Australia se ha convertido en una especie de paraíso laboral para la juventud española, que encuentra en las antípodas la excusa perfecta para vivir nuevas experiencias y hacer currículum. La pandemia hizo mella en todo el planeta y muchas cosas cambiaron desde entonces, entre ellas, la forma de entender el trabajo. Las pantallas han ido ganando terreno y la salud mental tocó techo, también en el ámbito profesional. El inconformismo llevó a cientos de estudiantes a tomar una decisión que llevaba tiempo en sus cabezas: probar suerte en la isla más grande del mundo.
“Terminé la carrera y empecé a trabajar en una óptica. Me quedaba cerca de casa, estaba contenta, pero me veía anclada en la rutina. Llevaba años pensando en marcharme a Australia y decidí buscar información sobre el tema”, cuenta Sara Rial, que lleva 12 meses en el país oceánico. El fenómeno no es nuevo, pero sí que ha sufrido un notable repunte después del coronavirus. En 2022, 875 jóvenes españoles han aterrizado en los aeropuertos de Perth, Sidney o Melbourne en busca de oportunidades, según los datos del censo que maneja el INE. No obstante, la cifra real es mucho más elevada, pues no todas las personas que van se inscriben en el padrón. El programa ofrece 3.400 plazas anuales para jóvenes españoles, 2.000 más de las que ofrecía hace unos años.
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Australia fue uno de los países que más tardó en abrir sus fronteras tras la crisis sanitaria que golpeó al mundo en 2020. Cuando las cerró, muchos estudiantes extranjeros tuvieron que volver a sus países de origen. Las calles se quedaron vacías, pero en cuanto volvió la normalidad, las solicitudes de los visados se dispararon. “Llegabas y encontrabas trabajo sin necesidad de hacer entrevistas, porque no había gente. Ahora ocurre justo lo contrario, hay mucha competitividad”, asegura Nerea Espasandín, una joven gallega que va camino de su segundo año en la isla.
¿Por qué Australia?
Más de 15.000 kilómetros separan Australia de España, una distancia que, para muchos, tiene más de hándicap que de ventaja. “Las espinitas me las tengo que quitar, venirme aquí era una de ellas. Mi idea era estar un año y medio, pero al final estuve cuatro”, cuenta Laura Moreno, vecina de Barcelona. Esta joven periodista llegó sin trabajo y “sin conocer muchas cosas del país”, aunque no tardó en sentirse como en casa. Durante su estancia, trabajó en distintos pueblos y sectores, como la hostelería, los cuidados o el rescate de animales marinos.
El Gobierno de Australia ofrece dos alternativas para todos aquellos que se quieran mudar al país. Por un lado, está el visado de estudiantes, que permite a la población extranjera compaginar un curso formativo con 24 horas de trabajo semanales. Por otro, despunta la work & holiday visa, mucho más flexible y sin limitación de horas laborales. Este segundo permiso se puede renovar, como mucho, durante tres años consecutivos, aunque toda recompensa merece un sacrificio: trabajar tres meses en una granja o en una zona remota de la isla. “Son actividades y regiones que necesitan mano de obra, por eso ponen esta condición”, señala Laura.
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“Tenía ganas de viajar y quería vivir esta experiencia. Me apetecía conocer sitios nuevos, hacer cosas que luego, con 35 años, no me planteo hacer”, reconoce Sara. La óptica, de 25 años, cuenta que “toda la información” está disponible en la página web del Ministerio del Interior australiano. “Lo único que te exigen son dos años de carrera o estudios superiores y un nivel acreditado de inglés”, añade. En España, de todos modos, existen agencias que se encargan de tramitar los visados y buscar cursos de formación para los jóvenes interesados. “Las plataformas te pueden servir de gran ayuda, sobre todo si viajas sólo, porque haces contactos. El servicio no tiene ningún coste extra, no cobramos comisiones”, cuenta Laura, que trabaja actualmente para GrowPro Experience.
El paraíso, sin embargo, no está exento de problemas. Los interesados necesitan tener “cierto poder adquisitivo” para costearse los billetes y pagar el alquiler durante las primeras semanas. Además, las fuentes consultadas destacan alguna que otra desventaja. “No hay sanidad pública y los precios son altos, así que recomiendo venir con un buen seguro médico”, detalla Nerea. “Este año, además, cuesta mucho encontrar trabajo. El tema del alojamiento, sobre todo en las grandes ciudades, también es complicado. Hay mucha gente para pocas casas”, explica Sara.
Trabajos poco cualificados
“Todos los que venimos empezamos en trabajos en los que no te piden cualificación ni experiencia”, cuenta Nerea, que ganó su primer sueldo en el país trabajando como camarera. Los sectores que más vacantes ofrecen son la construcción, los cuidados, la limpieza, la minería y la hostelería. Sin embargo, con la apertura de fronteras, cada vez son más los españoles que llegan en busca de empleo, una tendencia que ha reducido drásticamente los puestos disponibles.
“El primer año, mientras trabajaba en una cafetería, me saqué el curso de educadora infantil. Este segundo año, como tenía el título, encontré trabajo directamente en una guardería”, añade la joven, como prueba de que también es posible hacerse con un hueco en otros sectores.
Sueldos altos, precios caros
En Australia, existen tres tipos de contrato laboral con distintas condiciones: jornada completa, media jornada y casual. Este último modelo permite a los trabajadores faltar a sus puestos y suavizar los horarios. “Los casual no tenemos un compromiso excesivamente grande con la compañía, podemos trabajar menos días o irnos de vacaciones, aunque obviamente esos períodos no nos los pagan”, apunta Nerea.
El sueldo mínimo se fija en los 23,23 dólares por hora (15 euros), aunque los sábados, domingos y festivos la cuantía aumenta. Una persona, por cinco días de trabajo, cobra cerca de 1.000 dólares (612 euros) semanales. “Si haces diez minutos de más, te los pagan”, aclara Laura. Las nóminas se abonan por semanas, igual que los contratos de alquiler, lo que “permite dinamizar tanto la economía como el consumo”. El nivel de vida, como consecuencia, está por las nubes.
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