuando muchos becarios ya no son tan jóvenes: “Cuando lo justifican los rectores o los empresarios, toda esta gente que no está a favor de los derechos, te dicen que como son jóvenes no tienen experiencia, pero es que hay becarios con 30 años, que ya no son tan jóvenes como cuando salieron de la universidad, o que llevan dos o tres años de prácticas cobrando una miseria”.

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