Los resultados electorales del 23 de julio han dejado un tablero político extremadamente complicado. Con dos bloques claramente diferenciados que no lo tienen nada fácil para conseguir su objetivo: llegar a La Moncloa. Pero aunque en realidad solo parezca que se está jugando una partida de ajedrez (quién será investido presidente), la verdad es que se están jugando muchas al mismo tiempo, lo que aventura un verano impredecible y apasionante. Estos son los duelos que se están librando y dejan un futuro incierto para la gobernabilidad del país.
Convencer a Junts
Junts Per Catalunya y sus siete diputados tienen la llave. Su abstención es clave para que Pedro Sánchez pueda conformar una mayoría simple que en una hipotética segunda votación en el Congreso le haga presidente (eso si ya ha pactado los apoyos de Esquerra, BNG y PNV). Así que Junts sabe que son imprescindibles. El PSOE también lo sabe desde el domingo por la tarde, antes de que acabara el escrutinio. Y sabe también que la negociación llevará su tiempo. Hay que ser pacientes, prudentes y discretos. El objetivo es no retransmitir las negociaciones porque si no va a ser más complicado.
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Como toda negociación se ha empezado pidiendo los máximos. Junts ya ha dicho que sus prioridades son un referéndum secesionista y la “amnistía” para todos aquellos independentistas que tienen todavía cuentas pendientes con la Justicia. Lo primero parece complicado en el actual contexto político catalán. El bloque nacionalista ha quedado en clara minoría tras los comicios del domingo. De los 48 diputados que había en juego en las circunscripciones catalanas, solo 14 son independentistas. El Gobierno ya contestado que no, que las reglas del juego son las que marcan la Constitución. Pero son, obviamente, posturas iniciales.
Así que para el PSOE es detectar, cuanto antes, que alma de las dos que hay en Junts tiene más poder en esta negociación. La primera representada por Laura Borràs, la presidenta de Junts, más partidaria del enfrentamiento con el Estado español y que lidera el sector todavía resentido con los malos resultados obtenidos por el proceso soberanista iniciado en 2017. La segunda liderada por Jordi Turull, secretario general de Junts, de la antigua Convergència, más pragmático.
En el PSOE confían en que a Junts no le interesa ir a una repetición electoral. Por una sencilla razón. Es dar una nueva oportunidad al bloque formado por PP y Vox. Además, Junts también podría empeorar aún más sus resultados. Desde los partidos catalanistas saben que con la ultraderecha les irá peor que con Sánchez. Con la situación actual vuelven a ser influyentes. Así que gran parte de la negociación pasa por dar una salida judicial a Carles Puigdemont, prófugo de la Justicia en Bélgica. “La democracia encontrará la fórmula de la gobernabilidad”, aseguró Sánchez el pasado lunes a su Ejecutiva, sabedor de lo que le esperaba por delante.
De momento, PSOE y Sumar (que van juntos en este objetivo para reeditar un Gobierno de coalición), ya han elegido negociadores. Por parte socialista, los ministros Félix Bolaños y María Jesús Montero, junto a Salvador Illa, llevarán el peso. Por parte de Sumar, Jaume Asens, con buenos contactos en el bloque nacionalista, pero que será una especie de ‘consejero’ que intenté construir puentes cuando las cosas se tuerzan.
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Un primer paso de esta negociación la veremos en la constitución de la Mesa del Congreso y de los grupos parlamentarios, a partir del 17 de agosto. Junts y ERC no cumplen los requisitos para obtener grupo parlamentario propio. Ni por número de diputados obtenidos ni por el porcentaje de votos. Pero hay excepciones a pesar de que no lleguen a los mínimos exigidos, como ya ocurrió en el año 2011 con UPyD. Todo depende de que el PSOE y sus socios sean mayoría en la Mesa.
La relación entre Esquerra y Junts
Los dos partidos independentistas, pero ideológicamente muy diferenciales, han hablado más estos días que en los últimos meses. No hay que olvidar que ERC ya invistió a Sánchez hace cuatro años y Junts no lo hizo. Por eso son importantes las negociaciones que los dos exsocios del Gobierno catalán iniciaron a principios de semana para intentar establecer un bloque común frente a Madrid. Esquerra es más pragmático y más consciente del error que supondría una repetición electoral. De todas formas, tienen todavía que solucionar cuentas pendientes. Esquerra pactó con el PSC entrar en la Diputación de Barcelona, algo que no gustó a Junts.
El PSOE también quiere que Esquerra juegue a su favor y empuje, dentro de sus posibilidades, en la partida de ajedrez que ya ha empezado. Este fin de semana, además, pueden empeorar las cosas. Se recuenta el voto exterior y Junts podría perder un escaño en Girona, quedándose en seis diputados. Con ese resultado, a los de Puigdemont no les bastaría con abstenerse para que Pedro Sánchez repita mandato, tendrían que votar que sí.
Podemos, el díscolo dentro de Sumar
Dentro de Sumar, el socio de coalición del PSOE para formar un posible Gobierno, también hay duelos pendientes. Más bien, cuentas pendientes. Podemos, el miembro de esta plataforma de partidos que inició su aventura en el espacio liderado por Yolanda Díaz con el colmillo retorcido por el veto a Irene Montero, ya ha empezado a marcar territorio. De los 31 diputados obtenidos por Sumar el domingo, cinco son de Podemos. Y Podemos considera que son tan imprescindibles como los siete de Junts.
Este miércoles, el portavoz saliente de Podemos, Pablo Echenique, defendió su “autonomía” dentro de la coalición, como ya hiciera Pablo Iglesias hace unos días. Pero con un concepto tan amplio como el de autonomía, ¿a qué se refieren? “A tocar las narices y a la pataleta de siempre. Algunos en Podemos no entienden que su momento ya pasó”, explican desde Más Madrid. Podemos amenaza con reclamar que su opinión tenga legitimidad en todos los espacios de poder en los que esté presente Sumar, incluida la negociación con el PSOE para conformar el Gobierno, y seguramente quiera reservarse el derecho a saltarse la disciplina de voto en temas sensibles. Es decir, autonomía estratégica y de discurso.
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Podemos ya ha denostado los resultados electorales del domingo. “Sumar se deja más 700.000 votos, y muchos escaños respecto al peor resultado de Unidas Podemos. La estrategia de renunciar al feminismo [en referencia al veto de Irene Montero] e invisibilizar a Podemos no ha funcionado”, señaló hace unos días la secretaria general de Podemos, Ione Belarra. Iglesias fue más allá y dijo que si hay repetición electoral Sumar tendrá que hacer primarias y renunciar a los vetos.
En 2016, cuando Compromís se presentó a las elecciones en coalición con Unidas Podemos, decidió romper con los morados nada más comenzar la legislatura e integrarse en el grupo mixto en el Congreso. Podemos amenaza, pero sabe que si realiza este movimiento incumple un acuerdo con Sumar por el cuál perdería el 23% de los recursos económicos y de personal que les corresponde si abandonaran el grupo parlamentario conjunto de Sumar. “No todos en Podemos piensan igual que los ‘pablistas’, el problema es que Belarra, en nombre de Iglesias, quiere que Podemos mantenga una cuota de poder, no caer en la irrelevancia”.
Y esa irrelevancia pasa por tener incluso un puesto en el Consejo de Ministros si se reedita la coalición y Pedro Sánchez vuelve a articular un gobierno con Sumar, algo que ni Yolanda Díaz ni Pedro Sánchez parecen querer: un ministro de Podemos. En Sumar, las cabezas pensantes y el poder orgánico lo ocupan los comunes, Compromís y Más Madrid/País. “Es más probable ver a Errejón como ministro que a Belarra”, sentencian desde Más Madrid.
Ayuso versus Feijóo
El PP ha ganado las elecciones, pero la imposibilidad de gobernar ha abierto grietas internas. Para Feijóo, la victoria (ha ganado 47 escaños respecto a 2019) tras la grave crisis interna que sufrió el partido con la marcha de Pablo Casado le avalan para consolidar su liderazgo y que no se cuestione su continuidad en la séptima planta de Génova. Pero el problema del PP es el entorno, mediático y empresarial, que “a veces hace un ruido demasiado alto cuando las cosas no salen como esperaban. Y es que la decepción de los resultados, esperando gobernar, ha sido alta”, señalan fuentes del PP.
