Andrea, que llegó sin cartera y con el dinero entre las tetas, es una mujer empoderada. A tal punto que ella no se iba a dejar amedrentar por “el Empotrador”, mote con el que Alejandro, su cita de la noche, ha asegurado ser conocido entre sus amigos porque siempre va “como si no hubiera cerrado el cajón”. Lo sexual, si bien por momentos la conversación viraba a otros temas, ha estado toda la velada cenando junto a ellos.
Ella ha comenzado la velada cambiando los cubiertos de lado por se zurda, mientras escuchaba que en realidad él tenía 33 años y no los 40 que ella le echaba. Andrea se sinceró y dijo que esperaba encontrarse con un hombre de espalda más ancha, pero de todos modos Alejandro no le ha parecido para nada un mal partido. Ella venía de una relación de más de 10 años, él, en cambio, siempre ha estado de flor en flor, por eso del cajón siempre abierto.
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“Me gusta llevar la voz cantante, pero también soy muy bien mandada, lo que me mandes lo hago muy bien”, se soltó Andrea y ya no se detuvo. Así, ella siguió indagando sobre las preferencias de Alejandro en la cama. “A saco, paco”, sostuvo él, pero a ella no terminaba de convencerla. Andrea empezaba a sospechar que el Empotrador no era tal y comenzó a ser más exhaustiva con su cuestionario.
La importancia de un buen cocodrilo
“¿Sabes hacer el cocodrilo?”, preguntó. Por la cara que puso Alejandro ella entendió que él no sabía a lo que se estaba refiriendo. “Niño, el cocodrilo, bajar al pilón -explicó-, porque solo se ven los ojos”. Y es que Andrea, por experiencia, sabe que algunos empotran muy bien, pero no son hábiles con el cocodrilo, “es como barrer y no fregar”. Alejandro quedó todo loco.
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Una vez las cosas claras, Andrea contó también que le gusta hacerlo en distintos sitios, posturas, con juguetes, etc. “To’ pa’lante”, afirmó, porque para ella no hay nada más aburrido que repetir todo el tiempo el misionero. Sin embargo, hay una línea que ella no cruza: la playa. “Es que eso de tener arena en el culo, las colillas, los niños que hacen pis...”, enumeró horrorizada. El Empotrador seguía alucinando, pero, con una reputación que defender, le siguió el juego. “Para hacer una tortilla hay que romper los huevos”, aseguró.
La noche terminó en el reservado, donde el Empotrador demostró el porqué de su fama. “No veas como mete lengua, para un lado y para otro pero bien, y también muerde”, flipó Andrea. Los dos han tenido claro que querían seguir conociéndose en una segunda cita. La tercera dependerá ya del cocodrilo.
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