Por si quedaba alguna duda, Carlos Alcaraz es la nueva sensación del tenis mundial. El número uno del mundo ha completado la gira de hierba perfecta este 2023: campeón primero en Queen’s y después en Wimbledon para atesorar 16 victorias en apenas 18 partidos sobre el pasto como profesional. Un récord de escándalo, cosechado con apenas 20 años y coronado con un triunfo de leyenda ante el tenista masculino con más grandes de siempre, Novak Djokovic.
Tras una de las finales más intensas de los últimos años en Londres, en la que todo lo que podía pasar aconteció (un 6-1 para cada uno, un tie- break, un juego de casi media hora, un quinto set...), Alcaraz se consolida como gran referente actual del deporte de la raqueta. A pesar de su juventud, ya ha ganado dos Grand Slam y promete seguir engordando su cuenta particular: lo intentará con creces en el próximo US Open, donde, además, defenderá título.
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Mientras saborea el éxito en el All England Tennis Club, la hemeroteca aparece para dejar claro que la voluntad de Alcaraz de triunfar en Wimbledon no es cosa del presente. Conquistar la Catedral del tenis era una posibilidad con la que ya fantaseaba hace unos años, cuando su nombre sonaba entre los entendidos, aunque para nada con la fuerza actual.
Así se veía Alcaraz a los 15 años
En septiembre de 2018, el portal Industria del Tenis publicaba una entrevista con el entonces “campeón de España infantil y cadete”. A sus 15 años, Carlitos también había conseguido ya “su primer punto ATP” (a los 14) y se había proclamado “campeón de Europa U16″. Además, hacía apenas unas semanas que había comenzado a trabajar con su actual entrenador, el exjugador Juan Carlos Ferrero.
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“Me suelo levantar a las 07h45. Voy a un instituto normal, el que está al lado de mi casa. Entreno por la mañana y por la tarde temprano. Unas dos horas y cuarto de tenis y una rutina física de unos 45 minutos. Intento pasar el mayor tiempo posible con mis amigos. Ellos me suelen recordar la suerte que tengo, aunque esto es muy duro. Ellos hacen actividades como jugar al fútbol, que yo no puedo practicar para evitar lesiones. Tengo menos tiempo que ellos, eso está claro, pero intento estar el máximo tiempo junto a ellos. Estoy en 4º de la ESO y en el instituto me ayudan bastante porque entienden mi situación. Voy algo justo, pero los profesores me ayudan bastante”, exponía Alcaraz sobre el que era su día a día hace cinco años.
El hoy líder del ranking tenía muy claro cuál era su estilo de juego. A tenor de sus palabras, no ha cambiado ni un ápice: “Soy un jugador atacante. No me gusta defender. Creo que tengo mucha habilidad, con un estilo que los que saben dicen que se parece al de Roger Federer. Me gusta atacar siempre. Va en mi forma de ser”. La cautela impregnaba su discurso: “Mi objetivo para seguir creciendo es ir despacio, entrenar y formarme”.
Eso sí, ser prudente tampoco le impedía manifestar ambición, como hace en nuestros días. Así surgió el extracto más revelador de aquella conversación: “Siempre he dicho que quiero ser número uno del mundo y el torneo que más me gusta es Roland Garros, pero últimamente estoy siempre fijándome en Wimbledon. Nunca he jugado en hierba y es algo que me atrae mucho poder hacer, aunque reconozco que donde más cómodo me siento es en tierra batida”.
Alcaraz, ante todo humilde, tampoco tenía ningún problema en confesar su aspecto más urgente a mejorar: “A veces, cuando no salen las cosas como yo quiero, me cabreo, y eso es algo en lo que tengo que trabajar. En ese aspecto, Ferrero me está ayudando bastante”. La otra cuestión que reseñaba ha sido más que resuelta: “En el aspecto técnico, mis entrenadores no me exigen mucho, aunque sí hacen mucho hincapié en el tema de la movilidad de piernas, que es algo que me cuesta bastante”.
“Mi idea es ir con calma, paso a paso”, reiteraba el murciano. Esa formación sin pausa pero sin prisa es la que le ha llevado a encabezar una nueva era en el tenis mundial, como principal portavoz de la Next Gen y toda una trayectoria por delante para intentar marcar época raqueta en mano.
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