Así que enseguida ha salido el nombre de Isabel Díaz Ayuso, el líder territorial más fuerte dentro del PP (con permiso del andaluz Juanma Moreno Bonilla). Ayuso ya ha jurado públicamente lealtad a un Feijóo que se puede pasar varios años en la oposición cuando ya hacía las maletas destino a La Moncloa. La ventaja de Feijóo es que sabe que Ayuso es consciente de que no es su momento. Nadie entendería que la lideresa madrileña se cobrara la segunda cabeza de un presidente nacional en menos de dos años. “Y por mucho que ella diga, Madrid no es España. En muchos territorios no tendría el apoyo del partido”. El problema de Ayuso es que se define tan sincera y sin dobleces que no puede disimular sus sentimientos. Su cara de tristeza y frustración en el balcón de Génova este domingo tras los resultados era palpable.
Todos saben en el PP que Ayuso aspira al liderazgo nacional. Tarde o temprano. Y esa sinceridad de la que presume a veces genera polémicas indeseadas. El ejemplo más reciente ha sido con las últimas palabras de Feijóo de bautizar al PSOE como “partido de Estado”, en una intentona desesperada de convencer a los socialistas de que dejen gobernar a la lista más votada. Una quimera. Ayuso no dudó en marcar distancias con su jefe de filas y lanzarle advertencias en contra de la estrategia. “No todo el mundo en el PSOE está a la altura y no es de Estado”, dijo en una rueda de prensa este miércoles. “Con el desastre no hay que pactar”, avisó a Feijóo. “Estas cosas no ayudan. En plena digestión por los resultados electorales hay que medir más las palabras, pero a veces Ayuso confude el encanto de la sinceridad con la impertinencia”, explican las mismas fuentes.
Lo cierto, no obstante, es que un sector muy concreto del partido ve en Isabel Díaz Ayuso el antídoto perfecto para doblegar de una vez por todas a Pedro Sánchez y para arrinconar y hacer irrelevante definitivamente a Vox. Muchos votantes de la ultraderecha ven a Ayuso como un importante referente para poder derogar ese “sanchismo” que no ha sido capaz de derogar Feijóo.
Vox y PP se enzarzan
Los resultados del 23-J también han abierto una grieta en los que estaban llamados a ser socios de Gobierno (de hecho ya lo son en comunidades como Castilla y León, Extremadura y Comunidad Valenciana) y más de un centenar de municipios. Vox y PP están digiriendo muy mal las elecciones. El líder de Vox, Santiago Abascal, culpó el pasado domingo a Feijóo del “fracaso de la alternativa”, el Gobierno de coalición que ambos aspiraban a construir. Abascal atribuyó el fracaso (el suyo y el del PP) a la “desmovilización” del electorado de la derecha, provocado por el “blanqueamiento” del Gobierno socialista que habría provocado Feijóo con sus ofertas de pactos al PSOE o su decisión de no acudir al debate a cuatro en TVE. Las relaciones están tensas. La prueba es que Vox y PP siguen sin llegar a un acuerdo de gobernabilidad en Murcia.
El distanciamiento entre socios se vivió este jueves en la sesión de control al Gobierno en el Parlamento andaluz. El presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla, echó toda la bilias que lleva dentro a Vox por la campaña desarrollada por la ultraderecha. “Son el mayor aliado de Pedro Sánchez”, ha dicho Moreno al portavoz de Vox, Manuel Gavira. El popular sacó la lista de los “errores de bulto” de Vox, como el cuestionar la violencia machista. ¿Usted cree que eso le puede favorecer, o es que no sabe que el 52% de la población española son mujeres?”. También afeó a Vox negar los derechos del colectivo LGTBI. “¿Usted cree que cuando muchas veces se cuestionan los derechos de personas homosexuales y que sufren homofobia, no hay padres y madres conservadores, de derechas, cuyos hijos son homosexuales, que se sienten violentados con esas actitudes?”. Lo dicho, demasiados duelos pendientes. Y un verano apasionante por delante.
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