El fichaje de Willy Hernangómez por el FC Barcelona ha sido la noticia por excelencia en el baloncesto español en lo que va de verano. Tras su etapa en la NBA, el pívot madrileño ha decidido regresar a España para volver a sentirse importante, sin que el Real Madrid, que tenía sus derechos en Europa, apostase por repescarle. Así, el MVP del Eurobasket de 2022 se convertirá en el decimonoveno jugador de la historia que ha militado tanto en el club blanco como en el azulgrana durante la era moderna (40 años). Los casos se acumulan en demasía durante los últimos tiempos: Nikola Mirotic, Mario Hezonja, Nicolás Laprovittola, Adam Hanga, Thomas Heurtel, Ante Tomic...
Algo más atrás quedan los cambios de cromos que protagonizaron Maciej Lampe, Ioannis Bourousis y Pepe Sánchez. Y, en mayor medida, Derrick Alston, Alain Digbeu, Michael Hawkins, Zoran Savic, José Luis Galilea y Santi Abad (el primero de la lista que jugó en uno de los dos equipos: el Barça, en la 88-89). Al igual que los que puede que fuesen los más mediáticos de este particular puente aéreo baloncestístico: Sasha Djordjevic y Dejan Bodiroga.
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Sin embargo, en toda circunstancia que se precie siempre hay un pionero. En este caso, ese alguien es José ‘Piculín’ Ortiz. Como las casualidades no existen, la historia de quien posiblemente sea el mejor baloncestista de siempre en Puerto Rico guarda algunas similitudes con la del mayor de los Hernangómez.
De la NBA al Real Madrid
José Rafael Ortiz Rijos nació un 25 de octubre de 1963 en el pueblo puertorriqueño de Aibonito. Con 59 años hoy en día, decir que podría ser el padre de Willy no es ninguna tontería, puesto que Guillermo Hernangómez sénior es apenas siete meses más mayor que él. La posición en la cancha de ‘Piculín’ (el mote por el que se hizo célebre y que le vino dado por unos personajes de El Mago de Oz) era, casualmente, la misma que la del nuevo jugador del Barça: pívot. Increíble pero cierto, también miden lo mismo: 2,11 metros.
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Tras iniciarse en el deporte de la canasta en su país natal, Ortiz dio el salto a Estados Unidos para jugar en su liga universitaria, la NCAA. Durante su estancia en Oregon State, fue compañero nada menos que de una leyenda como Gary Payton, con unos números muy correctos en dos temporadas: 19,8 puntos y 8,7 rebotes por partido. En 1987, fue seleccionado en un nada desestimable puesto 15 del Draft de la NBA por los Utah Jazz. Eso sí, antes de debutar en la mejor liga del mundo desembarcaría en España, de la mano del CAI Zaragoza.
Su primera experiencia en nuestro país no pudo irle mejor, con unos promedios de 17,4 puntos y 6,4 rebotes en las filas mañas. Nada que ver con lo que le sucedería entre los profesionales estadounidenses, donde apenas gozó de oportunidades: otro mito como Karl Malone fue su principal barrera para triunfar en los Jazz. Así que, tras una temporada completa, la 88-89, y apenas 13 partidos más, en la 89-90, fue cortado en febrero de 1990. Con unos números de 2,9 puntos y 1,1 rebotes en 64 partidos, estaba claro que tenía que buscarse la vida en la canasta europea.
‘Piculín’ quiso paliar esa falta de protagonismo en la NBA compartida con Willy (al español le fue algo mejor, todo hay que decirlo) fichando por el Real Madrid lo que restaba de temporada. De nuevo, la ACB le encajó como un guante: 17,3 puntos y 7,1 rebotes. Pero, aunque no desentonó como sustituto de Dennis Nutt, los blancos decidieron prescindir de él. Una oportunidad que el Barça no dejó escapar, pues ató al interior durante el Mundial de Argentina (otra coincidencia: Willy también ha resuelto su futuro en un período estival que incluye este campeonato).
Subcampeón de Europa como azulgrana
Con 26 años (por los 29 de Willy ahora), Ortiz se comprometió con el Barça por una temporada con opción a otra. “Considero que el Real se precipitó en descartarme para ser su extranjero el próximo año, pues creo que podría haber encajado en el equipo que quiere (Wayne) Brabender (entonces entrenador del Madrid). De todos modos, si no me han contratado, no pasa absolutamente nada. Soy un profesional y nunca pensé en tener problemas para encontrar otro equipo, como finalmente ha ocurrido”, declaró el jugador en aquel verano de 1990.
“Llego al Barça en el momento óptimo de mi vida profesional, en el aspecto físico, técnico y mental”, reconoció también un Ortiz que anhelaba ganar la Copa de Europa como culé y que esperaba formar “una gran pareja” interior con el mítico Audie Norris. Durante su periplo en la Ciudad Condal, se quedó al borde de cumplir ese sueño continental en 1991 (subcampeones), cuando sí ganó la Copa del Rey. Cumplió de sobra en sus dos temporadas en el equipo: 14,9 puntos y 7,8 rebotes en la 90-91; 13 y 7,9 en la 91-92.
‘Piculín’ Ortiz seguiría en el baloncesto español hasta 1994, ya que jugó en Andorra y Unicaja tras abandonar Barcelona. Puerto Rico y Grecia (ganó la Copa Korac del 97 con el Aris) le acogerían después. Como internacional, su hoja de servicios resultó intachable: disputó cuatro Mundiales y otros tantos Juegos Olímpicos con su selección. Retirado desde 2006, en su momento se negó a volver al baloncesto europeo. Tomó esa decisión porque el PAOK Salónica heleno declaró nula su contratación al dar positivo por esteroides. Aunque el puertorriqueño ganó el caso en los tribunales, nunca jugó de nuevo para un conjunto afincado en el Viejo Continente: se le sancionó dos años.
Para rizar el rizo de la polémica, en 2011 fue arrestado por posesión de drogas: encontraron 218 plantas de marihuana en una casa alquilada por Ortiz, a la par que munición de un fusil semiautomático. Ni siquiera se costeó un abogado (alegó que no tenía dinero para hacerlo) y el juez le envió a una clínica de rehabilitación. Después, se declaró culpable de los cargos de los que se le acusaban y, al dar positivo por cocaína, tuvo que cumplir seis meses de prisión y nueve de arresto domiciliario. Por si fuese poco, tuvo que volver a la cárcel en 2016, al no cumplir las 600 horas de servicio comunitario a las que se le sentenció por la marihuana de la que disponía en su vivienda.
Ya en 2022, se supo que a ‘Piculín’ Ortiz se le había vuelto a arrestar: fue acusado de agresión agravada a un joven junto a una pizzería que además regentaba el exjugador, que se declaró culpable por lo sucedido (le tocó abonar una multa y, para no volver a ser encarcelado, una fianza) y empezó a ser un apasionado de la cocina precisamente en Barcelona. A la gastronomía italiana se dedicaba ya fuera de las canchas, tras haber trabajado también en la delegación de América de la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) y en varias escuelas de baloncesto (como colaborador).
Es la parte más turbia de la vida de todo un miembro del Salón de la Fama de la canasta. El primero que jugó en el Madrid y en el Barça de la pelota naranja en nuestros tiempos, con Willy Hernangómez como enésimo sucesor a partir del próximo curso: la historia, y seguro que volverá a pasar, se repite.
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