Las películas de tiburones son para el verano: ¿por qué cada año un monstruo marino es protagonista en el cine?

A propósito del estreno el 4 de agosto de ‘Megalodón 2: La fosa’ y de la reciente ‘Tiburón negro’, repasamos algunos de los hitos de este subgénero subacuático terrorífico

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Una imagen de 'Megalodón 2:
Una imagen de 'Megalodón 2: La fosa', dirigida por Ben Wheatley y protagonizad por Jason Statham (distribuye Warner Bros)

El 20 de junio de 1975 se estrenó en Estados Unidos Tiburón, de Steven Spielberg. En nuestro país se pudo ver más tarde, en diciembre, pero a partir de ese momento, ya nadie volvió a mirar la playa y el mar de la misma manera. El director compuso una obra maestra a nivel cinematográfico, pero su impacto social fue incluso más grande, quedando sus imágenes, acompañadas de la música de John Williams, clavadas en el inconsciente colectivo popular. El nivel de sugestión que creaba esa película provocaba un miedo inconsciente a lo que se pudiera esconderse debajo de la superficie del agua. A su manera, Spielberg también inventó el concepto de blockbuster, con campañas veraniegas de lo más sofisticadas para enganchar al público familiar.

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El ‘efecto Tiburón’

El ‘efecto tiburón’ dio lugar a toda una serie de películas de serie B durante los años setenta, y generó todo un subgénero en sí mismo, del que también formó parte la mítica Piraña, de Joe Dante (1978), que terminaría convirtiéndose en una película de culto y que era más gamberra y también más divertida. En cualquier caso, consistía en introducir el concepto de los monstruos peligrosos dentro de una industria del entretenimiento, que no paraba de crecer e incorporar nuevas técnicas y efectos especiales que dotaban de un mayor realismo a los depredadores.

'El último tiburón', de Enzo
'El último tiburón', de Enzo G. Castellari

Por supuesto, hubo secuelas de Tiburón, que resultan de lo más reivindicables y hay un sinfín de subproductos que intentaron copiar la fórmula y que son clásicos explotation, muchos italianos, entre ellos El cazador de tiburones (1979) y El último tiburón (1981), ambas de Enzo G. Castellari, así como Las pirañas asesinas (1979), de Antonio Margheriti o Cocodrilo asesino (1989), de Fabrizio De Angelis.

Pero lo interesante es que, ya terminada esa época de furor, y aunque durante un tiempo cayera en el olvido, a partir de los 2000 se volvió a retomar la temática y prácticamente todos los años tenemos alguna película con tiburones o monstruos marinos terroríficos. El fin del mundo se encuentra plasmado en todas sus expresiones, desde las catástrofes ecológicas y medioambientales a la creación de criaturas dispuestas a acabar con la humanidad.

Clásicos modernos de la ‘tiburón-manía’

En 1999 se estrenó Deep Blue Sea, que también tuvo su saga, pero lo cierto es que la primera, dirigida por Renny Harlin, especialista en acción, era un auténtico espectáculo. En este caso, se trataba de tiburones mako (o como aquí se dice, marrajos) que, aunque eran más pequeños, habían sido modificados genéticamente volviéndolos extremadamente violentos y, además, dotándolos de inteligencia.

Después llegaría Open Water (2003), que lo que intentaba era aproximarnos al horror desde una óptica inmersiva. Como si se tratara de El proyecto de la bruja de Blair, pero en el agua. Además, estaba basada en una historia real. También tuvo secuelas.

Hubo incluso películas de autor sobre el tema. Por ejemplo, la de Greg McLean El territorio de la bestia (Rogue) que, aunque se tratara de un cocodrilo, se convirtió en un hype en su momento por su capacidad para rescatar las viejas herramientas del cine de monstruos y aventuras y adaptarlas a los nuevos tiempos. O Piraña 3D, de Alexander Aja, que era un auténtico despiporre absolutamente memorable.

'Sharknado', tiburones por los aires
'Sharknado', tiburones por los aires

Entonces llegó Sharknado (2013) y aquello superó todas las expectativas. Previo a la era de Internet (en realidad era un telefilm y se estrenó en un canal de televisión), se convirtió en un absoluto despropósito adictivo que, evidentemente, causó entusiasmo. ¿Tiburones que caen en una ciudad después de haber sido absorbidos por un tornado y que causan estragos incluso fuera de su medio habitual? Obra maestra del trash.

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Mejor hecha estaba Infierno azul, del catalán afincado en Hollywood Jaume Collet-Serra, que utilizaba su virtuosismo visual y el manejo de la tensión para poner en problemas a Blake Lively, atrapada en un pequeño islote y siendo acosada por un tiburón blanco. También salía Óscar Jaenada.

Y así llegamos a Megalodón de la que ahora se estrena su segunda parte, ambas protagonizadas por Jason Statham. Aquí de lo que se trata es de luchar contra una especie prehistórica de 23 metros, un monstruo de las profundidades que emerge cuando ya se creía extinguido. Como King Kong, pero en Tiburón. Meg, lo llaman y tiene mucha hambre.

Para soportar la espera de esta gran producción (que además dirige el indie Ben Wheatley), estos días se ha estrenado Tiburón negro. La fiebre del escualo no parece pasar de moda.

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