La soledad no elegida de los mayores: “Si no fuera por los voluntarios que me visitan, me quedaría todo el día en casa en bata y zapatillas”

Pilar Pérez tiene 78 años, es invidente y no tiene familia. Hace unos años decidió acudir a la ONG Grandes Amigos, que acompaña a personas mayores para ampliar su red social y mejorar su estado de ánimo

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Pilar Pérez, de 78 años, vive sola en el barrio madrileño de Chamberí. Un desprendimiento de retina le hizo perder la visión hace muchos años y eso redujo su movilidad y sus opciones de ocio. Lejos de resignarse a quedarse sola en casa, acudió a la Fundación Grandes Amigos que, desde 2003, desarrolla programas de acompañamiento afectivo y socialización

Pilar Pérez tiene radios por toda la casa: en el salón, en la cocina, en el dormitorio… que escucha tanto de mañana como de noche. Es una buena compañera, asegura, para las personas mayores que, como ella, viven solas y más aún en su caso porque un desprendimiento de retina le hizo perder la visión hace muchos años y eso redujo su movilidad y sus opciones de ocio.

En la larga lista de achaques de esta mujer de 78 años que se declara charlatana y orgullosa “chamberilera” -por el barrio madrileño en el que siempre ha vivido- figuran problemas de lumbares, artrosis y una desviación de columna que le hace caminar “torcida” y le impide salir a la calle sin compañía. Pero lejos de resignarse a quedarse sola en casa, hace ocho años decidió pedir ayuda a la trabajadora social y acudir a la Fundación Grandes Amigos, una ONG que desde el año 2003 desarrolla programas de acompañamiento afectivo y socialización para personas mayores en riesgo o situación de soledad.

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Cuando se vive sola “un día tras otro” por obligación, recibir la visita de los voluntarios de esta ONG significa seguir conectada al mundo. “Pensar que viene otra persona es todo para mí”, cuenta Pilar a Infobae España mientras nombra a cada uno de los voluntarios que la acompañan durante unas horas varios días a la semana para ampliar su red social: “Adriana, Natacha, Pepe… estoy bien surtidita y todos son muy majos”, dice con un humor envidiable desde la misma casa en la que se crió, un piso bajo repleto de recuerdos donde ahora en verano “ni se entera del calor”, aunque en invierno es frío y húmedo.

Las visitas de estos voluntarios se han convertido en un “aliciente” en su vida. Con ellos puede charlar, salir a caminar, hacer recados o tomar algo, y así aprovecha para evitar “la pereza a la hora de arreglarse”, pues con el tiempo, asegura, va en aumento. “Cuando vienen tengo motivos para quitarme la bata y las zapatillas. ¿Tú sabes lo que eso vale?”, cuestiona con su voz dulce.

Detalle de las manos de Pilar leyendo braille. (Helena Margarit Cortadellas)
Detalle de las manos de Pilar leyendo braille. (Helena Margarit Cortadellas)

Hasta que la vista se lo permitió, Pilar trabajó durante años como administrativa y, después, como telefonista en la fundación ONCE. Nunca se casó ni tuvo hijos y la única hermana que tenía falleció a consecuencia del coronavirus en 2020. Conserva unas “pocas amigas ochentonas”, pero ya no salen mucho y cada vez se llaman menos. “Ellas sí tienen hijos y nietos, así que están bastante más ocupadas que yo”, explica y, aunque admite que a veces se arrepiente de no haber formado una familia, también se siente aliviada cuando ve a sus amigas “enrabietadas” con sus respectivos hijos y nietos.

El agradecimiento de los voluntarios

Pilar, sin embargo, no es la única beneficiada de esa relación intergeneracional con los voluntarios de Grandes Amigos. Ellos también destacan lo mucho que disfrutan y aprenden con las personas mayores. Para Adriana acompañar a Pilar supone “una desconexión total”, porque le hace darse cuenta de “la dimensión de lo importante”, aparte de todo lo que ha aprendido sobre el barrio de Chamberí y Madrid gracias a las historias compartidas. Ahora, además, han empezado a escuchar pódcast juntas. “Tenía la necesidad de echar una mano a gente que está sola y estoy muy agradecida”.

Adriana y Pilar en una plaza del barrio madrileño de Chamberí. (Cedida)
Adriana y Pilar en una plaza del barrio madrileño de Chamberí. (Cedida)

Dentro de los programas que realiza Grandes Amigos para responder a las diferentes fases de la soledad, también organizan viajes con los mayores en épocas como el verano o Navidad para que puedan socializar con otras personas de diferentes puntos del país. El turno de Pilar llegará a finales de agosto, cuando viajará a Navacerrada a pasar un fin de semana.

Con el objetivo de evitar problemas de soledad no deseada en personas mayores, la ONG recomienda “mantenerse socialmente activo, independientemente de la vida que se haya tenido”, pues de esa forma la falta de compañía es mucho más llevadera.

Un problema de salud pública

La soledad no deseada tanto en mayores como en jóvenes es un problema de salud pública extendido en España. De hecho, un reciente estudio de SoledadES, el observatorio creado por la Fundación ONCE en colaboración con otras entidades, indicó que son los jóvenes entre 16 y 26 años los que más solos se sienten en España.

Pilar leyendo en braille. (Helena Margarit Cortadellas)
Pilar leyendo en braille. (Helena Margarit Cortadellas)

En el conjunto del país hay casi 4,9 millones de personas viviendo solas, de acuerdo a la última Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente a 2020. De esa cifra, algo más de dos millones, un 43%, tenía más de 65 años, y de ellas, siete de cada diez son mujeres. Si se compara con los valores medios de 2019, el número de personas que viven solas se incrementó un 2% (96.200 más).

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Además, según los datos recopilados por la línea de atención telefónica 024 a lo largo de más de un año a través de más de 129.000 llamadas, la soledad es uno de los principales factores de riesgo o detonantes de la conducta suicida.

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