A Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977) le costó mucho sacar adelante su primera novela. Era un proyecto muy personal que la conectaba con sus raíces argentinas y en el que quería hablar de la historia de dos hombres, conocidos de su familia, que llegaron a Buenos Aires en los sesenta sin nada en los bolsillos y lograron crear un imperio de moda y lujo hasta que quedaron en el olvido. Después de pasar por muchas editoriales, Libros del Lince publicó en 2016 Casi nada que ponerte. En aquel momento ya se estaba gestando Deforme Semanal, junto a Isabel Calderón, que comenzaría como un show cultural feminista en los teatros para pasar al formato podcast tiempo después, donde alcanzaría una difusión masiva. Ahora, Anagrama, después de albergar a la autora en su sello gracias a su novela Cauterio, recupera Casi nada que ponerte y le da una segunda vida.
¿Qué ha significado esta reedición de tu primera novela?
Pues está siendo muy bonito, porque yo le tengo mucho cariño a Casi nada que ponerte. Hacerlo fue un empeño mío casi religioso, necesitaba creer en mí misma, saber que podía contar una historia de la forma que quería. Además, creo que desde que se publicó por primera vez hace ocho años, tenemos una mente más abierta para hablar de ciertos temas, como el exilio o la relación entre dos hombres a lo largo del tiempo. También vivimos la memoria histórica de formas mucho más plurales y la primera persona está más extendida. Así que me gusta ver cómo se está comprendiendo todo esto a día de hoy.
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¿Cuál fue el punto de partida y por qué decidiste incluir tu propia voz en el libro?
Yo en principio quería contar la historia de Jorge y Simón, porque me parecía lo suficientemente valiosa para defenderla. Lo que pasa es que a medida que iba escribiendo, me daba cuenta de que necesitaba un contexto y ahí inevitablemente entraba yo, porque no había sido ajena a esa historia, les conocía desde la infancia porque eran amigos de mis padres, así que, de algún modo, formaban parte de una fascinación por mi parte. Me resistí mucho a introducirme ahí, pero al mismo tiempo tenía que contar de dónde venía esa niña que viajaba a Argentina cada tres años. Así que en el fondo, fue un proceso muy liberador.
A partir de la historia de Jorge y de Simón también se cuenta la historia de Argentina
Por una parte para mi era una responsabilidad hablar sobre gente que estaba viva y me había abierto las puertas de su casa y a la que yo quería hacer justicia. Fui muy cuidadosa en el proceso de investigación, y por eso resultaba inevitable hablar sobre la historia de Argentina, de su economía, de la moda, del urbanismo, así que todo ese proceso fue en el fondo muy periodístico. Y a la hora de acercarme a ellos, en el libro está casi narrado de una forma oral, con los testimonios de ellos y de sus amigas, de esas mujeres que cuentan lo que significaron en aquel momento.
También es una historia de amor a reivindicar
Claro, es la historia de dos personas que se construyen a sí mismas, que salen de sus pueblos, que se eligen siendo muy jóvenes y que se embarcan en una vida en común, en un sueño, y luchan por hacerlo realidad contra viento y marea. Y ahí es cuando entra el deseo, de cómo en un momento tan gris en Argentina ellos crean un mundo para las mujeres, que, a través de la moda y el lujo las llevan a entrar en una especie de ilusión compartida.
Hay un homenaje muy bonito a estos hombres y a su identidad
Yo cuando vi Dolor y gloria pensé, esto se parece mucho a la vida de estos hombres. Y es algo así como un acto de reconocimiento por parte de una generación y de cómo el arte, la literatura, el cine y la cultura constituyen una forma de supervivencia.
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La cultura es algo que parece que tenga más en cuenta en Argentina que aquí
Mira, por ejemplo, cuando hay un debate político, se exige un altísimo nivel cultural, una capacidad de locuacidad y de oratoria que aquí no encontramos, sobre todo ahora que estamos en momentos convulsos electorales. Aquí en España es una pena que esté triunfando el anti-intelectualismo.
El retroceso en las libertades
Hace poco recuperabas un artículo que escribiste sobre las diferencias entre la crítica y la censura, algo que ya estaba presente en tu ensayo Ofendiditos
Pues mira, es tremendo, porque yo escribí Ofendiditos en 2018 y es impresionante cómo se han ido cumpliendo todos los pasos con respecto al retroceso en la libertad de expresión y en la capacidad que tenemos de respuesta política y social. Realmente la involución política es total, estamos viviendo días en los que ya se está haciendo una censura institucional a las obras culturales. Que critiquemos una obra artística enriquece un debate, pero eso forma de la esfera pública, mientras que la censura la ejerce el Estado y las instituciones. Y me ha impactado mucho que se quiera seguir culpando al activismo cuando lo que realmente estamos viviendo son agresiones homófobas graves, hay presión para que las mujeres no aborten. En fin, son muchas cosas y lo peligroso es que es algo que también ciertos medios están auspiciando, y me parece de una tremenda irresponsabilidad.
Hace solo unos años vivimos un momento muy esperanzador, con las manifestaciones del 8-M, todo parecía que estaba cambiando. ¿Por qué cada vez que damos dos pasos adelante se nos obliga a retroceder? Parece una historia que se repite.
A cada avance social le contraviene una ola reaccionaria. Esto pasó en los 70 con los feminismos y está pasando ahora. Pero creo que las problemáticas son distintas, porque ahora tenemos un panorama en el que el caldo de cultivo se genera en los medios de comunicación, en las redes sociales, e incluso en las inteligencias artificiales, de las que no conocemos su alcance real. ¿Hasta qué punto la manipulación informativa retuerce y nos castiga? ¿Hasta dónde nos va a golpear esta contra ola? Ahora hay canales de difusión de odio, se han acrecentado de forma exponencial y tenemos que ver cómo articulamos una respuesta para ir con seguridad no solo por la calle, sino también por el mundo digital.
Cuando empezasteis Isabel y tú con Deforme Semanal, encontrasteis un formato para hablar de muchos temas. Un formato libre que generaba una especie de red de seguridad para las mujeres. ¿Tenéis miedo de que también os censuren?
El futuro es seguir. Hemos creado una comunidad de gente que disfruta con lo que hacemos, un espacio que es feminista, pero también cultural, de amigas. Así que queremos continuar, porque es lo que hay que hacer, generar espacios seguros de diversión y disfrute y que el activismo no se vea reñido con la frivolidad y la risa. Por supuesto, hay riesgos, pero más los tienen las personas que van por la calle representando una disidencia o por ser migrantes. Somos muy conscientes de que somos privilegiadas, pero hemos trabajado mucho y estamos orgullosas de lo que hemos conseguido, demostrar que hay un espacio de conversación al margen del mainstream.
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Y qué ha significado Deforme Semanal a nivel personal para ti
Pues yo soy una persona muy tímida que escribo en mi casa y ahora tengo una conversación pública con mi amiga, hacemos shows en teatros. Nunca pensé que tendría ese espacio. Tuvimos una intuición, teníamos ganas y mucho empuje para contar cosas que pudieran conectar con la gente, y hablar de libros, de salud mental, de sexualidad, de amor, hasta de crímenes. Y detrás están las personas que lo escuchan, así que para mí ha supuesto algo inimaginable.
Crees que sigue existiendo esa presión de estar en todos sitios y hacer todo tipo de cosas
Es algo que hemos hablado muchas veces y que, como sabes, tiene que ver con la precariedad laboral. Pero hay que desterrar para siempre el síndrome de la impostora. Por supuesto, hay cansancio y hay gente con mucha más propiedad que yo para definir lo es estar quemada. Por eso es tan importante reivindicar nuestros derechos como trabajadoras en los medios.
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