El patriarcado se ha encargado de utilizar contra las mujeres desde tiempos inmemoriales toda una serie de adjetivos para desacreditarlas, para insultarlas, para menospreciarlas, para atacarlas. Ser una zorra es de las más recurrentes. Y se sigue empleando a pesar de todo porque está normalizada. Eso es lo que pretende precisamente esta serie: que, por una vez, sean las mujeres las que se apropien de las palabras despectivas para darles un nuevo sentido a través de su perspectiva de género y convertirlas así en un símbolo de empoderamiento.
Te puede interesar: ‘Mujeres que follan’, el libro sobre las relaciones a los 40: “Seguimos con el juicio de que la que hace sexo anal es una cerda”
Zorras está basada en libro de Noemí Casquet del mismo título, que se convertiría en una trilogía a la que le seguirían Malas y Libres y el guion de la serie está adaptado por dos mujeres, Estíbaliz Burgaleta y Flora González Villanueva. En la dirección, Ana Vázquez y Aritz Moreno, responsable de la maravillosa e inclasificable Ventajas de viajar en tren.
Destapando tabúes y apostando por la liberación sexual
¿De qué va Zorras? Es la historia de una chica que vive en un pueblo de Cataluña y que siente que su vida está estancada. Necesita nuevas experiencias, y por eso se marchará a Madrid a buscarse la vida. Allí conocerá a dos jóvenes que, como ella, están hasta el coño de todo: de que las invisibilicen, de que se metan con sus cuerpos, de que sean juzgadas por cómo visten, por lo que hacen o dejan de hacer.
Son Alicia (Andrea Ros), Diana (Tai Fati) y Emily (Mireia Balic). Ellas se apropiarán de todo ese vocabulario despectivo para darle la vuelta, para ser dueñas de sí mismas y liberarse de los tabúes. Y dentro de ellos se encuentra, por supuesto el sexo. En la era de las redes sociales y las páginas de contactos, lo que intentarán es llevar ellas el control de la situación, al contrario de lo que siempre se ha hecho, que los hombres marcaran el tono de la relación, fuera del tipo que sea.
Así, en el primer episodio, las protagonistas, además de conectar entre ellas, comenzarán al mismo tiempo un camino de autoconocimiento personal. Alicia descubrirá que le gusta el bondage e irá dando pasos para iniciar su propia revolución sexual. Y ese descubrimiento, generará una reacción en cadena en las demás, que también pondrán de manifiesto sus inseguridades, así como la forma en la que habían sido objeto de las fantasías sexuales de los hombres y no de las suyas propias.
Te puede interesar: Rigoberta Bandini, Rocío Saiz y el topless en las piscinas: por qué las tetas todavía molestan
La serie adopta un lenguaje visual a ritmo de ametralladora, con la inclusión constante de las nuevas herramientas de comunicación, con Tik Tok a la cabeza, además de mucha música urbana y una poderosa perspectiva feminista. Y todo lo hace de forma cristalina, apostando por una formulación didáctica para establecer una relación directa con el espectador y que así se sienta, de alguna forma, parte de esa aventura desinhibida en la que se embarcan las protagonistas.
Seguir leyendo: