Tras los primeros pactos de Gobierno del Partido Popular y Vox en los ayuntamientos de España, un reguero de censura a distintas obras de arte ha recorrido el país. Obras de teatro, películas y conciertos que se han visto amenazados y que han provocado una contundente respuesta desde la industria cultural.
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Jazmín Beirak es diputada de la Asamblea por Más Madrid, responsable de Cultura en los contenidos del partido, y autora del ensayo Cultura Ingobernable. Entre nuevos gobiernos, festivales de música plagados de precariedad y precios elevados, una famélica industria y censura, la historiadora hace un repaso de cuentas pendientes y de cómo la cultura puede ser una herramienta mucho más eficaz para la ciudadanía y no únicamente una fuente de entretenimiento paliativo contra la vida y su estrés.
Pregunta: Poco más de un mes después de las elecciones autonómicas, ya ha habido casos de censura a obras de teatro y películas por parte de gobiernos formados por PP Y Vox.
Respuesta: Lo que está pasando es intolerable, desde la política no se puede intervenir en la creación artística. La Comunidad de Madrid fue pionera con lo de Paco Bezerra y la cancelación de los teatros del canal por parte de quien ahora es número 2 del PP en el Congreso de los Diputados. Todo esto es problemático, por un lado, para la propia libertad artística y profesionales, porque se vulnera la libertad creativa reconocida en la Constitución, pero por otro, pone de manifiesto la extrema vulnerabilidad del trabajador cuando se relaciona con las instituciones públicas, sin precontratos ni nada que garantice su trabajo. Las personas deben disfrutar de cualquier tipo de propuesta cultural sin ningún tipo de controles. Lo que han hecho PP y Vox es intervencionismo ideológico. Quien quiere invisibilizar un beso entre dos mujeres es porque quiere invisibilizarlo de la realidad. Censurar el arte es imponer normas morales.
P: La derecha habla continuamente de que ya no se puede decir nada y de “dictaduras progres”, pero no han dudado en ponerse censores desde los lugares de poder.
R: Hacer una crítica a determinado artista, hacer una reinterpretación del artista... eso no es censurar. El arte nos permite pensar constantemente y cuestionar lo existente. No es lo mismo un juicio crítico que cancelar una obra porque no comulga con tus valores ideológicos. Trampean el debate, comparan una crítica con una cancelación. Censuran las obras porque hablan de Memoria Histórica, muestran órganos sexuales... Es preocupante porque quienes defendemos la importancia de la cultura trabajamos para que sea cada vez más libre y esto nos retrotrae a discursos de hace sesenta años. Nos impiden avanzar en la democratización cultural como debería. Los políticos no debemos intervenir en los contenidos artísticos, la política debe intervenir en las condiciones del ejercicio del trabajo cultural. No queremos que se intervenga en las propuestas, pero sí en las condiciones materiales para crear en libertad.
P: ¿La cultura puede ser algo más que ir al cine una vez a la semana o hablar de nuestras series favoritas?
R: Lo importante es la relación que se establece con la cultura, más que el objeto en sí. Sí que es cierto que no acabamos de entender que la cultura tiene que ver con todos, no es algo que solo hagan profesionales y especialistas o donde solo interviene cierta gente. Es una manera de relacionarse con el mundo, de conectar con los demás y de imaginar horizontes. Lo que quizás cuesta más y está más desatado es que es un lenguaje que nos pertenece a todos. Nadie piensa que las políticas de Sanidad afecten solo a médicos y enfermeros, nos afecta a todos. Ahí sí que hay una brecha.
P: ¿Dónde se genera esa brecha?
R: Surge por las propias políticas públicas que se desarrollan, que estrechan la idea de cultura, bien como objeto elitista o como objeto de consumo, como una mercancía. Las políticas, sobre todo, se han centrado en el sector cultural. Es como si se hubiera asimilado política cultural a sector cultural, algo que no pasa en Sanidad o Educación. La gente piensa entonces que la cosa no va con ellos. Las políticas culturales han dejado de lado la idea de que su principal misión es garantizar derechos culturales y acceso a la cultura. También creo que la brecha tiene que ver con la profunda desigualdad que hay en la cultura, en los sesgos de clase que excluyen a gran parte de la población.
Es verdad que hay una aproximación paliativa a la cultura. Estamos tan cansadas de la vida que necesitamos algo que nos desconecte. Pero también pasa que si hablamos de Proust nos parece bien y si vemos The Office nos parece mal. Eso es un problema, no hay que tipificar cuál es la cultura válida.
P: Hablas de la cultura como eje vertebrador y parte activa para combatir el cambio climático o para reforzar la sanidad. Tal vez sea algo difícil de explicar.
R: Tampoco es necesario entender grandes teorías sobre las cosas, sino apostar por políticas concretas. Por ejemplo, está la Fundación Cultura en Vena, que tiene una iniciativa y desde lo público hay que poner condiciones para que sea estable. Ellos hacen investigaciones clínicas y distintas actividades y una mujer contaba que tenía migrañas y estaba impresionada porque acudió a un concierto realizado en el hospital y le había quitado el dolor de cabeza mejor que un analgésico. Si los centros de salud tuvieran de manera entienden la cultura como un elemento que interviene en la salud, la gente sabría lo bien que le viene que haya música, y no necesitaría ir a términos muy abstractos. Si en el colegio donde llevas a tus hijos tienen formas transversales para aprender materias y es así como tu hijo aprende, pues no necesitas más. El desinterés hacia la cultura es uno de los grandes problemas y este tipo de conexiones con otros ámbitos sirve para fundamentar esa relevancia.
P: ¿Se puede meter mano a festivales como el Mad Cool o el Primavera Sound? Detrás hay precariedad, salarios bajos, precios disparados...
R: El modelo de grandes festivales hace aguas por muchos lados. Intento pensar cómo se podría exigir desde las políticas públicas que tengan mejoras en la contratación o tengan un retorno social al territorio para que no solo sea un evento y redunde durante todo el año. Aunque haya pequeños arreglos y ajustes, ahí hay una cuestión complicada, porque es el ámbito privado y no puedes intervenir, pero es verdad que desde lo público se ceden espacios. En general, no se trata de prohibir eventos, sino favorecer otros. Sería interesante apostar por festivales que sean más sostenibles en todos los términos, pero te encuentras con que hay cachés de grupos que un festival pequeño no puede afrontar. Hay un sistema de burbuja que tiene que estallar. Hay cosas que son insostenibles, una parte será de autorregulación porque a la gente le va dejando de satisfacer, pero desde lo público es necesario promover otro tipo de iniciativas.
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